Las aclamaciones a la nuevamente recién investida Presidenta de la República de Chile, Michelle Bachelet, fueron coreando cada vez más claramente ese grito conjunto: «¡A cumplir, el programa a cumplir!», haciendo referencia a la necesidad de terminar con el descrédito de la clase política que promete el oro y el moro durante las jornadas de campañas electorales y luego da la espaldas a los electores para gobernar de acuerdo a los intereses de los mayores grupos económicos y de los bancos, aumentando como lo ha hecho en las últimas décadas la brecha social en Chile. Los mencionados gritos se dieron a la salida del Congreso en la ciudad de Valparaíso, apenas concluidos los actos de traspaso de mando, mientras Bachelet saludaba de pie desde el auto descapotado que la conducía al primer almuerzo con su gabinete en el Cerro Catillo de Viña del Mar.
La jornada cívica de cambio de banda presidencial se llevó a cabo con la sentida ausencia del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien por las circunstancias que se están desarrollando en su patria no pudo concurrir.
Todos los demás mandatarios de la Región estuvieron presentes, así como las figuras que ostentan los más altos cargos públicos en el país.
Simultáneamente se realizaba una manifestación de protesta de los deudores habitacionales, encabezados por la ex-candidata del partido Igualdad, Roxana Miranda, ante el Ministerio de Vivienda y Urbanismo en Santiago. Comienza así, con reclamos y exigencias, este nuevo período gobernado por la coalición que incluye a demócratas cristianos, al mundo socialista y radical, además de ahora al partido Comunista que orgullosamente exhibe su primer cargo ministerial desde que se produjera el golpe de Estado.
Los movimientos sociales, estudiantiles, de género, ambientalistas, los colectivos culturales y varias de las fuerzas políticas que son actualmente opositoras a la derecha y al actual gobierno, se aprestan a llenar las calles en lo que resta del mes de marzo, en una apretada agenda de protestas y propuestas a que el mandato de Bachelet supere la inequidad y abra los espacios a una real democracia, en la que el proceso por una Asamblea Constituyente pueda dar legitimidad a las aspiraciones populares.
Veremos en los primeros cien días de este gobierno si hay gestos tendientes al efectivo cumplimiento del programa y si ello llega a satisfacer las expectativas por una democracia real que tienen las principales fuerzas sociales.