Hay maneras de redactar las noticias tan alejadas de la realidad que se asemejan a operaciones de propaganda, pagadas por empresas multinacionales -incluso por gobiernos- y, por supuesto, negadas como tales por los medios de comunicación. Es una suerte de especialización en el arte de disfrazar los acontecimientos que se justifica con el pretexto de la guerra, ya sean los convencionales enfrentamientos armados, o las luchas incruentas de intereses económicos. Por cierto, tiene eximios cultores en todos los países y en (casi) todos los medios.

El caso de la estatización de la petrolera Yacimientos Petroleros Fiscales (YPF) con la que Argentina recuperó el control de la empresa al obtener el 51 por ciento de las acciones y la indemnización reclamada por la empresa REPSOL, es paradigmático. El CEO, señor Antonio Brufau, dijo ante varios medios que pretendía una indemnización de “18 mil millones de dólares. O más”. Más tarde se mencionó la cifra de 20 mil millones. Se trataba, en síntesis, de una apropiación y una indemnización. Esos son los hechos y lo demás fue fanfarria.

El enfoque de este tema económico entre una empresa y un gobierno, se quiso hacer pasar como un enfrentamiento entre países, sobre la base de una mentira convertida en verdad por la repetición y la casi uniformidad mediática. Los medios europeos presentaron a REPSOL como una empresa española, cuando en realidad sólo el 20 por ciento de las acciones está en manos de empresarios de esa nacionalidad. El ministro de Industria, José Manuel Soria, no se quedó atrás con las bravatas y hasta el Presidente Mariano Rajoy se sumó al coro de plañideras que solicitaban “el oro y el moro” como resarcimiento, al tiempo que amenazaban con sanciones económicas al país que lesionaba intereses consagrados por los mercados. Una guerra económica, en suma. Y ya se sabe: “en toda guerra, la primera víctima es la verdad”.

Argentina siempre se manifestó proclive a pagar un precio razonable y pasados casi dos años se llegó a un acuerdo en los términos que había fijado el país expropiador: 5 mil millones de dólares en bonos (unos 3.640 millones de euros al cambio actual). En bonos, no en dinero. Una derrota evidente de REPSOL dadas  las pretensiones originales y las amenazas estatales consiguientes.

Como se acostumbra en las campañas de propaganda al uso del periodismo actual, la realidad no importa tanto como el modo en que se presenta y los encargados de prensa de la empresa multinacional tratan de vender la operación como un éxito. Una necesidad obvia de cara a los accionistas actuales y futuros. Por eso, el titular de El País de hoy, 26 de febrero, celebra “Repsol saldrá de compras con los fondos de la indemnización de YPF”. Ni que fuera una señora que sale a dilapidar el dinero de su marido. La bajada del título es más razonable: “El consejo de la petrolera aprueba el acuerdo que blinda el cobro de la compensación de Argentina por la expropiación de YPF.”

Más adelante la nota que intenta salvar el rostro de la empresa habla de que conserva el 12 por ciento -es un dato real- y se entusiasma con “lo que Repsol logre por la venta en Bolsa, cuando las circunstancias lo aconsejen” es una cifra supuesta de “1.300 millones de dólares (cerca de 1.000 millones de euros)”. Para referirse a esta participación minoritaria el periodista/propagandista utiliza el verbo controlar. Escribe: la participación del 12% que aún controla en la argentina (sic). Y luego se despacha con el elogio directo: “La compañía que preside Antonio Brufau gana músculo financiero para pasar ahora a la ofensiva.”

No obstante su entusiasmo el escriba admite: “La petrolera quiere aprovechar los fondos para reforzarse mediante adquisiciones. No hay ninguna operación concreta en marcha, pero la empresa analiza oportunidades de inversión”. Inversiones que tienen una pequeña dificultad: “El dinero de la compensación de YPF no entrará de golpe en la caja”. ¡Viva el entusiasmo! Repsol ahora confía en la Argentina y buscará otros que se fíen de la buena fe de los ayer denostados y compren los bonos.

La verdad es que nadie en Argentina quiere que le vaya mal a REPSOL. No es un tema que preocupe a los ciudadanos y tampoco hay ofensas: nunca se tomaron en serio las bufonadas de Brufau y de los medios a su servicio. Sólo queríamos señalar que finalmente hubo acuerdo y, de paso, fustigar a la moderna “prensa partidaria”, la que difunde los intereses del o los  grupos empresariales que integran. Con REPSOL no hay problemas.