Cuando los humanistas observamos y participamos de los procesos sociales, políticos y económicos en todo el mundo, no podemos más que reflexionar sobre la vigencia que tiene en este momento histórico, el Documento del Movimiento Humanista escrito por Silo en 1993 . De su lectura puede comprenderse hasta qué punto el rumbo de la historia ha ido confirmando las tendencias allí explicadas, y hasta qué punto hoy -más que nunca- se hace necesaria la unión de todos los humanistas del mundo, para que las más profundas aspiraciones humanas puedan convertirse en una realidad.

Como partido político inspirado en esta corriente del Humanismo Universalista, vemos necesario en este momento histórico, analizar la situación actual, para así arribar a propuestas de acción en el presente contexto mundial.

El análisis

La irrupción de las nuevas generaciones

En el último tiempo en todo el mundo han irrumpido distintos movimientos sociales que han sorprendido a los analistas y formadores de opinión que planteaban el fin de la historia.

Las expresiones sociales en países tan diversos como Túnez, Egipto, Islandia, India, España, Chile, y USA, diversas en sus causas y reivindicaciones, tienen en común que sus protagonistas han sido las nuevas generaciones. Miles de jóvenes han comenzado a tomarse las calles mostrando su indignación por el injusto mundo que han heredado, asumiendo el desafío de protagonizar el cambio social y adoptando la No Violencia Activa como metodología de acción.

La expresión de estos jóvenes, sumado a lo mejor de las generaciones pasadas, comienzan a germinar el nacimiento de una nueva sensibilidad planetaria.

Es una nueva sensibilidad que les hace el vacío a aquellos líderes acostumbrados a manipularlo todo; que no sólo habla de horizontalidad sino que la ejerce cotidianamente en sus distintas formas de organización autogestiva. Una nueva sensibilidad que no sólo tolera la diversidad sino que la acepta y la impulsa, pues sabe que tal diversidad es necesaria si se desean producir verdaderos cambios; que reconoce a la banca y el capital especulativo como los reales adversarios que han secuestrado a la democracia representativa haciendo evidente la necesidad de avanzar hacia una Democracia Directa.

Una nueva sensibilidad que ya no le entrega su subjetividad a los medios de comunicación oficiales manejados por el Capital Financiero sino que utiliza y se apropia de las nuevas tecnologías y de la redes sociales para comunicarse, informar, denunciar organizar y tomarse la calle.

Y, quizás lo más importante, es que esta nueva sensibilidad intuye que a la base de la injusticia social se encuentra la violencia física, económica, racial y religiosa. Y por tanto su respuesta a la represión y la difamación, es el vacío, la no confrontación y la desobediencia civil, en suma la No Violencia Activa.

Esta nueva sensibilidad es sólo un signo del nuevo mundo que está naciendo, en medio de un viejo mundo que -con gran violencia y represión- intenta permanecer

Hacia la Nación Humana Universal

En los últimos 20 años se ha ido acelerando la comunicación y la interconexión mundial, y ciertos aspectos de tal fenómeno se han definido como “globalización”. Pero los humanistas, que somos internacionalistas y aspiramos a un mundo múltiple y diverso, vemos en tal “globalización” los signos del antihumanismo. Porque ocurre que el poder económico mundial ha pretendido manejar dicho proceso de acuerdo a sus intereses, creando un Paraestado tanto en los niveles nacionales como a nivel mundial. Ese Paraestado opera dentro de los límites de los países comprando o chantajeando a los gobiernos, y manipulando la opinión pública mediante el control de los medios de comunicación masiva. Y también opera internacionalmente, teniendo a su servicio a organismos económicos como el FMI, el Banco Mundial y la OMC; creando tribunales internacionales a su medida como es el caso del CIADI; utilizando como gendarmes del mundo a los ejércitos de USA y la OTAN; y cubriendo todas sus fechorías bajo un manto de legalidad al tener el control de las decisiones de las Naciones Unidas. También se manipula la opinión pública a través de la prensa internacional.

Entonces ocurre que las poblaciones del mundo, ya no solamente deben enfrentarse a los problemas que tienen fronteras adentro, sino que además sienten que muchos de sus problemas son generados globalmente, y no tienen como actuar para resolverlos. Y los humanistas decimos que, así como fronteras adentro los pueblos deben tomar el poder a través de una Democracia Real, para tener gobernantes que los representen genuinamente; así también a nivel mundial hay que trabajar para desarticular ese Paraestado que se disfraza de institucionalidad mediante organismos que son meros testaferros del poder económico global.

Por eso, la imagen de avanzar hacia una Nación Humana Universal, no solamente debiera ser la luminosa utopía que oriente las luchas de los pueblos, sino también una concepción estratégica a partir de la cual surjan las acciones tácticas tendientes a desmontar el poder de ese Paraestado Global, mientras se van construyendo simultáneamente los pilares de una verdadera Nación Humana Universal. Porque esa Nación Humana Universal, que para las viejas generaciones puede aparecer como una mera expresión de deseos, para las nuevas generaciones ya aparece como un horizonte visible desde una nueva sensibilidad.

Desde ya que entre la situación actual y el horizonte visualizado, habrá que recorrer un camino de acciones, y algunas de esas acciones son las que propondremos en este documento.

El cambio de paradigmas económicos

En un mundo en el que el dinero se ha convertido en el valor central de la existencia, no debieran sorprendernos las consecuencias de semejante negación del sentido de la vida humana. No puede sorprendernos la creciente inequidad en la distribución de la riqueza, ya que se trata de una competencia individualista en la que necesariamente debe haber ganadores y perdedores. No pueden sorprendernos las sucesivas crisis financieras y su correlato de recesión, en un sistema que solo puede sostenerse mediante el endeudamiento creciente. No pueden sorprendernos las guerras por los recursos naturales escasos, en un mundo depredado por el consumismo de los más beneficiados. No puede sorprendernos la violencia social, cuando cada vez más gente se siente marginada y fracasada, al contrastarse con ese mundo paradisíaco ofrecido por la publicidad consumista. Y no puede sorprendernos el nihilismo, la locura y el suicidio, cuando se ha perdido el sentido de la existencia, al pretender cambiarlo por el exitismo materialista.

Desde luego que existen procedimientos para transformar a este sistema económico inhumano, mejorando la distribución del ingreso, disciplinando al sistema financiero, avanzando hacia un desarrollo sustentable que permita una vida digna a cada ser humano, sin devastar el planeta. Pero sería ingenuo pretender una espontánea aplicación de tales procedimientos, sin antes impulsar un genuino cambio de paradigmas en la concepción de la economía, y que se fundamentan en un profundo cambio de valores culturales.

Hay quienes creen que, por el solo hecho de que las crisis económicas afectan a mucha gente, habrá entonces mayorías convencidas de cambiar al sistema económico. Y eso no es así, porque el individualismo ha calado hondo, y el hecho de que ante una crisis generalizada muchas individualidades converjan en una protesta, no significa que se haya trascendido el individualismo, y por eso no es tan sencillo pasar a otras instancias organizativas que realmente puedan reemplazar al sistema.

De modo que la propuesta de una transformación en el sistema económico, no puede plantearse solamente en términos de factibilidad técnica, ni en términos de conveniencias mayoritarias. Debe ser planteada desde una mística social que tenga como bandera la ética de la coherencia, que en lo económico significa anteponer la resolución de las necesidades básicas de todos los habitantes del mundo, antes de cualquier otro interés sectorial o individual.

Sabemos que hoy se está en condiciones de resolver las necesidades básicas de todo el mundo. Sobran los ejemplos de lo que se podría hacer con los recursos que hoy se destinan al armamentismo, a la especulación financiera, a la producción de bienes suntuarios, o al consumismo irracional. Bastaría cambiar la dirección de las mismas fuerzas que ya existen en la economía, para en un plazo no muy largo reconvertir y multiplicar el aparato productivo, con menos armas y más alimentos, menos recursos a la especulación y más a la producción. Pero la dirección de las fuerzas de la economía no cambiará porque le pidamos que desmonten la pirámide a quienes ocupan su cúspide; cambiará cuando buena parte de quienes aún actuamos como ladrillos de esa pirámide, empecemos a quitarle sustento, y eso se logrará cuando dejemos de creer en la pirámide. Y eso significa nuevos valores, nuevos paradigmas, y una mística social que los arraigue en el corazón de los seres humanos.

Efectivamente el grado de perversión creciente de la relación entre capital y trabajo es posible gracias a que el individualismo reinante en la población impide las respuestas conjuntas y deja a la gran mayoría inerme frente a la minoría económicamente poderosa. Pero el absurdo es tan grande que está empujando a la toma de conciencia de capas cada vez más grandes de la población. El Partido Humanista en todo el mundo deberá trabajar organizando y dando elementos de análisis a la mayor cantidad de gente posible. Nuestra respuesta, la no-violencia activa, nos indica un primer paso de denuncia al que deberá seguir la no-colaboración con los violentos. Al igual que en su momento deberemos impulsar la no-colaboración con los Estados violentos, también deberemos propugnar la no-colaboración con un capital que maltrata a las poblaciones. En algún momento los trabajadores (y consumidores) deberán asumir proyectos de desarrollo social construidos sin intervención de socios capitalistas (o con aquellos que admitan una relación justa y recíproca). En algún momento la población dejará de reclamar al capital por sus necesidades y decidirá resolverlas como conjunto. “No queremos vuestros créditos, ni vuestros puestos de trabajo, ni vuestros productos, ni vuestros servicios.” Esto solo será posible cuando la reciprocidad vaya ocupando el lugar del individualismo.

Hacia una Democracia Real

Los humanistas rechazamos los totalitarismos y las dictaduras de todo signo, porque pensamos que la libertad del ser humano a decidir su destino, sin amos, tutores ni jefes, es un derecho inalienable en toda circunstancia.

Pero también denunciamos la hipocresía de las democracias formales, en las que los poderosos de la corporación económico-política-mediática, utilizan su capacidad de manipulación para dejar a las poblaciones ante falsas opciones electorales, teniendo que elegir entre el “menos malo” de sus verdugos, o el supuesto caos de la inestabilidad institucional.

Es claro que hoy en el mundo no todos los gobiernos elegidos libremente son iguales; los hay más progresistas, los hay más conservadores. Pero ya sea por complicidad, ya sea por incapacidad, o por limitaciones impuestas desde el poder económico, no han querido o no ha podido revertir la dirección del proceso. Porque una cosa es tener la buena intención de “compensar” a los más desfavorecidos por este sistema (pese a lo cual la marginación igual aumenta), y otra cosa es transformar la estructura misma del sistema para que no sea una maquinaria de marginar personas. Y desde el fracaso del socialismo real, no ha habido nuevas alternativas al sistema actual.

En cualquier caso, la posibilidad de las poblaciones de intervenir en las políticas públicas apenas se limita a elegir a sus supuestos representantes en los períodos electorales. De modo que si pretendemos que haya transformaciones sustanciales en el mundo, debemos lograr que los ciudadanos tengan mayor participación en las decisiones públicas que más los afectan, y no estar a merced de los arbitrios de los intereses de los mercados o de los políticos.

Todo esto significa concretamente, entre otras cosas, consultas populares vinculantes para decisiones de cierta relevancia, significa presupuestos participativos, significa elección directa de todos los cargos políticos, y posibilidad de revocarlos en sus cargos en cualquier momento.

Pero es evidente que, así como no podemos pretender que quienes están en la cúspide de la pirámide económica, cambien las reglas del juego por sí mismos, tampoco podemos esperar que quienes se enquistaron en el poder político gracias a la democracia formal, legislen para darle mayor participación real a la gente en decisiones centrales. De modo que será necesario promover la práctica de la Democracia Real ya desde el seno de la sociedad, apoyando con el voto solamente a quienes se hayan comprometido con implementar las transformaciones democráticas necesarias. Y si no hay candidatos que se comprometan, o los que lo hacen no nos merecen confianza, pues entonces habrá que penetrar en el sistema político con candidatos propios de la gente, al tiempo que organizamos la no-colaboración y la desobediencia civil cuando suficiente número de personas organizadas tomen conciencia de que este sistema no tiene arreglo. Pero no hay otra salida para esta trampa de la democracia formal, al menos en el camino que los humanistas proponemos, que es el de la lucha no-violenta.

Las propuestas

Estas propuestas, además de ser necesariamente perfectibles en su amplitud y profundidad, y además de representar sólo algunos pocos ejemplos de lo que podría hacerse, pueden también ser recibidas de diverso modo por quienes coincidan con ellas, según sea su posibilidad de actuar. Para algunos podrán significar ideales a alcanzar, y tenerlos como guía a la hora de elegir a sus gobernantes. Para otros podrán significar imágenes movilizadoras, a partir de las cuales organizarse para exigir a los gobiernos que se ocupen de plasmarlas. Otros verán mejor la opción de participar políticamente y tener tales propuestas en su plataforma electoral. Y aquellos que hoy tengan algún espacio de poder, político o económico, y genuinamente aspiren a un mundo mejor, tal vez puedan intentar ya aplicar alguna de ellas.

Propuestas para los gobiernos, avanzando hacia una confederación de estados nacionales con quienes se vayan comprometiendo con las mismas.

  1. Establecer con rango constitucional la obligación del Estado de garantizar de forma concreta la cobertura de las necesidades básicas de la población, con políticas tributarias acordes a tal prioridad. Estableciendo, a partir de la cobertura de tales necesidades, un porcentaje del presupuesto para destinarlo a la ayuda de naciones más desfavorecidas.
  2.  Desmantelamiento total de arsenales nucleares. Reducción progresiva del armamento convencional de los estados. Renuncia a la guerra como metodología para resolver conflictos.
  3.  Control estatal del sistema financiero. Creación de bancas nacionales y regionales sin interés, con administración mixta y participación de usuarios y trabajadores. Regulaciones que castiguen las prácticas especulativas y usureras. Acuerdos internacionales para asegurar la reinversión productiva de las ganancias de las empresas, el desmantelamiento de los paraísos fiscales y de toda maniobra evasiva o especulativa por parte del capital privado.
  4. Libertad de circulación e igualdad de derechos en cada país, para todos los habitantes del planeta. Libertad e igualdad de derechos para todas las culturas y religiones, garantizando el respeto a la diversidad.
  5. Implementación de mecanismos de Democracia Real: consultas vinculantes, elección directa en los tres poderes del estado, descentralización, representación de minorías, revocación de mandatos, responsabilidad política y presupuestos participativos, en todos los niveles del Estado. Utilización de los medios masivos de comunicación para la capacitación y el debate sobre los temas a decidir, garantizando la pluralidad de opiniones en igualdad de condiciones. Consultas internacionales a todos los habitantes involucrados en políticas regionales o mundiales.

Propuestas para la movilización social, para presionar a los gobiernos y construir alternativas al poder constituido

  1. Ante cada decisión relevante que deban tomar los gobernantes, en lo económico, lo político, o lo social, exigir la implementación de una consulta al pueblo, denunciando a las medidas no consultadas como antidemocráticas.
  2. Promover el intercambio, el debate, la capacitación y la circulación de la información, para que el conjunto de la sociedad pueda formar su opinión sobre todos los temas que debieran ser objeto de consultas populares. Utilizar para ello los foros presenciales y las redes; exigiendo a los medios de comunicación que cedan espacio a tales fines, y denunciando a quienes no lo hagan como cómplices de la democracia formal.
  3. Elaborar anteproyectos de ley para exigir su tratamiento, e impulsarlos desde la construcción social-política alternativa. Ley de Democracia Real (con la incorporación de todos sus mecanismos). Reforma tributaria que garantice la redistribución de la riqueza y la reinversión productiva de las ganancias. Ley de Propiedad Participativa de los Trabajadores en las empresas. Control estatal del sistema financiero y creación de la Banca sin Interés.
  4. Movilizarse permanentemente por dos derechos fundamentales, como lo son el de la Educación y la Salud, públicas, gratuitas, universales y de alta calidad; exigiendo no solamente su existencia sino también las partidas presupuestarias acordes a su importancia.
  5. Impulsar y difundir por todas las vías posibles, los paradigmas de una nueva cultura para la Nación Humana Universal: la no-violencia, la no-discriminación, la reciprocidad, la libertad, la justicia social, y el sentido de la vida. A la vez denunciar como retrógrados los valores del individualismo, el consumismo, la violencia, la xenofobia y la guerra.

El rol del Partido Humanista Internacional

Los miembros del PHI venimos trabajando desde hace años, en todos los países en los que estamos, por muchos de los temas a los que nos hemos referido. Pero en este momento histórico, advertimos –como nunca antes- una creciente predisposición de las poblaciones, y en particular en las nuevas generaciones, por movilizarse en el mismo sentido. También advertimos una creciente afinidad por algunos de estos temas en unos pocos gobiernos progresistas, con los que hemos tenido algún nivel de acercamiento.

Sin embargo, la mera coincidencia actual con algunas de nuestras históricas propuestas, no debieran confundirnos en la definición de nuestro rol presente y futuro. Seguramente que no podemos pretender ubicarnos como “vanguardia esclarecida” de los procesos sociales, no solamente por razones de escala, sino sobre todo porque tal ubicación respondería a esquemas obsoletos y verticales. Seguramente que nuestro rol debiéramos ejercerlo emplazándonos en un nivel de paridad, estableciendo relaciones de reciprocidad con quienes coincidimos. Pero este emplazamiento horizontal, exento de intenciones manipuladoras, no debiera ser incompatible con la voluntad de asumir desde esa ubicación, el desafío de dar claras referencias sobre el mundo al que aspiramos y los pasos a seguir para lograrlo. Tales referencias de ningún modo podrían ser impuestas desde un poder vertical, pero tampoco pueden palidecer, ni relativizarse, ni resignarse, por temor a ser confundidos con los manipuladores, o por creer que en nuestra escala no tenemos derecho a hablar con firmeza, o porque pensemos que por devenir natural madurará un proceso revolucionario en el mundo.

Son momentos de dar una señal muy clara y un perfil muy definido del Partido Humanista. Las nuevas generaciones están irrumpiendo, buscan las herramientas y las ideas que necesitan para consolidarse. Si, por una aparente ventaja coyuntural, diluimos nuestro mensaje con el de otros grupos parecidos pero diferentes, podremos estar debilitando la comprensión de nuestra propuesta y la inspiración necesaria para llevar adelante una revolución política, económica, social, cultural, ética, sicológica y espiritual.

No está garantizado que el masivo descontento con las consecuencias del sistema económico, por sí solo, obligue a los gobiernos a realizar cambios estructurales.

No está garantizado que el descontento con las democracias formales, lleve a los gobernantes a realizar transformaciones que vayan más allá de los cambios cosméticos.

No está garantizado que los gobiernos progresistas logren pasar de las medidas bienintencionadas, a un cambio real de las bases mismas del sistema.

No está garantizado que todos los que dicen trabajar por un mundo mejor, busquen genuinamente una revolución, no sólo en los aspectos materiales, sino por sobre todo en los fundamentos existenciales.

Lo que sí podemos garantizar es que, mientras el mundo no sea aún una Gran Nación Humana Universal, habrá cada vez más humanistas trabajando genuinamente por esa aspiración, por la que millones de seres claman, a veces en silencio.

 


[1] El “Documento Humanista” forma parte de la “Sexta Carta a mis amigos”, escrita por Silo el 05/04/1993, incluida en sus Obras Completas, Volumen I, Pág. 579- Editorial Plaza y Valdés., y su texto completo se acompaña como anexo a este trabajo.