Hace cien años comenzó la Primera Guerra Mundial. Los testigos han muerto, pero fotos, cartas y otros documentos aún nos hablan de aquella época. Un proyecto de alcance europeo los pone a disposición del público.
La iniciativa europea “Europeana 1914 – 1918” invita a todas las personas en posesión de documentos privados de la Primera Guerra Mundial, como cartas, diarios, fotos o dibujos, a digitalizarlos, a fin de ponerlos a disposición del público. En la Biblioteca Estatal de Berlín, Simon Renkert archiva los datos y documentos que llegan a sus manos. Con un clic en su computador, los sube a Internet, donde se puede leer la historia de decenas de miles de familias de toda Europa.
“Europeana 1914 – 1918” es un gigantesco museo digital de la Primera Guerra Mundial. Centenares de miles de documentos están disponibles en su sitio web. Gran parte de ellos proviene de bibliotecas y archivos, mientras que decenas de miles son de propiedad privada.
Todo empezó en 2008, cuando la Universidad de Oxford creó el “Gran Archivo de Guerra”, llamando a los ciudadanos a digitalizar sus colecciones privadas de la Primera Guerra Mundial y a ayudar a evaluar los datos, por ejemplo, proporcionando información acerca de lugares y personas que aparecen en fotos. Tres años después, la Biblioteca Estatal de Berlín y la Biblioteca Nacional de París decidieron emprender juntas un proyecto aún más grande. Actualmente, 20 países se han sumado. En 12 de ellos, ya se han llevado a cabo llamados “días de acción” en los que los ciudadanos pueden acudir a un determinado sitio para digitalizar sus documentos. Más de 9.000 objetos privados se han registrado online.
Tarjetas postales de propaganda
Frank Drauschke es el encargado de los “días de acción” en Alemania. Según el historiador, una sola tarjeta postal no cambiará la historiografía, pero la posibilidad de poder comparar en la computadora desde la casa diarios de Francia, Alemania, Dinamarca y Chipre le puede dar nuevos impulsos. “Es como un diamante en bruto que deberá ser pulido por la investigación”, afirma.
No obstante, el archivo no solo va dirigido a historiadores. Las tarjetas postales de propaganda, por ejemplo, pueden ayudar a entender que la imagen del enemigo se difundía de manera similar en diferentes países.
La Biblioteca Estatal de Berlín a veces da con verdaderos tesoros, como en el caso de Heinrich Reitz, que le obsequió una colección de coloridas cintas de seda de su bisabuelo. Estas cintas llevan escritas frases heroicas, que después de cada batalla exitosa eran diseñdas en Alemania, en parte, por artistas famosos y vendidas a beneficio de la Cruz Roja.
“¿Quiere quedársela?”, preguntó Reitz al personal del proyecto. “Yo me quiero deshacer de ella”. La Biblioteca Estatal de Berlín recibió la colección de cintas con las manos abiertas. Se trata de un hallazgo único que incluye todas las cintas que jamás se hayan producido.