¿Qué sucede en Venezuela?
El gobierno bolivariano acusa a cierta oposición radical minoritaria de derecha de intentar sublevar a la población, en una clara intentona para-golpista. Medios nacionales y varios internacionales, conocidos ya por su defensa de intereses también minoritarios, muestran los hechos como una “represión descarnada de un gobierno autoritario contra una indefensa juventud universitaria.” Hay tres muertos y varios heridos. Países cercanos ideológicamente al curso revolucionario venezolano alertan contra todo intento de socavar la democracia en la región.
En el intento de comprender mínimamente la situación desatada, podemos abordar varios niveles de análisis, como si fueran “mamuschkas” (muñecas rusas) que se van encapsulando de menor a mayor o de mayor a menor, como cada quien guste.
En esta oportunidad, partimos del nivel inferior, de la composición local de sucesos.
La protesta estudiantil
Estudiantes de la Universidad Los Andes en Táchira (departamento andino occidental, fronterizo con Colombia) inician una protesta contra la inseguridad por la violación de una joven en el jardín botánico de la institución. En las escaramuzas con las fuerzas de seguridad, dos estudiantes son detenidos. Inmediatamente la protesta se replica en otras universidades en la vecina Mérida y en Caracas, exigiendo la libertad de los compañeros detenidos.
Un breve salto al próximo plano: aún cuando de signo político diferente, es preciso señalar la concomitancia con la masiva protesta callejera estudiantil y juvenil de los últimos años en distintos puntos de Latinoamérica, con preponderancia en Chile, Colombia y Brasil.
Volviendo a Venezuela: el ambiente y los centros de estudiantes de las principales casas de estudio del país, se hayan, en general, en manos de agrupaciones políticas opuestas al chavismo y al gobierno de Maduro. La explicación, al menos esquemática, es bastante sencilla. Hasta hace poco tiempo, la educación superior era en Venezuela, un reducto de sectores medios y acomodados, ya fueran establecimientos públicos o privados. Esta juventud, al igual que en otros puntos de Latinoamérica, se orienta más por el dictamen valórico del exitismo norteamericano, despreciando cualquier intento de inclusión igualitaria. Para muchos de ellos, toda nivelación social hacia arriba, tendiente siquiera a morigerar los excesos sistémicos capitalistas, es sentida como una restricción al exclusivísimo derecho a triunfar y sobresalir por sobre (y a costas de) una masa anónima.
El momento y la oposición
El 12 de Febrero se conmemora en Venezuela el Día de la Juventud, recordando la gesta independentista en la que el general Ribas resistió el intento de fuerzas realistas por tomar la ciudad de Victoria en 1814. Al respecto, nos informa Wikipedia: “Ante la escasez de tropas regulares, Ribas tuvo que armar a unos mil estudiantes de los colegios y seminarios de la ciudad y de los otros poblados vecinos, entre ellos 85 estudiantes del Seminario de Santa Rosa de Lima de Caracas”. Y precisamente, son los descendientes universitarios de aquel seminario fundado en la época colonial, ahora devenido Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR), los que se hicieron eco de la cadena de protestas anteriores.
Pero en este nivel ya confluyen otros actores y otros protagonistas. Para ese día, dirigentes de derecha como la diputada María Corina Machado, el dirigente de Voluntad Popular Leopoldo López y el alcalde metropolitano Antonio Ledezma, convocaron a una movilización opositora. Machado, hija de un fuerte empresario industrial, promotora del referéndum revocatorio en 2004, precandidata a la presidencia por la Mesa de Unidad, fue recibida por George W. Bush en 2005 y promueve abiertamente sus concepciones neoliberales. Denuncia, al igual que López, lo que consideran la dirección castrista del PSUV y su gobierno. Leopoldo López, por su lado, ha sido alcalde de Chacao (municipio del centro de Caracas), activista en el golpe de Estado 2002 contra Chávez y fundador de la ONG Primero Justicia (luego devenida partido y hoy presidida por Capriles). Hoy representa, junto a Machado, la dupla de oposición más intransigente al gobierno de Maduro. Finalmente Ledezma, elegido alcalde a través de la alianza electoral conocida como Mesa de Unidad, pertenece a otro cuño generacional y político. Proviene de la socialdemocracia venezolana (Acción Democrática, partido al cual también perteneció Carlos Andrés Pérez, junto a otros tantos personajes de la vieja política dual de la Cuarta República) y es nacido en los cincuenta, a diferencia de Machado (1967) y López (1971).
Este llamamiento de la oposición se inscribe en un ambiente de cierto malestar popular. Por un lado, el gobierno hace frente a una doble batalla económica producida por ataques financieros en el mercado de divisas, junto a maniobras mercantiles especulativas que producen escasez regional en productos de primera necesidad. No podemos aquí sino recordar la similitud con acontecimientos similares en Argentina, su socia en el Mercosur y aliada en el proceso de integración regional. Por otro lado, la desazón ciudadana encuentra alimento en los índices de delincuencia que tampoco el gobierno de Chávez y Maduro lograron minimizar.
Y en este asunto nos permitimos abrir un paréntesis. En la teoría social reinante, la seguridad ciudadana debería aumentar correlativamente a la inclusión social de sectores abandonados, el crimen debería disminuir con políticas públicas de ayuda a los desprotegidos. Sin embargo, más allá del intencional desaliento que muchos medios promueven mostrando sólo iniquidades, esa perspectiva socioeconómica, según la cual los pobres no delinquirán si se les ofrece subsidios, alimentación o escuelas, no ha funcionado efectivamente en ningún lugar. El motivo es tan evidente que nos cuesta creer que gentes muy formadas en estas temáticas no hayan logrado verlo. En una sociedad de consumo, consumir es el patrón, y quien no consume, fracasa. La publicidad hace su parte, poniendo a “disposición” del apetito consumista múltiples y variados ensueños, que ninguna política de inclusión puede compensar. Las juventudes marginales no se entusiasman con las propuestas de largo aliento (educación, trabajo, producción) ya que sospechan que todo esto es un nuevo engaño y que difícilmente puedan acceder con ello a las comodidades a las que con todo derecho aspiran, independientemente de su condición de origen. De esta manera, el delito es el atajo, el camino más corto a la verdadera “igualdad de oportunidades”, aunque ésta sea provisoria, enfundada en marcas y objetos y ciertamente, arriesgada.
La trama expuesta
De regreso a Venezuela y relacionando factores: los intereses corporativos y empresariales locales intentan confluir con sectores políticos reaccionarios en sentido neoliberal, que a su vez pretenden aprovechar el malhumor de cierta clase media discriminadora y la acción de un estudiantado de sensibilidad diferente al gobierno de la revolución bolivariana. La dirección es muy clara: producir el desgaste del chavismo (que ya no cuenta con su fundador) y el regreso a las políticas tradicionales alineadas con EEUU.
No habíamos querido mencionar hasta ahora a la potencia del Norte, para no producir esa sensación de ocultismo y paranoia, donde todo es producto de conspiraciones secretas. Nada de todo esto es secreto. ¡Es cristalino y diáfano!
Llegamos así al plano mayor, al ajedrez político y económico internacional. Allí, todo está más que claro.
Luego de la caída de la URSS quedó EEUU dominando momentáneamente la escena. Cuando parecía que la historia llegaba a su fin, comenzaron a desalinearse progresivamente muchos pueblos, destrozando el espejismo de un mundo unipolar.
Hoy el ejemplo ha cundido y nuevas alianzas como los BRICS o instituciones como la CELAC reclaman abiertamente la urgencia de suplantar organizaciones y modalidades internacionales surgidas desde los esquemas de poder posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Se denuncian las viejas usanzas y se proclama a viva voz la necesidad de igualdad, de soberanía, de paz.
En este escenario, los EEUU (en realidad, sus principales corporaciones y el aparato militar industrial que influyen decisivamente) intentan resistir la oleada indetenible de un mundo que ya cambió., pero que necesita remover las estructuras incrustadas en el cuerpo social que ya no son aptas para el nuevo momento.
En este contexto se inscriben los golpes producidos por vía de aparente legalidad en Paraguay y Honduras, al igual que el reciente intento de destitución del alcalde bogotano Gustavo Petro y la vigente inhabilitación política de la senadora Piedad Córdoba en Colombia. En este escenario es manifiesta la oposición a liderazgos como el de Correa, o el de Morales y claramente será favorecida toda oposición y desestabilización del gobierno petista en Brasil, el kirchnerismo en Argentina o el Frente Amplio uruguayo. Por supuesto que se apostará desde Washington a una victoria de Araya en Costa Rica y no se escatimarán esfuerzos para “controlar” en sentido neoliberal, la victoria bacheletista en Chile y la casi segura victoria del FMLN en El Salvador. Divide y reinarás, sigue sonando en los oídos primitivos, aunque extremadamente refinados de los hacedores de la crueldad llamada realismo político.
El intento de fortalecer y ampliar la “Alianza del Pacífico” (subsumiéndola además en la dictadura corporativa que intenta formalizar el Tratado de Cooperación Transpacífico (TPP)) es en este sentido la clara contrapartida de la consolidación de estructuras regionales antihegemónicas como la CELAC, el Mercosur, Petrocaribe, Alba, Sica.
El mundo ya cambió y seguirá cambiando, ojalá nosotros también podamos hacerlo. Así comprenderemos que lo conjunto es el horizonte del futuro. Que lo conjunto, en términos de política internacional, se llama convergencia, unidad, integración.
Quien quiera dividir, podrá entonces cosechar algún triunfo de coyuntura, pero marchará en dirección contraria a lo que la intencionalidad de los pueblos habrá comenzado a forjar. Si esto es cierto, si esto se logra, no importarán entonces tanto los liderazgos de turno, ya que la sentencia de los pueblos se hará consciente, definitiva e inapelable.
Hasta que ello ocurra, habrá que poner fuerza en el intento cohesor. Para mostrar al mundo que quien intente dividir, perderá.