El absolutismo capitalista ha ganado la batalla. Toda concepción de la economía, del trabajo o del reparto de riquezas se hace desde las coordenadas dictadas por ese paradigma, ya sea avalándolo y elevando al paroxismo individualista del neoliberalismo más feroz o contraponiendo una doctrina, una ética en oposición, contrariándolo o reformulando las condiciones de acceso a los derechos o la igualdad de oportunidades de todos.
Pero incluso en todos los valiosos aportes de manejarse con monedas autónomas, el cooperativismo, un Estado benefactor que vele por las mayorías u otros modelos de autogestión o redistribución, no hay manera de escapar de las garras de las corporaciones que han impuesto sus reglas y su horizonte psicológico en el que las cosas se miden en valores materiales, de tiempo, de ocio o de productividad.
Así que la batalla está perdida de entrada. Esa frustración es inconsolable. Hay que formatear el cerebro y el alma y reinstalar un sistema operativo que sea capaz de no retener entre los dedos, que no especule en el beneficio personal, que no considere a unos seres de primera y a otros de segunda.
Pasar de un estado a otro de manera intempestiva no ha dado demasiados resultados en la historia, la experiencia nos dice que los cambios son graduales y requieren las caídas en cuenta en cadena, los aciertos y errores que permitan corregir las conductas y descubrir una nueva forma de relacionarse con uno mismo y el resto del planeta.
Esto que es profundamente metafísico, en realidad, también es una conducta diaria, se nutre de nuestros gestos cotidianos. ¿Cómo vivir en un mundo injusto y cruel sin ser cómplice del pillaje y la explotación?
Algunos ejemplos
España: Cuando los Estados Unidos atacó Irak en 2003 desconociendo el reclamo internacional que convocó a millones de personas en las calles de cientos de ciudades alrededor del mundo que pedían “No más sangre por petróleo”, “No en nuestro nombre” o “Paremos la guerra”, las campañas para no consumir productos norteamericanos en Barcelona tuvieron una resonancia inesperada. La estrategia consistía en no financiar a través de los impuestos que llegaban a las casas matrices de esas empresas, las bombas que estaban asesinando a miles de afganos e irakíes.
Uno de los emblemas más poderosos de la implantación de los valores americanistas es Coca-Cola. Mucha gente se volcó, entonces a bebidas sustitutas: a la cabeza Mecca-Cola, de origen francés, aunque pensada para la comunidad musulmana y que luego de un tiempo recibió una fuerte campaña en contra por el supuesto financiamiento de escuelas islámicas en Palestina, donde se fomentaba el odio hacia Israel. Ante la duda ideológica, mucha gente buscó otras alternativas. Incluso las grandes cadenas de supermercados sacaron una nueva gaseosa Euro-Cola, que pretendía satisfacer la consciencia culposa de quienes seguían deseando consumir bebidas colas.
Una empresa catalana decidió llevar el combate aún más lejos, no sólo oponerse a las bebidas americanistas, sino además crear consciencia sobre los envases derivados del petróleo y de las innecesarias latas. Así apareció Alter-Cola, una bebida revolucionaria, según su publicidad y que venía en envases de vidrio retornables, un comportamiento comercial desusado en el viejo continente.
También sufrieron una fuerte baja de facturación las casas de comida rápida que tuvieron que invertir en readaptaciones de sus menús y fuertes campañas publicitarias. Los más extremistas de los antiamericanistas abandonaron los cigarrillos y los que tenían menos paciencia para liarse los suyos propios, optaron por pasarse de las marcas estadounidenses a las europeas. Cuando Europa entró de manera flagrante en guerra contra Irak, se hizo mucho más complicado mantener una conducta justa.
Ahora mismo, la ciudad de Madrid vuelve a vivir una situación similar, pero por causas diferentes. La planta de Coca-Cola que funciona en Madrid será cerrada, dejando a cientos de trabajadores en la calle. Rápidamente se organizó una campaña de boicot “Si aquí no se fabrica, aquí no se consume”. También la solidaridad de los trabajadores ha sido rápida de reflejos. Las embotelladoras madrileñas se negaron a seguir suministrando el producto en la ciudad sabiendo que la empresa declarará la huelga. La empresa contrarresta estas medidas suministrando a los puntos de venta madrileños botellas y latas producidas en las pantas de Barcelona o de Sevilla.
Holanda: La agencia EFE informaba lo siguiente “La caja de ahorros y aseguradora de pensiones holandesa PGGM desde el 1 de enero ha suspendido sus inversiones en los bancos Hapoalim, Leumi, Mizrahi-Tefahot, First International Bank of Israel e Israel Discount Bank debido a que estas entidades participan en la financiación de los asentamientos israelíes.
PGGM argumentó que este asunto suponía una «preocupación» para la entidad, dado que los asentamientos en los territorios palestinos han sido declarados ilegales en varias resoluciones de Naciones Unidas y, además, los observadores internacionales han señalado que «suponen un obstáculo para la solución pacífica (mediante la creación de dos estados) del conflicto palestino-israelí».
La holandesa explicó que «en línea con la política de responsabilidad social de la empresa» inició hace varios años un diálogo con las cinco entidades para tratar de alcanzar un «compromiso».
Sin embargo, las conversaciones «mostraron que dada la realidad cotidiana y el marco legal doméstico en el que operan, los bancos tienen limitadas o nulas posibilidades de poner fin a su financiación de los asentamientos», afirmó PGGM en el comunicado.
La compañía considera además que «no hay expectativas de cambio en el futuro inmediato» por lo que decidió interrumpir las inversiones en estos cinco bancos.
La decisión de la caja no es la primera de este tipo en Holanda, después de que la compañía de agua Vitens decidiese a mediados de diciembre interrumpir su relación con la empresa nacional de aguas israelí, Mekorot, también por sus operaciones en los asentamientos, según el diario holandés NRC”.
Argentina: Los argentinos quieren castigar a los empresarios supermercadistas por los aumentos de precios abusivos y por no respetar los acuerdos firmados con el gobierno argentino para asegurar el abastecimiento de productos de primera necesidad a precios cuidados. El gobierno pretende frenar de esta manera una escalada inflacionaria injustificada, sostenida por la posición hegemónica de 5 o 6 cadenas de supermercados en el mercado de comercio minorista en la ciudad y provincia de Buenos Aires y en otras ciudades del interior del país.
A través de las redes sociales y avalados por varias organizaciones de defensa de consumidores y usuarios se implementaron “Apagones de consumo”. Días señalados en los que se quiere evitar toda compra en los grandes supermercados que tienen ganancias excesivas, a juicio de los clientes.
Crear consciencia
Suiza: La Declaración de Berna trabaja para crear consciencia sobre las actitudes destructivas de las empresas. Ya sea por su alta contaminación medioambiental o por el nivel de explotación sobre sus empleados. Todos los años, entregan unos bochornosos premios a las empresas más nefastas del planeta.
El 23 de enero de 2014 se dieron a conocer los ganadores del Public Eye Awards 2014: Gazprom y Gap. La primera por convertirse en la primera empresa en perforar el Ártico con las consecuencias imprevisibles que eso significa, además de haber estado involucrada en el escándalo de los activistas de Greenpeace detenidos por asaltar una plataforma petrolera en el Ártico. Gazprom fue la elegida por el público y Gap la elegida por el jurado, que valoró la negativa de la empresa norteamericana a firmar un acuerdo para garantizar los derechos de los trabajadores en Bangladesh. No sólo no firmaron el citado acuerdo, que contemplaba medidas de seguridad contra incendios y de mantenimiento de las usinas, sino que además convencieron a otras empresas a tampoco firmarlo (Wallmart y Target, entre otras). El acuerdo fue creado luego de que el año pasado en el incendio de la usina Rana Plaza murieran más de 1100 trabajadores y ha sido firmado por un centenar de empresas.
Otros ejemplos de hacer consciencia se dan en los centros comerciales.
En Brasil, en distintas ciudades, se ha comenzado a ver los “Rolezinhos” que consistían en paseos por los shoppings de gente de condición humilde y que no podrían comprar los productos “exclusivos” que venden las grandes marcas en dichos centros comerciales. Los paseos se popularizaron tanto que la policía tuvo que intervenir para “recuperar” esos espacios del consumo lujoso para los clientes habituales.
También ha habido campamentos dentro de cajeros automáticos, para aprovechar de los aires acondicionados. En este caso se trata de concientizar sobre la gente que es excluida de todo este circuito de consumo ostentoso.
En Estados Unidos, existe la iglesia del Consumo, un grupo paródico con un pastor y feligreses que van a los shoppings a cantar alabanzas al consumo y a los productos que prometen la felicidad eterna. Cantando góspel hasta que son echados por la seguridad privada o la policía, estos apóstoles del anticonsumismo apelan a la reflexión que puedan despertar en los compradores.
Unos pocos ejemplos inspiradores que nos permiten pergeñar acciones individuales o colectivas y que muestran que la gente se moviliza y toma consciencia. En la medida que comprendamos que el poder del conjunto puede doblegar al poder de las corporaciones, iremos implementando este tipo de campañas y costumbres cotidianas.
Existen los cortes de luz programados por los usuarios, los cacerolazos, los piquetes, muchas acciones catárticas que no terminan de dar en el blanco. En la medida que ganemos en organización y complementariedad se puede salir de la dependencia inducida por los proveedores de servicios, por los comercializadores de productos y por los fabricantes masivos. Está en nuestras manos ser consecuentes contra aquello que nos genera malestar y contra aquellos que destruyen el planeta.