Por Agustín Pineau
El gobierno nacional, luego de realizar significativos cambios en su política monetaria, en función de poner un freno a la merma de divisas que viene sufriendo de manera continua, intenta tomar nuevamente la iniciativa.
A mediados de esta última semana, el Banco Central tomó la decisión de dejar flotar libremente el valor del dólar y recién cuando la cotización superó el nivel de $8.25 intervino haciendo bajar su valoración a $8. De esta forma, demostró su capacidad de fijar el precio, ajustando el tipo de cambio a un valor competitivo, y así comenzar a transitar por un proceso signado por la preservación de reservas.
Anteriormente, el equipo económico de gobierno, había resuelto encarar este proceso a partir de una devaluación gradual, procurando evitar efectos inflacionarios y cuidando el poder de adquisitivo del salario. El Banco Central intervenía a diario en la rueda cambiaria con la inyección de dólares para ampliar la oferta en el mercado, generando una afectación significativa en su nivel de reservas.
Este movimiento de minidevaluación escalonada ocasionó comportamientos especulativos y efectos no deseados. El sector exportador actuó reteniendo cosecha y negándose a liquidar con la expectativa de que el valor del dólar siga subiendo y percibir mayores ganancias en el futuro. Se estima que el acopio en silobolsas por parte del sector alcanza volúmenes cercanos a 10 millones de toneladas, que representan 4.000 millones de dólares. Por otro lado, los importadores acrecentaron aceleradamente los pedidos de divisas, con la finalidad de anticiparse a mayores precios en el corto plazo.
El nuevo desafio que tiene el gobierno por delante es logar la estabilización del precio del dólar, conseguir la convalidación de los actores del mercado, y de esta manera bajar la brecha con el valor ilegal. Al mismo tiempo, debe reducir los impactos que puedan ocasionar en la distribución del ingreso e impedir un incremento en los precios internos de los alimentos.
En la actualidad, el desequilibrio en las variables macroeconómicas, genera que la Argentina no disponga de un excedente de la balanza comercial suficiente para la adquisición de insumos y bienes de capital que posibiliten seguir desarrollando su industria local y el mercado interno. Es entonces que se presenta el requisito de acudir al mercado de capitales externos.
La gestión realizada en el Club de Paris es un paso fundamental para la normalización de las relaciones con los centros financieros internacionales, en un contexto enmarcado por el bajo nivel de endeudamiento que proporciona posibilidades ciertas de refinanciar vencimientos de deuda y así restar presiones sobre las reservas del Banco Central y superar la restricción externa.
En la historia política de la Argentina, puede observarse en reiteradas ocasiones, como los diferentes actores, tanto extranjeros como nacionales, han pujado por predominar en la economía. En ese contexto, la política se mostraba incapaz de tomar la decisión de ser autónoma frente a las corporaciones y renunciaba a ser el articulador entre los sectores en pugna. Dejando así la conducción del país a los sucesos del mercado
A partir de mayores fuentes de financiamiento, esta coyuntura se presenta como una oportunidad para iniciar una política decididamente de ruptura con el pasado, superando la dependencia existente con el sector agroexportador. Teniendo la capacidad de retomar decididamente la expansión del mercado interno, signado por un carácter fuertemente distributivo y en base a la sustitución de importaciones.
Publicado en Creer o reventar