En pocos meses llega la hora de la verdad: Si la Nueva Mayoría es capaz de cumplir sus promesas de que no es lo mismo que la fenecida Concertación o si es solamente el maquillaje del difunto. Pero esta vez el movimiento social no se quedará en la galería, sino que ya se está articulando para empujar por abajo. La marcha de todas las marchas convocada para el próximo 22 de marzo les dará la bienvenida a los viejos/nuevos administradores del poder.
No sólo el ardiente verano mantiene alta la temperatura en Chile. Por detrás de las negociaciones para integrar el gabinete de Bachelet, el establishment de la Nueva Mayoría está consciente de que se enfrenta a un cambio de ciclo político y que la ciudadanía no tomará el palco acostumbrado durante la postdictadura.
La movilización social definió la agenda política de hoy. Los ejes programáticos de la Nueva Mayoría –nueva Constitución, reforma educacional, reforma tributaria y una AFP estatal – son efecto de la movilización social y del buen olfato de la Concertación para adaptarse a las demandas sociales.
Hace pocos años la agenda era definida por el monopolio mediático y las transacciones políticos-empresarios. Así durante casi una década los noticiarios de TV de la tarde iniciaban sus noticias con el asalto a una panadería en un barrio de Santiago o el contacto en directo era desde una casa recién desvalijada. No en vano la ‘principal preocupación de los chilenos’ fue por todos esos años ‘la delincuencia’. Pero desde el 2011 que las demandas de los estudiantes pasaron a tomarse los noticiarios. La ‘seguridad ciudadana’ como problema dio paso a que el eje rector del interés ciudadano sean hoy los derechos sociales. Al comando de Bachelet sólo le quedó recoger el guante, ante su incapacidad de pensar un país distinto al dictado desde el Consenso de Washington.
El problema para el mundo social es que pese al gran respaldo de las movilizaciones, sus demandas aún no tienen un correlato en la política formal. Parlamentarios sensibles a las demandas ciudadanas aún son una minoría y si bien el programa de Bachelet se acerca a sus demandas, la experiencia de gobierno con dicha coalición deja serias dudas respecto de su real concreción.
La respuesta del jefe del equipo constitucional de la coalición opositora, Francisco Zúñiga, respecto al cómo cumplirían su promesa de una nueva Constitución da pistas de la manera como van a ser resueltos los requerimientos sociales por el nuevo gobierno. A sólo una semana de la elección, Zúñiga aseguró que no habrá Asamblea Constituyente y la discusión por una nueva carta magna será atribución del Congreso.
LO QUE SE ESTÁ TEJIENDO
Así la política por arriba. Por abajo son otras dinámicas que el movimiento social debe ser capaz de concretar. Los últimos años han dejado una gran experiencia en tal sentido. Nuevas formas de asociatividad e interés ciudadano emergieron muy lejos de las faldas de los partidos políticos. La experiencia de Marca tu Voto es sólo una de ellas. En las nuevas generaciones, pese a que no concurran a votar, hay un reencantamiento con la política.
La presidenta de la Fech ya anuncia que por abajo las cosas prometen ser distintas y su apuesta es construir un bloque multisectorial orientado a la unidad de todos los que se consideran alternativa al sistema: “Buscamos fortalecer los vínculos entre organizaciones sociales para alcanzar, ojalá el próximo año, una unidad programática que nos permita entendernos, dentro de un mismo bloque histórico, sobre la recuperación de los derechos sociales. Nos referimos a la unidad de trabajadores, pobladores, organizaciones vecinales, ambientalistas, luchadores contra la privatización de los recursos naturales y contra las semillas transgénicas, defensores de las aguas y de todas las demandas que buscan responder a la crisis generada por un modelo económico, político y social creado en dictadura y profundizado en democracia”.
A fines de diciembre la Confederación de Trabajadores Bancarios junto a varios sindicatos y algunas federaciones estudiantiles de la capital confluyeron para crear un frente común para coordinar las movilizaciones que se vienen. El nuevo ciclo político será definido en gran medida por la unidad que sean capaces de lograr. Algo que va más allá de reivindicaciones sectoriales; se trata de coincidir en un programa de gobierno, una idea de sociedad. Todos tienen claro que el camino pasa por una Asamblea Constituyente participativa y democrática.
La huelga de los portuarios de Mejillones volvió a reactivar hace pocos días los vínculos entre sindicatos y estudiantes en procesos de movilización. Si bien dista mucho de llegar a coincidir en una agenda en común y en jornadas de salir a la calle que resulten masivas, las primeras experiencias han resultado satisfactorias.
Los movimientos sociales demostraron la capacidad de instalar nuevos temas. Pese al tímido programa de reformas de Bachelet, que no apuntan a la superación del neoliberalismo, iniciativas como la renacionalización de los recursos mineros; una salud de calidad y oportuna; el fin de las AFP y un sistema de jubilaciones solidario (Bachelet para salvar la crisis del sistema propone crear una AFP estatal), una democracia efectivamente participativa, matrimonio igualitario y sanciones efectivas por discriminación; educación gratuita y gestionada por sus comunidades; el cuidado del medio ambiente y la recuperación de los recursos naturales; la vuelta a manos públicas y de las comunidades de los recursos hídricos; una democratización de las fuerzas armadas y carabineros, así como también de los medios masivos; la despenalización de las drogas, entre varias otras iniciativas, concitan amplio interés ciudadano.
El No al Lucro balbuceado en 2006 y que concitó amplios apoyos en 2011 terminó por desnudar la mayoría de las relaciones cotidianas en el Chile post dictadura. La demanda de gratuidad universal en educación conlleva la conquista de derechos sociales universales. Se siente en falta en la oferta política una nueva idea de país basada en la riqueza de nuestros recursos naturales y su gestión sensata.
Pese a lo cerrado del modelo, los movimientos sociales pueden exhibir algunas victorias. Las comunidades del valle del Huasco y ambientalistas lograron por la vía judicial que la minera canadiense Barrick Gold suspendiera el proyecto Pascua Lama pese a ya haber invertido unos US$5.000 millones; la movilización social unida a serios argumentos técnicos también obligó a Bachelet a desmarcarse del proyecto Hidroaysén, cocinado bajo su gobierno.
El movimiento social sabe que su lucha está en sus espacios inmediatos. Los colegios, los barrios y el espacio público abandonado por la economía de mercado son importantes espacios de socialización y ensayo de nuevas formas de acción colectiva. Se trata de partir con transformaciones desde abajo y después ir subiendo.
Multiplicar los puntos de encuentro y los espacios de interferencia para desenvolver la autogestión. Un proceso de aprendizaje y ensayos. Una primera propuesta es el control comunitario de la educación, propuesto por la ACES, lo que en si conllevaría una revolución a una sociedad cuyos padres ven las escuelas como una guardería de los niños mientras trabajan.
El objetivo es una sociedad que vuelva a tomar el control de su destino. Y entre un modelo social en donde los derechos hay que irlos a comprar al supermercado y se pagan al crédito o al contado según el bolsillo del consumidor, o una de derechos sociales garantizados, no hay donde perderse.
LA OPORTUNIDAD HISTÓRICA DE BACHELET
A diferencia de 2006, Bachelet enfrenta un gobierno con un holgado respaldo ciudadano que la coloca por sobre los partidos políticos. “Todo el mundo la quiere ver, todo el mundo la quiere tocar – dice Carolina Leitao, acompañando a Bachelet en su último día de campaña por las calles de Peñalolén – Yo creo que es una emoción para las personas que la puedan ver en vivo y en directo”. Colocada en el sitial de una deidad religiosa, Bachelet se apresta a multiplicar los panes.
Bachelet se juega cumplir la promesa de no ser más de lo mismo. Si hace una lectura correcta su tarea será superar la tensión esencial de la coalición de centro izquierda: Acabar realmente con el modelo institucional de Pinochet (promesa de la campaña del NO) o ser sus administradores. En su primer gobierno un importante sector de sus bases, los aplausos oportunistas del empresariado y los medios nivelaron la cancha para que ganaran los de siempre.
Esta vez la promesa de cambio está hecha. El movimiento social impulsó la agenda política de hoy y en su programa palabras como nueva Constitución, educación gratuita o reforma laboral tienen eco. Pero cambiar la institucionalidad pinochetista no significa necesariamente abandonar sus fundamentos. La experiencia del reemplazo de la LOCE por la LGE ya demostró que la Concertación más bien se ha jugado por maquillar el modelo de Pinochet que por proponer otro.
La memoria indica que habrá que presionarla en las calles para que esta vez la ex mandataria si cumpla sus promesas. Y ahora el movimiento social deberá actuar fuerte. Ya para el 22 de marzo está convocada la primera marcha convocada por mapuche, organizaciones de la diversidad sexual, ecologistas y por la despenalización del cannabis. También se han sumado estudiantes y sindicatos.
Eso en las calles, dentro de la Moneda Bachelet se enfrenta ante la historia. Ser o no ser. Ser el sexto gobierno de la Concertación (como ya lo supo hacer muy bien) o terminar por convertirse en una santa cumpliendo sus promesas (a los chilenos quizás les haría bien una Evita) y así quedar en una buena posición en los altares de la historia.
Mauricio Becerra R.
(texto y foto)
@kalidoscop