Por Roberto Pizarro – publicado por www.elclarin.cl –
En Chile las pymes y microempresas son responsables del 80% del empleo. Los programas públicos para apoyar a las pequeñas empresas son de escasa envergadura y el crédito bancario para éstas se caracteriza por su elevado costo. Llama la atención que las líneas de CORFO en asistencia técnica, programas de fomento, apoyo tecnológico, desarrollo de proveedores, han sido concebidas como “planes pilotos”, lo que confirma la idea de transitoriedad que se tiene sobre el sector.
Así las cosas, se llega a la inevitable conclusión que sólo una política industrial y de fomento sistemática y de real envergadura, que incluya prioritariamente a las pequeñas empresas, evitará que nuestro país se vea obligado a vivir, en los próximos años, con salarios bajos y precariedad en el trabajo. Además, ello hará posible aprovechar todo el potencial de los trabajadores y empresarios que existe en el país en favor del crecimiento económico y una mejor distribución.
El Banco Estado, sin una línea gubernamental clara, ha concentrado sus esfuerzos en una competencia inconducente con la banca privada, en vez de convertirse en el principal instrumento para apoyar y potenciar a las pequeñas empresas, como lo han hecho los franceses, italianos, taiwaneses y paquistaníes.
El compromiso actual de créditos del Banco-Estado favorece a la gran empresa en desmedro de las pequeñas. Los argumentos que explican este desequilibrio son dos. Resulta más fácil y menos costoso analizar proyectos para una gran empresa que transa sus acciones en la bolsa de Nueva York, que para una pequeña empresa productora de preservativos. Segundo, existe la idea que los riesgos de deudas impagas serían más altos en las pequeñas empresas. El primer argumento se rebate con mayor eficiencia del banco; el segundo no es cierto, ya que la gran empresa es responsable, en forma mayoritaria, de los castigos por impagos de los últimos años.
A fines del 2000 se llegó al extremo que el Banco-Estado otorgara un préstamo por US 130 millones al Grupo Luksic para que comprara el Banco Chile y lo fusionara con el Edwards. La utilización de recursos públicos para esta operación de traspaso de activos financieros es muy difícil explicar. El crédito otorgado al Grupo Luksic fue de cuestionable rentabilidad económica, no ofrecía rentabilidad social alguna y, lo más grave, es que se apartaba de cualquier fundamento ético. Al final se comprobó que su único propósito era favorecer al Presidente del Banco-Estado, Jaime Estévez, quien se convertiría posteriormente en miembro del directorio del Banco Chile.
La lógica que mueve al Banco-Estado no debiera ser la misma que la un banco privado. En realidad, el “banco público” reúne condiciones únicas para convertirse en el banco de las pequeñas empresas, con sucursales repartidas en todo el territorio nacional y con esa identificación cultural que tienen las personas modestas que, sin inhibiciones, colocan sus ahorros en el Banco-Estado.
Para que el Banco del Estado se convierta en un banco de fomento exclusivo para los pequeños empresarios debiera otorgar créditos sin garantías inalcanzables. Al mismo tiempo, debiera aplicar tasas de interés razonables, que permitan viabilizar sus proyectos. Los argumentos para defender tasas usureras sobre las pequeñas empresas son injustificadas. Los supuestos altos costos de administración en la atención de las pequeñas empresas se minimizan si el banco consolida buenos sistemas de información y aplica un control de gestión propio de una entidad bancaria moderna.
La actuación del Banco-Estado como institución que compite con la banca privada conducirá a su minimización o a su privatización. En cambio, si se transforma en banco de fomento para las pequeñas empresas le hará un gran servicio al país y, con seguridad, mejorará su cartera de negocios. El Programa de la Nueva Mayoría no responde a esta demanda. Sólo sostiene que el Banco-Estado entregará más apoyo a las pequeñas empresas. Se ha dicho lo mismo en el pasado y la usura continua. ¿Qué hará la Presidenta Bachelet con el Banco-Estado? ¿Se atreverá a convertirlo en un banco de fomento para los pequeños empresarios?