Este mes de diciembre de 2013 ocurrió un hecho histórico en el territorio mapuche de Boroa, algo que a los ojos de la prensa local y chilena no ha tenido tribuna. Por supuesto, no se trata de hechos de violencia en comunidades mapuche, tampoco se refiere a una “toma” de fundo para recuperación territorial que es tan oportunamente cubierto por la prensa dominante. Se trata de la conmemoración de los 10 años de vida del Centro de Salud Boroa Filulawen , iniciativa de salud autogestionada por una organización mapuche conformada especialmente para resolver en el mismo territorio la atención de salud biomédica a la cual hace 10 años no accedían en tiempo y forma las familias del territorio de Boroa y que hoy se expresa en una iniciativa de autogobierno de la atención de salud que además incluye la promoción, fortalecimiento y atención de salud desde el denominado sistema médico mapuche.
Como parte de la conmemoración, el día 17 de diciembre se realizó un conversatorio que tuvo por objetivo el análisis del devenir de “Boroa Filulawen” en tanto experiencia en salud junto a personas que han colaborado de distintas formas al desarrollo del centro de salud, así como analizar las proyecciones del mismo en el escenario actual, en la relación con la política de salud chilena, y las dificultades que junto a otras experiencias de salud como el Centro de Medicina Mapuche del Hospital de Nueva Imperial o el Hospital Makewe, han debido sortear en el camino del autogobierno en salud. Es por ello que ese día -dedicado a recordar y analizar- estuvieron presentes representantes de organizaciones mapuche que gestionan iniciativas de salud en sus territorios, representantes de otras organizaciones mapuche vinculadas al proceso, profesionales independientes que hemos apoyado esta iniciativa desde sus inicios; así como funcionarios a cargo de salud de los pueblos indígenas del Ministerio de Salud y la SEREMI de Salud de la Araucanía.
La experiencias de salud autogestionadas como Boroa Filulawen refieren a instituciones recientemente problematizadas por las organizaciones indígenas que, junto con una fuerte demanda de atención de salud convencional-oficial, conceptualiza formas propias de respuesta social organizada a problemas de salud a partir de la cual implementan acciones planificadas destinadas a la promoción, prevención, atención y rehabilitación de la salud de sus habitantes, por medio de la implementación de programas de salud propios, emanados de la política de salud oficial o bien complementados con éste. Esto implica un proceso de fortalecimiento cultural y político en torno a la manera en cómo se conceptualiza y aborda la salud, la cual a su vez define las modalidades y prácticas en que esa organización configura una respuesta al complejo salud/enfermedad/ atención. Por tanto, el modelo es situacional y específico en cada territorio.
En el encuentro convocado desde las tierras de Kallfukura se analizaron entre otras cuestiones, las dificultades que desde la legislación chilena condicionan el desarrollo de estas iniciativas, principalmente en su financiamiento, pero también desde la práctica de la política de salud chilena, campo de poder en salud donde las organizaciones mapuche que gestionan centros de salud no participan, ni siquiera en términos “consultivos”. En cuanto a las dificultades financieras es patente el hecho que a más de una década de funcionamiento de estas “experiencias”, y existiendo una denominada “Política de Salud y Pueblos Indígenas”, aún no se establece un mecanismo que garantice en clave de derechos precisamente el derecho a la salud y a la autodeterminación en salud de la población mapuche de distintos territorios consagrados en la legislación nacional y derecho internacional. Por el contrario, estas iniciativas mapuche están condicionadas a firmar convenios anuales en base a un “Decreto con Fuerza de Ley” (DFL) N°36 del año 1980, norma establecida en la última dictadura cívico militar que promueve la privatización de las “prestaciones de salud” mediante la “tercerización de servicios”.
Al acercarse los 15 años del desarrollo de la primera iniciativa en este tipo como lo es el Hospital Makewe esta situación de precarización se mantiene y por tanto se exigen cambios frente a esa inercia, en un escenario en donde la legislación y política de salud debe adecuarse a los derechos consagrados en el Convenio 169 de la OIT que en su artículo 25 señala entre otros que “los gobiernos deberán velar por que se pongan a disposición de los pueblos interesados servicios de salud adecuados o proporcionar a dichos pueblos los medios que les permitan organizar y prestar tales servicios bajo su propia responsabilidad y control, a fin de que puedan gozar del máximo nivel posible de salud física y mental”, estándar que sin duda, el mentado “DFL 36” no garantiza; tampoco lo hace la reciente ley de “Derechos y deberes de los pacientes”, normativa también inconsulta.
Pero junto con relevar estos temas alrededor del fogón de la ruka de Filulawen, también sucedió algo muy particular. Desde Aluminé, provincia de Neuquén en Puelmapu (Argentina) arribaron al encuentro de Boroa una delegación mapuche de las comunidades Ñiguehual y Ruka Choroy, hombres y mujeres que están trabajando en el desarrollo de un Centro de Salud para sus comunidades ubicadas en la cuenca de Ruka Choroy, en pleno lado oriental de la cordillera de los andes. Ambas comunidades vienen hace unos cinco años trabajando colaborativamente con el equipo de salud rural del Hospital de Aluminé para garantizar atención de salud oficial y prácticas de prevención de la salud oportunas en ambas comunidades mapuche pewenche analizando la situación de salud de las comunidades en conjunto mediante un Comité de Salud, así como problematizando y gestionando la creación del Centro de Salud que ya está siendo construido en territorio comunitario a cargo del gobierno provincial; Ragiñ küyen tiene por nombre. La delegación puelche (mapuche del lado oriental de la Cordillera) viene a “sacar ideas” sobre cómo ir perfilando un modelo de salud propio en co-labor con el equipo de salud del Hospital de Aluminé, distante a unos 25km de las comunidades; es por ello que además visitaron el Centro de Salud Mapuche del Hospital de Nueva Imperial y también el Hospital Makewe, este último la primera iniciativa en su tipo en el país.
Debo decir que, en general, no es común encontrar equipos de salud que trabajen colaborativamente con comunidades indígenas, sobretodo desarrollando iniciativas en salud que además de respetar la cultura local, permitan la incidencia directa en acciones de salud por parte de las comunidades, por medio de sus propias formas de organización. En Aluminé está pasando algo de eso; de hecho cuando conocí a la comunidad y el equipo, éstos estaban desarrollando un proceso de consulta para que las comunidades definan quien sería el chofer de la ambulancia que trabajaría en ambas comunidades, lo mismo pasa con la selección y formación de agentes sanitarios para ambas comunidades. Claro, Argentina ha ratificado tempranamente convenios internacionales, pero además de ello, como lo señaló Fabián Gancedo -médico argentino que acompañó a la delegación mapuche de Ruka Choroy que visitó Boroa- se trata de cumplir la ley y los tratados que deben impregnar a las acciones en salud en y con comunidades indígenas en general: “hemos aprendido que no podemos trabajar en salud desconociendo derechos, no es un regalo o buena voluntad el hecho que debamos trabajar en conjunto y en consulta con las comunidades, hay leyes que nos mandatan y el sector salud no está fuera del deber de cumplir derechos”.
Diez años de desarrollo de una experiencia inédita en la gestión en salud ha sido conmemorada en Boroa con presencia mapuche de Puelmapu, Argentina, que viene a nacionalizar el análisis de la autogestión mapuche en salud en tanto proceso colectivo de ejercicio de autodeterminación sanitaria, y con ello, la oportunidad de plantear nuevos desafíos de cara a dificultades como las de financiamiento antes señaladas y en base a la obligatoriedad de los Estados chileno y argentino en tanto garantes del cumplimiento del derecho a la salud, así como la adecuación normativa y política a estándares internacionales en la materia. Y sin duda el nacionalizar el análisis en salud desde la incipiente institucionalidad mapuche en esta materia apela a la constitución de “actores” de la política de salud, es decir, la necesidad de generar poder colectivo desde la experiencia y conocimiento en salud como condición necesaria para disputar el campo de la política de salud, drama del cual no participamos sino sólo de manera pasiva, como terceros-privados que “ejecutan” los programas de salud biomédicos inconsultos. Pero por sobretodo, la instancia de reflexión generada en Boroa Filulawen nos interpela a fortalecer la vinculación entre instituciones mapuche en salud por medio del análisis reflexivo de nuestras prácticas y devenir, que coadyuve al fortalecimiento de los ejercicios de autonomía en salud, a ambos lados de la cordillera, y de norte a sur.
Nuevos desafíos como la protección del sistema médico mapuche; la sostenibilidad del desarrollo de la institucionalidad mapuche en salud en clave de derechos y en situación de autonomía; el análisis crítico sobre la notificación de acciones de salud mapuche que FONASA exige “para financiar la salud intercultural”; problematizar los modelos de gestión y atención de salud de cara a la democratización y pluralización de la gestión, entre otros, deben tener un espacio colectivo, y para ello, lo sucedido en Boroa este 17 de diciembre de 2013 fue un buen inicio, una buena excusa para relevar en importancia la necesaria coordinación entre quienes promovemos el hacer y el pensar en salud desde una perspectiva autónoma, una salud que hace bien. El desafío es nuestro.
Por Andrés Cuyul Soto
Comunidad de Historia Mapuche