El ecléctico grupo de dolientes elogiando a quien fuera sin duda el gran héroe africano mostró un fenómeno interesante. Incluso aquellos que lo habían mantenido en la lista de terroristas (hasta el 2008) estaban allí para rendirle homenaje. ¿Hipocresía o un cambio de idea frente a los sobresalientes logros de este hombre? Sólo cada una de las conciencias de esas personas puede responder a tal pregunta.
Pero para otros es fácil. Mandela comenzó con la no violencia, y retornó a ella tan pronto como la consideró una posible estrategia. Él adhirió a los principios de Gandhi y declaró que era su opción preferida para poner fin al régimen del apartheid. Sólo frente a masacres y la aparente imposibilidad de ver otra salida a la situación decidió abandonar el camino de la no violencia, muy probablemente con el corazón doliente.
De todas las estrategias que se utilizaron para acabar con el apartheid mi favorita es la que llamaré ‘la paradoja de Mandela’. Se le ofreció en diferentes etapas dejarlo salir de la cárcel si rompía los lazos con el Partido Comunista, pero aún más importante, si renunciaba a la violencia, suponiendo que el conjunto del CNA iba a seguir su ejemplo. Mandela dijo que no, » sólo una persona libre puede entrar en un contrato.» Esto es resistencia pasiva en su forma más refinada, una de las tácticas más altamente morales en la metodología de la no violencia. Fue utilizada también por Aung San Suu Kyi a quien el régimen militar birmano le ofreció ponerla en libertad si abandonaba el país. Ella se quedó y soportó en total cerca de 15 años de arresto domiciliario. Pero la belleza de la paradoja es que Mandela utilizó la no violencia, al negarse a renunciar a la violencia, algo así como cuando en ciencia ficción se da a un robot maléfico un problema no computable que en última instancia lo lleva a hacer implosión.
Los defensores de la violencia, por supuesto, subrayan que Mandela tomó el camino del sabotaje y también vio la lucha armada como una estrategia valiosa cuando los medios pacíficos fracasan. La batalla de Cuito Cuanavale, en el sureste de Angola, entre las fuerzas armadas de la Sudáfrica del apartheid contra el ejército cubano y las fuerzas angoleñas ha llevado a ambas partes a declararse victoriosas. Pero para Mandela «fue el punto decisivo para la liberación de nuestro continente y de mi gente del flagelo del apartheid». Tal vez desde un punto de vista de la no violencia podría decirse que uno de los problemas que enfrenta Sudáfrica hoy es precisamente la consecuencia de una lucha violenta. No es tan fácil de establecer un régimen sin violencia cuando sólo la violencia es vista como una fuerza efectiva para el cambio.
Tratar de identificar el momento crucial en la lucha contra el apartheid como un evento individual también es problemático, ya que la lucha para acabar con el régimen más racista en la tierra tuvo tantos hilos. “Endgame” (Final del Juego) es una película que describe acontecimientos que tuvieron lugar hacia el final del apartheid. «Una empresa minera británica llamada Consolidated Gold estaba convencida de que sus intereses estarían mejor servidos en una Sudáfrica estable, y sin hacer mucho ruido envían a Michael Young, director de relaciones públicas, para abrir un diálogo extraoficial entre los rivales acérrimos. Forma un brillante pero reacio equipo para abrir el camino a la reconciliación mediante la confrontación de obstáculos que en principio parecían insuperables, Young pone su confianza en el líder del CNA, Thabo Mbeki, y el profesor de filosofía Afrikaaner Willie Esterhuyse. Es la empatía lo que servirá en última instancia de catalizador para el cambio, demostrando ser más poderosa que las bombas terroristas que amenazaban con interrumpir el diálogo pacífico.» (De la nota publicitaria del film). La película, y el libro, hacen hincapié en el proceso de humanización que se da entre las personas que habían completamente objetivado al otro como el «enemigo» en el pasado. Es una joya en cualquier proceso de la no violencia. Pero por supuesto que habría que tenerse en cuenta que el objetivo final era hacer la transición al gobierno de la mayoría sin dañar los intereses de la compañía.
Aquí nos encontramos con otra dificultad en esta transición, que puso fin al régimen, pero aún no ha creado los cambios económicos que acabarían con la pobreza de la mayoría de la población negra. Mandela ha sido acusado de abandonar sus inclinaciones socialistas a favor de permitir al neoliberalismo profundizar su influencia en Sudáfrica. Si se trataba de una estrategia de negociación para evitar un baño de sangre, con la mira en la transformación progresiva en lugar de una revolución, debemos señalar que aunque pueda ser insatisfactoria para muchos marginados sudafricanos, habría salvando de ese modo muchas vidas que se hubieran perdido en una batalla campal, y esto tiene que haber sido una consideración importante.
Durante una demostración en Londres oí un grupo de jóvenes con la cara cubierta cantar «¿Qué queremos? ¡Revolución! ¿Cuándo la queremos? ¡Ahora!» A lo cual otro grupo le respondía, «¿Qué queremos? ¡Cambio gradual! ¿Cuándo lo queremos? ¡A su debido tiempo!»
Mandela pudo haber sido consciente también del «Síndrome de Akhenaton», ya que muchas veces los cambios radicales se invierten cuando la persona que lleva a cabo las reformas desaparece.
Para muchos el funeral de Mandela fue una oportunidad de hacer cosas impensables en el rígido sobre-planificado protocolo diplomático. Obama estrechó la mano de Raúl Castro y tomó auto-fotos gracias a la nueva tecnología de los teléfonos.
El traductor para sordos resultó ser inadecuado, tal vez incluso un enfermo mental que no hacía gestos inteligibles, y aficionados a la informática hicieron un video de cómo los informes de Mandela habrían sido si hubiera vivido más en torno a la época de las redes sociales.
Las sanciones internacionales tuvieron su efecto para terminar con el apartheid, los boicots académicos y en el deporte también ayudaron, y la promesa de la Verdad y la Reconciliación del Ubuntu en lugar de la Venganza de Hammurabi/Hollywood humanizaron a todos los bandos. Debemos estar agradecidos por su larga vida entre nosotros porque nos dio el mejor ejemplo, no porque ganó, sino porque nunca cejó en su intento.