Doce historias de acciones que pueden ser inspiradoras hoy para desobedecer la nueva Ley de Seguridad Ciudadana con humor, belleza, movilidad y un poquito de camuflaje.
El objetivo de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana es muy simple: proscribir la política, criminalizándola. Poner fuera de circulación todo lo que no sea la política de los políticos: esa idea tan raquítica de la democracia según la cual la capacidad de decisión es monopolio de los partidos, la voz pública es monopolio de los expertos y el papel de la ciudadanía es votar cada cuatro años.
En las redes sociales la Ley se ha bautizado inmediatamente como “ley anti-15M”. En efecto, la medida no observa el carácter abstracto y general de una Ley, sino que se dirige muy concretamente contra las formas que ha adoptado en la calle la política ciudadana desde hace dos años y medio: 15M, mareas, PAH… Las críticas hacia el 15-M decían que era una cosa floja e inofensiva, pero ahora se puede ver muy claro el desafío que suponen para los poderes sus modos de acción a un tiempo abiertos, creativos e incluyentes.
Desde luego no es la primera vez en la historia que la política -esto es, la activación de la gente para discutir y decidir sobre la vida en común- se encuentra amenazada: dictaduras, regímenes autoritarios y leyes represivas, gestión policial de los espacios, etc. ¿Qué hacer, cuando la confrontación abierta y frontal no es posible o no es la mejor opción (porque es inútil, porque produce desánimo y enronquece la voz, porque sólo acarrea una espiral de heridos, detenidos, etc.)?
En otras situaciones, muchas veces infinitamente más duras que la nuestra, la gente se las ha ingeniado para desactivar leyes y situaciones represivas desde las sutilezas de la inteligencia y la imaginación. Aquí te proponemos doce historias de acciones que pueden ser inspiradoras hoy, para desobedecer la nueva Ley con humor, belleza, movilidad y un poquito de camuflaje.
Humor (o cómo decir sin decir lo que no se puede decir)
1. Fuck Communism en USA
En los Estados Unidos de los años 60 había dos palabras prohibidas. Una, literalmente, la palabra «fuck«. Decirla o escribirla podía acarrear multas y hasta penas de cárcel. Otra, cultural y simbólicamente, la palabra “comunismo”. El gran tabú, el fantasma que el Comité de Actividades Anti-Norteamericanas había decidido erradicar (amplificándolo, al considerar a todo el mundo sospechoso).
Los yippies, el grupo de activismo creativo liderado por Abbie Hoffman y Jerry Rubin, decide hacer algo al respecto y organizan una campaña (pegatinas y carteles por toda la ciudad) con el siguiente eslógan: «fuck communism«.
Decir lo prohibido sin decirlo, evitando la censura y la criminalización, buscando la complicidad del espectador inteligente que sabe leer entre líneas y apreciar el ingenio de la operación.
Para seguir investigando: «Los yippies en nueve palabras clave»
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2. La Alternativa Naranja en Polonia
En la década de los 80, enfrentarse al régimen comunista polaco requería de mucho valor e ingenio. De lo contrario, con mucha probabilidad uno daba con sus huesos en la cárcel para toda la vida o algo mucho peor. Los miembros de Pomaranczowa Alternatywa (Alternativa Naranja) se destacaron por su uso creativo del absurdo y el sinsentido en las protestas.
Comenzaron su trayectoria pintando enanos sobre las manchas de pintura que cubrían en las paredes los graffittis contra el gobierno. Los enanos presentes por doquier se convirtieron muy pronto en símbolos de la disidencia polaca, cobraron vida y centenares de personas disfrazadas de enanos naranjas comenzaron a manifestarse por las calles exigiendo cosas como la dimisión de Gargamel (!).
Así, mediante el uso de la alegoría y la metáfora, diciendo sin decir, lograron llevar a cabo decenas de protestas sin correr el riesgo de ser detenidos o, por lo menos, de ser detenidos sin que las autoridades del régimen se convirtiesen automáticamente en un hazmerreír: ¿o es que acaso se le puede seguir tratando con respeto a un oficial de policía tras ver que detiene a un manifestante “por participar en una reunión ilegal de los enanos”?
Para seguir investigando: página de la Alternativa Naranja en Wikipedia (en inglés)
3- El Tighty-whitie Block en Nueva York
Unos días antes del comienzo de las movilizaciones contra el World Economic Forum en febrero de 2002, el alcalde de Nueva York desempolva una antigua ley (¡escrita en 1847!) que prohíbe el uso de máscaras durante cualquier acto público. La aplicación de la ley persigue un claro objetivo: permitir a la policía realizar a sus anchas un archivo fotográfico de los manifestantes.
Los New Kids on the Black Block, un grupo de activistas antiglobalización expertos en tácticas de guerrilla de la comunicación, leen con atención la ley. Lo que allí dice es, literalmente, que queda tajantemente prohibido “el uso de toda máscara”. Pero, con un poco de creatividad, hay muchas cosas que pueden llegar a desempeñar las mismas funciones… Y así es como nace el Tighty-whitie Block.
«Tighty-whities” es como llaman los americanos a los calzones blancos de toda la vida. En pocas horas, los New Kids se hacen con un montón de estos calzoncillos (más de mil), les imprimen cientos de mensajes subversivos y los reparten entre los manifestantes. Además, confeccionan una pancarta-gallumbo gigante a modo de insignia para todos aquellos que desean –o necesitan– manifestarse de manera anónima, aunque sea con un calzón en la cara.
Los calzoncillos tighty-whities no son máscaras, así que poco o nada puede hacer la policía al ver desfilar con ellos a cientos de personas el día de la manifestación. No pueden ni detener ni, mucho menos, ampliar su archivo fotográfico, ¡cómo hubiesen quedado esas fotos!
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Camuflaje (o cómo romper las reglas de juego desde dentro)
4. El movimiento 501 en Argentina
En Argentina el voto es obligatorio, pero el Código Electoral Nacional exime de la obligación a quienes se encuentran a más de 500 kilómetros de su domicilio. En 1999, un grupo de jóvenes invitó a todos los desafectos a las rutinas electorales a trasladarse el día de la votación a 501 kilómetros de su lugar de residencia, como un modo de decir colectivamente que el sentido profundo de la democracia no puede reducirse a elegir cada cuatro años entre opciones prácticamente intercambiables entre sí.
Quienes participaron certificaron en comisaría que el día de las elecciones estarían a 501 kilómetros de su lugar de residencia y se organizaron viajes colectivos y gratuitos desde Buenos Aires a la Sierra de la Ventana donde se celebró un encuentro. Por supuesto fueron acusados de “antipolíticos”, “antidemocráticos”, blablabla. Pero ellos respondieron, en su “Carta a los votantes”, que en el kilómetro 501 empezaba en realidad a recuperarse el sentido auténtico de la democracia, que no es la simple gestión de lo Inevitable y Necesario, sino la transformación de lo existente entre todos y para todos.
Para seguir investigando: «El movimiento 501, la «Carta a los votantes» y la spanish revolution»
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5- Los Sex Pistols sobre el río Támesis
Mediados de 1977, el Jubileo de la Reina Isabel de Inglaterra está próximo y el gobierno y la Casa Real quieren evitar a toda costa cualquier acto crítico. Es por eso que toda actuación de los Sex Pistols, autores de la canción “God Save the Queen”, queda terminantemente prohibida en suelo inglés.
La reacción de la banda punk a la prohibición es ya célebre. Lejos de tirar la toalla, los Pistols alquilan un barco al que bautizan precisamente “Queen Elizabeth” y el 7 de junio, el mismo día del desfile real, organizan un concierto en mitad del río Támesis. Al fin y al cabo, la ordenanza gubernamental prohibía únicamente las actuaciones en suelo inglés, no decía nada acerca del agua.
La repercusión mediática de esta actuación fue tal que, esa semana, el single “God Save the Queen” alcanzó el número uno de la lista de los más vendidos en todo el país. Sin embargo, como estaba prohibida, la canción no pudo ser anunciada por televisión ni pinchada por ninguna emisora de radio. Aquella fue la única vez en la historia que no ha habido canción número uno.
6- La Revolution Through Social Networks en Bielorrusia
En julio de 2011, la frustración por la crisis económica en Bielorrusia llega a su punto álgido. El régimen autoritario del presidente Alezander Lukashenko había prohibido cualquier tipo de protesta y la policía reprimía toda expresión de disidencia. En respuesta a esta situación, aparece la “Revolution Through Social Networks”, un llamamiento público a reunirse en las calles y aplaudir; o a hacer sincronizar sus teléfonos móviles y hacerlos sonar a la vez. Así, de este modo tan aparentemente inofensivo, miles de personas logran convertir unos simples gestos cotidianos en potentes expresiones de disidencia.
Un vídeo sobre las acciones en Bielorrusia
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Movilidad (o cómo no ofrecer un blanco al adversario)
7. Lavapiés 15 en Madrid
Lavapies 15 fue una casa okupada en la calle y número que indica su nombre del madrileño barrio de Lavapiés durante el año 96. A los seis meses de existencia recibió la orden de desalojo. Los habitantes de Lavapiés 15 sellaron la puerta y simularon parapetarse dentro, el procedimiento ortodoxo de autodefensa de las casas okupada por aquel entonces (heroico quizá, pero a la postre inútil y muy frustrante).
Así, mientras un destacamento de cien agentes de policía y un helicóptero rastreaban la casa buscando a los okupas, ellos huyeron por los tejados dejando en evidencia el desmesurado e injustificado despliegue represivo. Se cuenta incluso ¡que observaron su propio desalojo en la puerta con los demás curiosos!
«Resistir no equivale a sufrir, también la burla es una forma de lucha”, dijeron para explicar su gesto.
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8- Día Nacional de la Protesta en Chile
Chile, julio de 1983. La dictadura de Pinochet cumple diez años y los trabajadores de las minas de cobre lo celebran organizando una huelga nacional. Las minas de cobre representan entonces la columna vertebral de la economía del país, así que la respuesta del dictador se hace notar enseguida: cientos de militares y policías de diferentes cuerpos rodean las minas con orden de disparar sobre todo aquél que secunde la huelga. El derramamiento de sangre parece inevitable. Y, sin embargo, no sucede así.
Apenas un día antes del inicio de la huelga y, repentinamente, los portavoces y líderes del movimiento obrero deciden cambiar de estrategia. En vez de insistir en el paro de las minas como única vía de protesta, convocan ahora a la primera Jornada de Protesta Nacional, un día repleto de muchas acciones descentralizadas a lo largo del todo el país. Dicho llamamiento animaba a la gente a, por ejemplo, conducir sus automóviles a velocidad muy lenta por las autopistas y principales calles chilenas con la intención de provocar un multitudinario atasco en todo el país; o a encender y apagar una y otra vez las luces de su hogar; o a golpear sus cacerolas y sartenes ininterrumpidamente en cuanto cayese la noche. Y así fue como nació el cacerolazo, un modo de protesta todavía vigente en la actualidad.
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9. La (no) batalla de la puerta del Sol
El martes 2 de agosto de 2011, la policía desaloja de muy malos modos los restos de la acampada de Sol y el punto de información que allí había dejado el movimiento 15M, arrancando y arrojando a un contendor de basura la hermosa placa que decía “Dormíamos, despertamos. Plaza tomada”. Miles de madrileños se sienten entonces borrados del mapa y se autoconvocan espontáneamente para reconquistar la plaza.
Cordones de policía apostados en cada una de las arterias de la plaza les cierran el paso, mientras decenas de “lecheras” custodian un espacio desierto. De pronto un grito: “ciao, ciao, ciao, nos vamos a Callao”. La consigna prende. En lugar de hacer frente, los manifestantes dan la espalda. Cambio de perspectiva, cambio de escenario, cambio de interlocutores, cambio de afectos. Ya no se grita la rabia a la policía impasible, sino que el 15-M se hace presente por toda la ciudad. Se transforma una situación de impotencia en potencia. Alegría del regate.
La guarnición de policías de Sol se queda encerrada en su trinchera, protegiendo el vacío. Un día, dos días, tres… El dispositivo es insostenible y finalmente se desmonta cuatro día después. Y la noche del viernes 5 la gente entra de nuevo feliz en la plaza liberada en una gran manifestación.
Un texto que escribimos entonces: «Lawrence de Arabia y la (no) batalla de Sol»
[image src=»http://www.pressenza.com/wp-content/uploads/2013/12/batalla-Sol-vista-Enrique-Flores_EDIIMA20131206_0304_5.jpg» width=»643″ height=»467″ title=»La (no) batalla de Sol, vista por Enrique Flores Leer más: Doce acciones inspiradoras para burlar la nueva Ley de Seguridad Ciudadana http://bit.ly/1ckiGgV» lightbox=»yes» align=»left»]
Belleza (o cómo el arte desarma la fuerza bruta)
10- El pianista de Gezi Park (Estambul)
Antes del definitivo desalojo del parque Gezi en Estambul, durantes las protestas de junio, el presidente Erdogan había dado un ultimátum a los manifestantes.
Y se cumplió a las siete de la tarde del 12 de junio. Todo estaba preparado para el ataque de la policía: la enfermería, las máscaras de gas, los medios de comunicación, las barricadas… Pero cuando empezaron los primeros enfrentamientos, las primeras bombas de gas, entonces empezó a sonar algo que no erán cánticos de guerra ni disparos, sino música: “Let it be”, de los Beatles, un piano que había aparecido de la nada y un chico delgado con nariz ganchuda y sombrero que tocaba “Imagine” de John Lennon y el Bella Ciao. Y entonces todos dejaron lo que estaban haciendo y se fueron acercando: se sentaron, aplaudieron, cantaron juntos.
El pianista era un alemán, de origen italiano, que estaba viajando por Europa para transmitir un mensaje de paz. El piano lo había construido él mismo y afirmaba que su música calmaba a los policías y, de alguna manera, protegía a los manifestantes. Erdogan no se atrevió a aplastar esa comunidad en torno a la música. Hubiera sido una imagen brutal que recorrería el mundo.
(Y aquí la Solfónica produciendo el mismo efecto durante la huelga general del 14-N de 2012).
Lo que has leído es un fragmento de la crónica que escribió nuestro amigo José Fernández-Layos aquellos días desde Estambul: «Miles de pianistas en las barricadas»
11- «Standing Man” en Estambul
Cuando al fin Erdogan atacó un día de forma inesperada el parque Gezi y consiguió desalojarlo, amenazó con que cualquier persona que intentase entrar en Taksim (la plaza situada al lado del parque) sería considerado terrorista. Miles de personas intentaron entrar a base de ataques frontales y barricadas, pero fue en vano. Hasta que un hombre pasó inadvertido como un turista más, sin máscara de gas ni pañuelo que tapase su cara, y se puso frente al edificio Atatürk, y se quedó allí quieto, durante horas. Se convirtió en trending topic en twitter y la policía le detuvo, pero ya era tarde: muchos más “standing man” o “personas quietas” como él replicaron su acción en un goteo incesante en esa plaza y otras. Poco a poco, volvieron a tomar Taksim. Parecía difícil justificar de cara a la opinión pública que eran terroristas, cuando todo el mundo podía ver que eran personas que simplemente estaban ahí quietas… y sin embargo, todos sabían que estaban desafiando al Gobierno.
Lo que has leído es un fragmento de la crónica que escribió nuestro amigo José Fernández-Layos aquellos días desde Estambul: «El espíritu de Gezi y los hombres quietos»
12- Los Reflectantes en Barcelona
En torno al primer aniversario del 15-M, el poder había activado la vía de la represión y la criminalización para acabar con la protesta en calle. Entrar en esas dinámicas vacía la calle de pluralidad, “des-democratizando” la protesta hasta que sólo quedan grupos pequeños y muy homogéneos, fácilmente identificables y codificables. Ahí surgen entonces Los Reflectantes diciendo: “no vamos a jugar en ese juego, rompamos los códigos”.
Los Reflectantes parecen superhéroes salidos de un cómic de Marvel, pero se trata de gente corriente aunque con dos cosas o tres fuera de lo normal: su traje brillante hecho con papel de aluminio, el Rayo reflectante y el Reflectocubo.
Utilizado correctamente, el Rayo reflectante sirve para reflejar la luz del sol sobre las cámaras de la policía que graban a los manifestantes. Por otra parte, el Reflectocubo puede usarse de dos maneras distintas: como elemento lúdico en cualquier manifestación que se torne aburrida y como antídoto contra cargas policiales.
Este segundo uso del Reflectocubo se puso en práctica por primera vez en Barcelona, durante la pasada Huelga General del 14-N. La manifestación multitudinaria de la mañana había concluido ya cuando la policía asaltó Plaza de Cataluña golpeando con sus porras a todo aquél que encontraba en su camino. Cundió el pánico. La gente huyó despavorida en dirección a Paseo de Gracia y justo entonces hizo aparición el Reflectocubo. Tras un buen rato forcejeando con él, los antidisturbios decidieron quitárselo de encima empujándolo de vuelta hacia el lado de los Reflectantes, quienes se lo volvieron a enviar provocando una espacie de ping-pong absurdo que transformó el ambiente de la plaza radicalmente: del pánico a la juerga en menos de un minuto .
Para seguir investigando: «Antes éramos invisibles, ahora somos reflectantes»
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Esta primera recopilación ha sido realizada por Leónidas Martín Saura (colectivo Enmedio) y Amador Fernández-Savater, con la ayuda imprescindible de Sabino Ormazábal y sus tábanos, Juan Gutiérrez, Frauke Schultz, Lawrence de Arabia, Nuria Campabadal, Beautiful Trouble, José Fernández-Layos, Margarita Padilla y Franco Ingrassia.
Los fundamentos de la guerrilla-movimiento son en definitiva dos: la movilidad, como mejor arma de defensa; y el pensamiento, como mejor forma de ataque. Sustraerle los blancos al enemigo y convertir a cada individuo en simpatizante y amigo son las claves de la victoria