Naciones Unidas cierra 2013 centrada en la solución pacífica de los conflictos en Siria, Sudán del Sur y la República Centroafricana, donde se reportan miles de muertos y desplazados.
En el caso del país árabe, dirige sus esfuerzos hacia el éxito de la segunda conferencia internacional de Ginebra para la salida política a la crisis, foro previsto a partir del próximo 22 de enero con la participación de unas 40 delegaciones, entre estados y organizaciones.
Después del anuncio de la fecha y los invitados, la ONU concentra su gestión en garantizar el compromiso de los asistentes con la búsqueda de la paz en Siria, donde rebeldes y mercenarios armados y financiados desde el exterior tratan de imponer allí el cambio de régimen promovido por Estados Unidos y sus aliados.
Según Naciones Unidas, la conferencia tendrá como protagonistas a los representantes del gobierno y las facciones opositoras, estas últimas en dificultades para llevar una agenda y posturas únicas, como resultado de sus pugnas internas.
Para el enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Lakhdar Brahimi, urge que los antigubernamentales se pongan de acuerdo antes del foro, en el cual la Organización cifra sus esperanzas de resolver un conflicto al que atribuye 100 mil muertos y ocho millones de desplazados, dos millones de ellos hacia el extranjero.
Brahimi también espera para los próximos días la relación de los participantes sirios en el encuentro, denominado Ginebra II, en aras de realizar contactos preliminares de cara a su realización en dos etapas, la instalación en Montreux el 22 de enero y las conversaciones a partir del 24 en la sede de Naciones Unidas en Ginebra.
Otro tema del que se aguardan noticias antes de finalizar 2014 es la presencia o no de Irán en la reunión, convocatoria a la que Estados Unidos se opone, mientras la ONU considera que Teherán debería acudir, por su peso en la política regional.
Ginebra II despierta expectativas, pero también dudas, ante el interés de Washington y sus aliados occidentales y árabes de convertirla en un espacio para sacar del poder al presidente Bashar al-Assad, lo cual Damasco considera una injerencia en los asuntos internos sirios.
En el caso de Sudán del Sur, el accionar de Naciones Unidas se centra en dos direcciones, una ofensiva diplomática para garantizar el refuerzo militar de su Misión de Asistencia (Unmiss) y el llamado al presidente Salva Kiir y sus principales opositores a sentarse en la mesa de diálogo.
El país más joven del planeta -se independizó de Sudán en 2011- sufre una escalada de violencia, desde que el 15 de diciembre estallaran en su capital Juba combates entre facciones del Ejército, calificados por Kiir de “intentona golpista”.
Al menos un millar de personas perdieron la vida y casi 100 mil dejaron sus casas desde entones, un escenario que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, considera “muy preocupante”, “ante reportes de asesinatos extrajudiciales, casos de ataques étnicos y otras violaciones de los derechos humanos”.
El Consejo de Seguridad aprobó el pasado martes una solicitud de Ban de elevar la capacidad militar de la Unmiss en el terreno, con el objetivo de cumplir su mandato de protección a civiles, luego de la diseminación de los enfrentamientos.
La resolución del Consejo fijó un límite de 13 mil 823 uniformado para la Misión, lo cual implica cinco mil 500 militares y 440 policías adicionales, además del envió de medios aéreos.
De acuerdo con la jefa de la Unmiss y enviada especial del secretario general en Sudán del Sur, Hilde Johnson, se espera que este fin de semana lleguen los primeros refuerzos humanos y materiales, aunque sin ofrecer más detalles.
Johnson ratificó este jueves la convocatoria de Naciones Unidas a detener las hostilidades y establecer conversaciones.
En una videoconferencia con periodistas acreditados en ONU, la funcionaria dijo desde Juba a Prensa Latina que pese a no existir aún señales de alto el fuego, están en marcha gestiones de varios países africanos para poner fin a la crisis política mediante la negociación.
Respecto a la República Centroafricana, Ban reiteró la víspera sus preocupaciones por la continuidad de la violencia inter-comunitaria, que comenzó el año pasado y se agravó en marzo último con el golpe de Estado de los rebeldes Séléka contra el entonces presidente, François Bozizé.
Cientos de muertos y decenas de miles de desplazados es el saldo del conflicto en su escalada de este mes, a partir de enfrentamientos entre milicias, escenario que motivó la huida de civiles temerosos de los actos de venganza de antiguos Séléka (mayoritariamente musulmanes) y anti-Balaka (grupos armados cristianos).
Pese a la intervención militar francesa y el accionar de la Misión pacificadora africana (Misca), la crisis prosigue, y según la ONU ha complicado la situación humanitaria del empobrecido país, donde dos millones 300 mil personas, la mitad de su población, necesitan inmediata asistencia.
Ban solicitó a los habitantes de la República Centroafricana cooperar con la Misca y las tropas francesas, así como a las autoridades de transición locales cumplir con su responsabilidad de proteger a los civiles.