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Los datos son demoledores luego de las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejerías regionales del 17 de noviembre en Chile. La abstención se situó en el 50,7 %, ya que sólo participaron seis millones y medios de electores, de un total que supera los 13.500.000 millones de ciudadanos.
Gracias al marketing electoral, Michelle Bachelet pudo ganar 870 mil votos más, en comparación con los 2.139.472 obtenidos en la primaria de la Concertación del pasado 30 de junio, mientras que en esta primera vuelta logró 3.070.012 votos, o sea, casi el 22,6% de la población chilena le ha dado su respaldo bajo la lógica de los 13.500.00 millones electores, a pesar de que el país no se cuenta con un censo concreto, que podría elevar esta cifra a los 16 millones de electores.
Cualquier postulante, de captar la cantidad de votos expresados en la abstención, podría haberse encargado del poder Ejecutivo en esta oportunidad, hecho que muestra una evidente crisis institucional en Chile, ya que la desconfianza de la ciudadanía es enorme respecto de darle su apoyo o cheque en blanco a los personajes de la política contingente, y eso se manifiesta, por ejemplo, en las redes sociales, las que de haber ido a votar, habrían dado vuelta cualquier pronóstico de las fracasadas encuestas de opinión, las que una vez más no acertaron en sus adivinanzas.
Esto podría ser la antesala de un mayor disconformismo social, el que podría llevar a multiples conflictos a partir desde el 11 de marzo de 2014, dado que reivindicaciones como: salud gratuita, la renacionalización del Cobre y de otros recursos naturales, el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios, la Asamblea Constituyente, una nueva Constitución, y la educación pública, gratuita y de calidad, no están incorporadas en el programa de la Concertación, llámese Nueva Mayoría, tareas que Chile debe realizar para su posterior desarrollo como nación. De esta forma, las reivindicaciones sociales quedarán nuevamente relegadas bajo el sistema binominal, el que deja conforme a la Nueva Mayoría por sus resultados obtenidos en el Legislativo: Senado y Cámara Baja de diputados, nichos en los que no lograron una amplia ventaja para implementar las reformas que la ciudadanía espera que se hagan, tales como disminuir el gran poder que tienen las megacorporaciones y transnacionales por sobre la población, como son las AFP e Isapres, las pesqueras, hidroeléctricas, forestales, mineras, así como los reyes del lucro en la educación.
Nuevamente, y a partir de este papelón protagonizado por los partidos políticos tradicionales, en que la ciudadanía los ha humillado, o más bien, despreciado, partidos como la Democracia Cristiana han puesto el grito en el cielo y planteado que el voto debería ser obligatorio nuevamente, hecho que tendrá negativas consecuencias en el electorado de ser sacarlo a la vía pública para hacerlo votar bajo sanciones económicas, pues ya no pasan desapercibidos los partidos que promueven sus mociones en la esfera pública.
Las candidatas Michelle Bachelet y Evelyn Matthei, solamente contarán con los votos emitidos en la primera vuelta, por lo que es es evidente el final de esta teleserie en la que el fantasma de la abstención se volverá a repetir, advirtiéndose que será mucho más cuantioso, porque los votos de candidatos como Marco Enríquez-Ominami, Marcel Claude, Roxana Miranda y Alfredo Sfeir, no estarán presentes ni en Bachelet ni en Matthei.
Ahora sólo queda sumar y restar cuánto sacaron quienes pasaron a la segunda ronda, y el resto será fácil de calcular, pero lo importante es saber que con menos del 25% de representatividad no se gobierna de forma estable ni menos se puede tener una administación dirigible para quien gane esta mano. No le espera precisamente el paraíso a la candidata ganadora, muy por el contrario, las demandas sociales son urgentes, más todavía cuando la calidad de vida que tiene el chileno medio no es buena: con deudas, mala alimentación, sueldos bajos, alzas en los precios de los productos de consumo familiar medio, alzas en los servicios básicos, educación a precio de países europeos y con salarios de país subdesarrollado. Si no se mejora esta situación, Chile continuará siendo el globo de helio que empezó a inflar la dictadura y sus herederos, vendiéndolo con gran marketing de nación exitosa en el exterior, pero fracasada en sus cuatro paredes, el que puede reventar socialmente con absoluta pomposidad, y ahí la vendrán los lamentos y rechinar de dientes por el dinero que se gastó en maquillar la fachada, cuando muy bien se pudo invertir en la felicidad de un pueblo que todavía espera realizarse.
La improvisación de volver al voto voluntario no hace nada más que poner en evidencia la invalidez del actual sistema político creado por la dictadura de Augusto Pinochet, sostenido sólo por sus socios que llegaron al poder de su mano, en versiones concertacionista o derechista, quienes hacen todavía hacen comulgar a los chilenos con ruedas de carreta.
Periodista y analista internacional para HispanTV