El Alca fué una iniciativa del Gobierno de Estados Unidos, promovida por empresas transnacionales estadounidenses, que pretendía crear el más grande bloque comercial en el mundo, que abarcaría desde Alaska hasta Tierra del Fuego.
La misma fue lanzada en 1994 en la Primera Cumbre de las Américas, realizada en Miami, EEUU, y de inmediato se inició un proceso de negociaciones con los países de la región, que incluían temas económicos (por la naturaleza del bloque), pero además militares y políticos.
Entre otras cosas, el Alca buscaba: generar acuerdos internacionales que limitaran la capacidad de acción de los gobiernos nacionales sobre su propia economía, medio ambiente y sociedad; crear normas comerciales supranacionales que limitaran la capacidad de acción y control de los gobiernos nacionales sobre las actividades de los inversores; así como beneficiar a las transnacionales con acuerdos que redujeran los costos salariales e impositivos de las corporaciones al mínimo.
También incluía que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial continuaran con la aplicación de programas de “ajuste estructural”, un eufemismo que incluía recortes sociales y económicos en los países endeudados para garantizar el pago de los intereses sobre deudas que nunca podrán saldar.
El encuentro popular en Mar del Plata marcó la continuada elección de gobiernos progresistas en la región: “Los pueblos ya no aceptan aquí presidentes entreguistas, ni presidentes arrodillados al imperialismo. Los pueblos piden verdaderos líderes”, dijo el líder bolivariano también en ese entonces.
Hasta el momento de la Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata habían sido electos Chávez en Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina y Luiz Inácio Lula Da Silva, en Brasil. A estos se unieron a partir de 2006, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, Tabaré Vázquez y José Pepe Mujica en Uruguay, Manuel Zelaya en Honduras, entre otros.
Hace 8 años el estadio José María Minella de Mar del Plata, Argentina, se colmó de miles de latinoamericanos que se congregaron para hacer oír su voz de rechazo a las políticas imperialistas que por años rigieron en la región y respaldar a los nuevos Gobiernos de izquierda que se levantaban en el continente.
Era la Cumbre de los Pueblos, paralela a la IV Cumbre de las Américas, que se realizaba en esa ciudad balneario del sureste de la provincia de Buenos Aires, Argentina.
De la Cumbre de las Américas, a la que asistió el entonces presidente estadounidense George W. Bush, sólo quedaba una declaración dividida, por un lado la posición de Washington junto a Panamá, y por otro, los países miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur) junto con Venezuela, que se resistían a la continuidad de políticas impuestas por Estados Unidos.
En el recinto ya estaban alrededor de 40.000 personas, entre ellos las Madres de la Plaza de Mayo, el Premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, artistas como Silvio Rodríguez y Manu Chao, agrupaciones de campesinos, indígenas, sindicatos y fuerzas políticas de izquierda.
El objetivo de ese encuentro era enterrar -como lo dijo el propio Chávez- el Área de Libre Comercio de las Américas (Alca), que impulsaban Estados Unidos y Canadá; y decir basta a las políticas de Bush.
Al momento de tomar la palabra, Chávez, en un discurso vehemente, explícito y revolucionario dijo; “Hoy cada uno de nosotros trajo una pala, una pala de enterrador, porque aquí en Mar del Plata está la tumba del Alca. Vamos a decirlo: ¡Alca, Alca, al carajo!, ¡Alca, Alca, al carajo!”, expresó con fuerza Chávez, quien fue seguido de inmediato por la multitud que lo escuchaba.
“¿Quién enterró al Alca? Los pueblos de América enterramos al Alca, hoy, aquí en Mar del Plata”, prosiguió.
En su discurso, que era interrumpido por momentos por los asistentes con cánticos anti-Bush y antiimperialistas, Chávez señaló: “Fíjense en una cosa, el Alca está muerto, pero eso no quiere decir que el capitalismo esté muerto, insisto en esa idea, al próximo que vamos a enterrar es al capitalismo, ese es el próximo”.
En la IV Cumbre de las Américas, celebrada el 4 y 5 de noviembre de 2005 en Mar del Plata, la instrucción de Néstor Kirchner fue clara: “Cuando yo necesite que tú hables, te voy a dar la palabra sin que me la pidas”. Hugo Chávez, presidente de Venezuela, respondió que sí, que contara con eso, que él hablaría cada vez, durante quince, veinte o treinta minutos: los que hicieran falta. El objetivo era “derrotar por cansancio”
“Néstor es un buen conspirador”, confesó Chávez -días más tarde y entre risas- para elogiar a uno de los artífices de la derrota propinada al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), una propuesta que intentó imponer Estados Unidos en la región durante esa cumbre presidencial, pero que encontró la resistencia de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela.
La batalla fue dura y se llevó más de ocho horas, con amenaza de postergarse todo el tiempo.
“Éramos un grupito de mosqueteros contra un batallón dirigido por Bush. Sólo Néstor, Lula (Luiz Inácio), Tabaré (Vásquez), Nicanor y yo”, contó Chávez el 13 de noviembre de ese año.
La postura de países como Estados Unidos y Canadá era presionar la aprobación del ALCA por mayoría simple, y evitar a todo costo la búsqueda de por consenso. Pero mientras pasaban las horas, Kirchner recurría al apoyo de Chávez para ganar tiempo y restarle energía a los oponentes: “Cuando yo hablaba, Bush se paraba. No le gustaba escucharme”, recordaría luego el mandatario venezolano en su programa dominical.
Fidel se volvió loco
Años antes, en otra cita similar a la de Mar del Plata, Chávez no había contado con el apoyo de ningún compañero o estratega. Su voz disonante en el concierto pro-libre comercio fue una osadía, una “excentricidad” que quedó asentada en letra “chiquitica”
En esa oportunidad, su crítica al ALCA fue la única nota discordante; Cuba, que había sido excluida de las Cumbres de las Américas por Estados Unidos, no podía asistir. “Allí yo pude conocer la soledad”, narraría Chávez años más tarde, en una universidad de Uruguay.
“La única mano que se levantó en esa cumbre para decir ‘no’ y pedir que lo dejaran asentado en el documento del Alca fui yo”, dijo el líder bolivariano. Chávez no sólo pedía que quedara fijada la abstención de Venezuela, sino el rechazo rotundo de Caracas a esa iniciativa imperialista.
De regreso a Caracas, Chávez se detuvo en La Habana para hablar con el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, al finalizar ese diálogo, detalló Chávez, Fidel lanzó una sentencia firme: “Nuestra gran batalla es derrotar el ALCA. Lo derrotaremos”. Y el líder bolivariano, incrédulo tras su desoladora experiencia en Quebec, dijo para sí: “Fidel se volvió loco”.
Fracaso previsto
Las diferencias que salieron a flote durante el debate en Mar del Plata, obviamente, no se resolvieron. Y es que ya antes de ser expuestas, su resolución estaba destinada al fracaso. Ese vaticinio llegó a oídos de Chávez en voz de su canciller, Alí Rodríguez Araque, quien le adelantó -la misma madrugada de la cita de mandatarios- que los ministros de Exteriores no habían logrado ponerse de acuerdo en torno al documento que elevarían al cónclave presidencial.
«Ellos sabían que difícilmente habría consenso en la reunión de presidentes. Todo el mundo sabía que los cancilleres habían estado trabajando hasta la madrugada. Por eso fue que, con Estados Unidos a la cabeza, trataron de lanzar una propuesta para revivir el ALCA, que estaba muerta y sigue muerta. El ALCA es imposible”, rememoró Chávez.
La intención de las potencias hegemónicas fracasó y sus presidentes decidieron abandonar la reunión. Los mosqueteros permanecieron en el recinto y Chávez, como relataría días más tarde, tomó su determinación de “estar ahí rodilla en tierra hasta el final. Yo no me iba de allí hasta que terminara todo eso y apagaran la luz”. El saldo de esa cumbre fue apenas una declaración dividida.
Para celebrar con el pueblo la victoria de la región, Chávez se dirigió al estadio José María Minella, acompañado por el entonces candidato a la presidencia de Bolivia, Evo Morales, y el futbolista argentino Diego Maradona. Al llegar, se encontraron con más de 40.000 asistentes, pertenecientes a los movimientos sociales de todo el continente, quienes corearon a voz en cuello la sola consigna propuesta por el líder bolivariano: “¡Alca, Alca, al carajo!”. Al final, Fidel no estaba loco y tuvo razón.
Del Alca al Alba y la Unasur
El entierro del Alca también constituyó la consolidación de organismos regionales, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), nacida en 2004 gracias a Cuba y Venezuela.
Asimismo, se dio vida a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); y en materia energética se concretó Petrocaribe, creada en 2006.
Y más adelante, para unir a América del Sur con América Central y el Caribe, se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), cuyo alumbramiento fue en Caracas, a principios de diciembre de 2011.
Fuente: (AVN). Agencia Venezolana de Noticias