Mario Aguilar Arévalo es un hombre carismático. Estudió Pedagogía en Educación Física en el entonces Instituto Pedagógico y pese a haber logrado una beca de deportista destacado, ingresó a la universidad con el puntaje PSU. Se especializó en la Universidad de Chile con un Magíster en Educación.
Dice no haberse arrepentido ni por un segundo de haber elegido esa vocación. Varonil, atractivo e interesante, cautiva elogios políticos pero también piropos de todo tipo entre las mujeres del gremio; la amplia mayoría de mujeres que ejercen la docencia, sostienen sus hogares, hacen dos y tres jornadas de trabajo, dedican sus tiempos libres a preparar clases, entre tareas domésticas y labores del rol. Esas mujeres que son la mayor fuerza votante del gremio y que quieren cambios reales, que signifiquen en sus vidas una diferencia. Por eso apuestan por este movimiento, encarnado en ese galán afable, pausado e inteligente, que apuesta por cambios largamente esperados en esta asociación gremial con enorme protagonismo.
No es un rostro nuevo. Lleva varios años en la dirigencia del Colegio de Profesores de Chile, pero representa una nueva mirada sobre la educación y sobre el gremio. Esa visión está plasmada en una propuesta que aborda los grandes temas que afectan la calidad profesional y personal del colectivo docente. Sin aspavientos, ni demagogia, ni grandilocuencia, de manera próxima y humana, Refundación aspira a influir en las políticas educativas desde un gremio fortalecido por la conciencia de su rol, dignificado en su ejercicio, pero fortalecido también con la acción, la movilización, el ejemplo activo.
Cuesta pillarlo, pero es un hombre disponible. Responde el teléfono con tranquilidad. Recibe en su oficina con calidez. Se relaciona con su equipo con empatía, todas claves de las relaciones humanas que hacen la diferencia. Sin premura, pero sin perder la espontaneidad expone sus puntos de vista, bromeando de tanto en tanto. La mitad del tiempo está de viaje, en reuniones con colegas de distintos puntos del país que necesitan información de primera mano. Desde Pica hasta Magallanes se ha desplazado en los últimos meses, previos al inicio de las elecciones del Colegio.
Sus obligaciones laborales y la campaña por la Presidencia Nacional le dejan poco tiempo para su familia, por la que siente un enorme compromiso. Mario Aguilar está casado desde hace 26 años con Marisol De La Cerda, también docente, con quien tiene 3 hijos, Valeria (24 años, actriz) Gabriela (19 años, estudiante de Odontología) y Mario Ignacio (11 años). Gran amante del deporte, de joven fue campeón nacional de Atletismo, hoy sigue practicando a sus años, juega en una liga de fútbol en un equipo de profesores, del cual es capitán y en donde -en el 2012 recibió el Premio de Goleador de la Categoría + de 45 años-, es hincha de Santiago Morning y asiste regularmente al estadio a alentar al equipo de sus amores.
Este año, su postulación se ha convertido en un fenómeno al interior del conglomerado, pero además su campaña ha logrado mediatizarse mucho más que otras.
-Porque estamos proponiendo lo correcto y las y los docentes lo saben. Están cansados de la forma en que se han hecho las cosas en el Colegio, de los caudillismos, de las negociaciones lejos de las bases.
Detrás de la fachada de galán cincuentero hay una historia sostenida de luchas sociales, donde el respeto por el ser humano ha sido eje. Y porque está convencido de que es posible Refundar el gremio desde la transparencia y centrado realmente en los problemas de los profesionales de la educación, no tiene pelos en la lengua:
-Si no hemos logrado avances -dice en una alocución en Asamblea Nacional- es porque no hemos sido capaces de organizarnos para lograr cambios que sean efectivos para influir en las políticas educativas.
Refundación no quiere un gremio obediente. Quiere un gremio comprometido, informado, activo, que sea capaz de hacer oír su voz, desde el aula al Congreso, a través de nuevas prácticas que terminen con las relaciones verticales y la pasividad; que desplacen la lógica de la burocracia y la demagogia interna por relaciones humanas auténticas, a partir de las cuales se pueda re pensar la educación.
-De los tres tiempos, a mí me gusta el futuro. Es lo que nos atrae, lo que nos llama. El pasado, nos deja anclados y hay que avanzar.
Cierra la puerta del séptimo piso del edificio institucional una sonrisa coqueta, que habla de ese tiempo por venir donde el carisma individual, la organización humana sobre bases de respeto y solidaridad y los cambios indispensables se combinen para que las tan manidas palabras “de calidad” y “pública”, tengan al fin sentido.