Norma Castañeda es mexicana y trabaja en ALOP –Asociación Latinoamericana de Organizaciones Populares. Su acción se desarrolla en los áridos terrenos de los acuerdos comerciales, los tratados bilaterales y multilaterales, con una mirada crítica y propuestas desde las organizaciones sociales, en busca de otras posibilidades, criterios y principios que sostengan las relaciones comerciales entre los países.
P: Desde tu lugar de vida y militancia, ¿cómo percibes la violencia?
N: Hoy en día el mundo en general vive un clima de violencia permanente, no solamente militar o armada, sino también violencia en los medios de comunicación y en muchos otros espacios de la vida. En este mundo cuesta mucho ir tratando de abrir puertas para acabar con la violencia. Es un desafío muy grande y supone, desde la lucha en la que yo estoy, cambiar un sistema económico para abrir también posibilidades de cambio en el sistema social haciéndolo más justo para todos y todas.
Sin embargo, las mujeres y los niños y niñas han sido las mayores víctimas de los acuerdos de libre comercio, las políticas de ajuste y de los mecanismos del modelo depredador neoliberal. En los espacios públicos y privados prevalece históricamente y hasta hoy una agenda patriarcal. Es necesario cambiar estas formas de relación.
En las organizaciones de la sociedad civil ha habido un cambio, cada vez las mujeres ocupamos más espacios. Sin embargo, la voz la siguen llevando los hombres, aunque las mujeres empujemos y hagamos un trabajo constante en torno a todos los derechos. Aún falta un “click” adentro… En las organizaciones sigue habiendo relaciones patriarcales, también en aquellas que en su agenda luchan por derechos iguales para todos y todas. Y esas lógicas no son alimentadas únicamente por los hombres, también las mujeres contribuímos a ello.
P: ¿Qué tenemos que cambiar?
N: Tenemos que cambiar internamente nuestras formas; desde la casa, de lo más cotidiano. Como mujeres tenemos allí un gran desafío: que nuestras luchas se reflejen en la casa, en los espacios más cercanos porque allí, seguimos manteniendo roles tradicionales, espacios de poder, relaciones inequitativas.
Yo creo que los desafíos están en lo cotidiano, en los hogares, las escuelas, los espacios próximos. Cómo construir nuevas formas de relación entre mujeres y hombres, nuevas formas que crucen el lenguaje y todas las expresiones de nuestra vida. De lo íntimo a lo público. En ese camino, las mujeres hemos hecho mucho. Es necesario continuar en esa lucha.
P: En el campo en el que tú trabajas, ¿de qué modos está presente la violencia?
N: Hay una violencia velada. Nadie te podría decir que un acuerdo comercial es una expresión de violencia. Pero lo es, porque genera pobreza y grandes desigualdades. La pobreza, la desigualdad, la concentración de la riqueza, producen violencia. El sistema económico causa violencia permanente.
P: ¿Qué hacer?
Es necesario trabajar y tratar de incidir en políticas sociales no asistencialistas y que no sirvan únicamente como paliativo de los efectos de las políticas económicas. Desde mi lugar de acción apelamos al diálogo de igual a igual con nuestros gobiernos para que en los procesos que conducen a acuerdos comerciales sea posible la participación de sociedad civil, la construcción de indicadores conjuntos entre sociedad civil y gobiernos, establecer veedurías sociales que permitan “alertar” en torno a las consecuencias concretas de estos mecanismos perversos del comercio y el intercambio, para los derechos humanos.
¿Qué va a pasar cuando demostremos claramente esas consecuencias? No lo sé, pero tiene sentido hacerlo. Dar voz a la sociedad civil en política económica y en política exterior es muy importante y es un avance, un aporte.