Por Gonzalo Larenas.-
“Hasta cuándo”, es la frase que se me viene a la mente para referirme al trato que las mujeres reciben en Latinoamérica, hasta cuándo la desigualdad, el abuso, la injusticia, el mal trato, la discriminación y la muerte. Hasta cuándo ocultamos uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, esa enfermedad que se transformó en plaga mortal desde la colonia; el machismo.
Nuestra cultura latinoamericana tiene una deuda fundamental con el rol de la mujer en la sociedad, un rol que a pesar de estar oculto en la historia, escrita generalmente por hombres, ha sido fundamental en el desarrollo de los distintos países que la componen. Una historia de doble esclavitud, de doble sacrificio y discriminación, la lucha contra una sociedad discriminatoria y contra un núcleo familiar opresor de oportunidades.
La mujer hasta el día de hoy es tratada de forma directa o indirecta como la trabajadora del hogar, la que debe criar a los hijos, planchar y lavar risueña la camisa del marido como vemos en los distintos spot publicitarios de detergentes, la relegada a una labor que si se atreve a dejar, sufrirá por la discrimación laboral, la que se verá representada en sus sueldos más bajos, en su falta de oportunidades, en sus costos más altos en salud, incluso en su acoso por parte de hombres por el simple hecho de cómo se visten creen que pueden intimidar con su acoso sexual impune, es cosa de recordar lo potente que fueron las llamadas “marchas de las putas”.
Nos debería dar vergüenza el trato que reciben los hombros de Latinoamérica, porque es sobre la mujer sobre quien descansa el sacrificio de millones, las que se han destacado por su labor histórica, por su valentía y arduo trabajo, porque son capaces de levantarse una y mil veces sin sentir dolor porque no tienen tiempo para eso. Me parece ridículo que sabiendo esto se les llame el “sexo débil” cuando los débiles somos nosotros los hombres, los que no aguantamos mucha presión, los que al primer problema corremos y nos alejamos para “despejarnos”, para escaparnos de la realidad. Es por esta característica que incluso aspectos económicos tan básicos como la superación de la pobreza depende de la mujer y no del hombre, porque hasta Muhammad Yunus, Nobel de economía se dio cuenta que era a ella a quien se le podía hacer un microcrédito, porque ella no se lo tomaría, no lo malgastaría, porque antes están sus hijos, antes está su familia, antes está la sociedad, antes que ellas hay un mundo que deben sujetar.
No hablo esto desde el punto de vista feminista ni desde la mirada filosófica, hablo esto porque me doy cuenta que en cada sector de pobreza son las mujeres los ejes para superarla, porque en cada niño que sonríe hay una mujer que puso esa sonrisa en sus caras, porque a pesar de su sacrificio no se cansan, no se rinden.
En un escrito anterior sobre la capacidad de la mujer líder de comunidades, me referí a mi sorpresa pensando: de qué están hechas estas mujeres latinoamericanas, de qué material es su piel que aguanta frío, calor, hambre, violaciones, golpes, discriminación y ocultamiento. Vuelvo a hacerme la misma pregunta y no logro encontrar la respuesta, porque mi piel no tiene esa bravura, porque mi cuerpo no resiste así y se supone que nos hicieron iguales, acá no somos iguales, acá me dejaron atrás.
No puedo callar lo que se nos normalizó, pero por sobre todo no puede ser la mujer, la que callada acepte su desafiante destino así como así, porque no tiene nada de normal. Como decía Galeano; “A la mujer en América Latina se la trata peor que en el tango, y eso ya es mucho, porque todas eran putas salvo mamá”. La historia como ven se repite, y es cosa de encender la radio para darnos cuentas de eso, es cosa de mirar la televisión para ver que no es más que un objeto sexual que trae beneficios económicos directo a terceros, a los chacales.
Muchas veces he comparado la mirada del hombre mirando una deliciosa pizza y la mirada sobre una mujer de bonito cuerpo, es que parece que nos hemos permitido ese trato, ese condicionamiento que se nos impuso desde la llegada de los españoles a través de una religión que relega a la mujer a segundo plano, “sin privilegios y sin honor” como cantan Los Prisioneros, una triste realidad que nos enrostra lo que nos falta, y bastante todavía.
Es cierto que hoy la mujer está más empoderada, que desafía firme al mundo y que se levanta con fuerza para exigir igualdad, pero la verdad es que son pocas las que tienen la oportunidad para hacerlo, mientras tanto en los sectores más pobres, que lamentablemente son una gran mayoría, todavía sufren, todavía callan y viven entre el miedo de la casa, del barrio, de una sociedad machista.
¿Hasta cuándo mujer lucharás por la igualdad? Cuándo comenzarás a luchar por algo mejor que un empate, cuándo lucharemos codo a codo como nos merecemos por ser parte de la raza humana, por ser por sobre todo de este continente en el que nos rendimos y endiosamos curiosamente más a mujeres que hombres.
Escribo pensando en mi madre, en mi hermana, en mi abuela, escribo pensando en la mujer que amo, en las mujeres que, como dice Silvio Rodríguez, me han estremecido. Hasta cuando mi querida América Latina que tienes alma de mujer.