Cada día del año es 11 de septiembre en algún punto del planeta. Cada día nacen miles de seres humanos rodeados de violencia y cada día mueren miles sin haber encontrado paz y reconciliación con ellos mismos y con otros. Desde muy antiguo en la historia se determinó al ser humano como culpable, y éste a su vez durante todo su vida personal o social se movió culpándose a sí mismo, o culpando a otros.
Dejemos por primera vez en la historia de buscar culpables.
Lo que se necesita es Reconciliación, y para eso no basta con pedir perdón. El ser humano en todo el planeta necesita reconciliarse. Miremos a Siria, Egipto, Palestina, solo por nombrar algunos…
Tomemos como referencia parte de la charla de Silo en Punta de Vacas 2007.
«Estos son días de Reconciliación. Reconciliación sincera con nosotros mismos y con aquellos que nos han herido. En esas relaciones dolorosas que hemos padecido no estamos tratando de perdonar ni ser perdonados. Perdonar exige que uno de los términos se ponga en una altura moral superior y que el otro término se humille ante quien perdona. Y es claro que el perdón es un paso más avanzado que el de la venganza, pero no lo es tanto como el de la reconciliación.
Tampoco estamos tratando de olvidar los agravios que hayan ocurrido. No es el caso de intentar la falsificación de la memoria. Es el caso de tratar de comprender lo que ocurrió para entrar en el paso superior de reconciliar. Nada bueno se logra personal o socialmente con el olvido o el perdón. ¡Ni olvido ni perdón! porque la mente debe quedar fresca y atenta sin disimulos ni falsificaciones. Estamos considerando ahora el punto más importante de la Reconciliación que no admite adulteraciones. Si es que buscamos la reconciliación sincera con nosotros mismos y con aquellos que nos han herido intensamente es porque queremos una transformación profunda de nuestra vida. Una transformación que nos saque del resentimiento en el que, en definitiva, nadie se reconcilia con nadie y ni siquiera consigo mismo. Cuando llegamos a comprender que en nuestro interior no habita un enemigo sino un ser lleno de esperanzas y fracasos, un ser en el que vemos en corta sucesión de imágenes, momentos hermosos de plenitud y momentos de frustración y resentimiento. Cuando llegamos a comprender que nuestro enemigo es un ser que también vivió con esperanzas y fracasos, un ser en el que hubo hermosos momentos de plenitud y momentos de frustración y resentimiento, estaremos poniendo una mirada humanizadora sobre la piel de la monstruosidad. Este camino hacia la reconciliación no surge espontáneamente, del mismo modo que no surge espontáneamente el camino hacia la no violencia. Porque ambos requieren de una gran comprensión y de la formación de una repugnancia física por la violencia.
No seremos nosotros quienes juzgaremos los errores, propios o ajenos, para eso estará la retribución humana y la justicia humana y será la altura de los tiempos la que ejercerá su dominio, porque yo no quiero juzgarme ni juzgar… quiero comprender en profundidad para limpiar mi mente de todo resentimiento.
Reconciliar no es olvidar ni perdonar, es reconocer todo lo ocurrido y es proponerse salir del círculo del resentimiento. Es pasear la mirada reconociendo los errores en uno y en los otros. Reconciliar en uno mismo es proponerse no pasar por el mismo camino dos veces, sino disponerse a reparar doblemente los daños producidos. Pero está claro que a quienes nos hayan ofendido no podemos pedirles que reparen doblemente los daños que nos ocasionaron. Sin embargo, es una buena tarea hacerles ver la cadena de perjuicios que van arrastrando en sus vidas. Al hacer esto nos reconciliamos con quien hayamos sentido antes como un enemigo, aunque esto no logre que el otro se reconcilie con nosotros, pero eso ya es parte del destino de sus acciones sobre las que nosotros no podemos decidir.
Estamos diciendo que la reconciliación no es recíproca entre las personas y también que la reconciliación con uno mismo no trae como consecuencia que otros salgan de su círculo vicioso aunque se pueden reconocer los beneficios sociales de semejante postura individual.»
Proponemos una discusión amplia y abierta de los temas que desde sus orígenes han marcado nuestra cultura y nuestra organización social. Parafraseando lo dicho por Silo en Grotte (2008):
«Occidente se basa en la venganza. Plantearse la superación de la venganza es plantearse la superación del sistema, es superar Occidente. Una verdadera reconciliación y cambio histórico tiene que ir a la raíz de estos problemas y no proponer cambios cosméticos o periféricos.
La reconciliación personal y la reconciliación social deberían ser las grandes aspiraciones y temas del quehacer humano de hoy.
La reconciliación debe superar a la venganza en nosotros. Hay que buscar en la propia cultura elementos que sirvan para integrar y reconciliar los hechos de violencia. De no haberlo, habría que trascender la propia cultura buscando elementos en la nación humana universal.
No buscamos perdón, el perdón supone que a una de las partes se le otorga una calidad moral superior a la otra. No se trata de pedir perdón, sino reparar ampliamente el daño que hayamos producido, y el que se continúa produciendo con las formas Jurídicas, Económicas, Sociales y Morales, que se impusieron por la fuerza.
No al olvido. Es importante para una reconciliación personal o social que se conozca toda la verdad. No solamente permitiendo que se establezcan los hechos, sino colaborando efectivamente para que se conozca la verdad y se reconozcan los propios errores para no volver a repetirlos. Es importante también que aquellos que voluntaria o involuntariamente han ignorado lo evidente, han ignorado la visión de “la otra parte”, se informen verdaderamente y se formen un juicio.
Lo anterior no debe ser óbice para la justicia. Toda reconciliación, integración social y paz deberá siempre darse dentro de los marcos jurídicos actuales. De no ser estos marcos suficientes, se deberá trabajar para modificarlos y mejorarlos. Violencia no solo es el hecho físico de unos seres humanos contra otros, sino todo acto que niegue la humanidad y libertad del otro. En ese sentido no solo hay que trabajar en los temas judiciales, sino también en resolver la violencia económica, sexual, racial, social y religiosa.»
Serán el rechazo físico a la violencia, una nueva sensibilidad y una nueva espiritualidad, los elementos que permitan al ser humano avanzar desde la prehistoria humana a la historia verdaderamente humana.
Trata a los demás como quieres ser tratado. Un antiguo principio que podría convertirse en un verdadero aforismo y modelo de conducta. Cuando se experimente al otro como un ser humano que como uno sufre y actúa por simple reflejo, cuando sienta que todo de lo que le pasa no me es ajeno, cuando experimente lo humano en mí y en los que me rodean, cuando sienta que en cada ser humano, independiente de su raza, edad, sexo, educación o credo, hay algo sagrado que trata de abrirse paso, entonces seguramente estaré en un camino de liberación y de búsqueda de lo sagrado.
Por el Tokarev Institute, Centro Mundial de Estudios Humanistas, firman:
Adolfo Carpio, Bruno Pezzuto, Carmen Gloria Ayala, Fernando Solar, Juvenal Peñailillo, Kate Kalirova, Marcos Aviñó, Oscar Cerda y Pablo Mateluna
11 de septiembre 2013