Cuando desde París, el Secretario de Estado estadounidense John Kerry declaró que el gobierno de Obama así como todo su gabinete estaba escuchando atentamente los informes que pudieran emanar de los inspectores del Consejo de Seguridad antes de tomar la decisión de atacar a Siria; cuando declaró con soberbia que el Presidente Bashar al-Assad podía evitar un ataque militar por parte de USA si llegaba a entregar todo el arsenal de armas químicas en el plazo de una semana, para terminar diciendo: “Puede entregar todo, sin demora y asumir total responsabilidad. Pero no lo hará, no sucederá, obviamente”, seguramente el Canciller preparaba el escenario propicio para el despliegue belicista que su Presidente se aprestaba a iniciar.
Sin embargo, esa frase desafiante lanzada desde Francia ha sido recogida muy oportunamente, como guante que calza perfectamente con la medida de la mano, por la alta diplomacia rusa que con toda velocidad ha desplegado sus mejores habilidades para lograr que el gobierno de Damasco diera de inmediato luz verde a su petición de poner su arsenal de armas químicas bajo “control internacional” y luego eventualmente destruirlo.
El Canciller Sergei Lavrov ha logrado lo que parecía imposible.
Ni las movilizaciones masivas que los pacifistas del mundo entero han estado realizando; ni las campañas on-line con sus peticiones firmadas por multitudes para hacer llegar mañana a los parlamentarios norteamericanos antes de que voten la propuesta del Ejecutivo; ni la convergencia de los distintos credos que han elevado sus plegarias y clamado por poner fin a todas las guerras, encabezados por el Papa Francisco con sus ayunos y palabra cuerdas; ni las declaraciones de tantos gobiernos que no quieren hacerse cómplices de tamaña violencia, entre los que destacan los progresismos latinoamericanos así como el Parlamento británico; ni los esfuerzos por retirar el Nobel de la Paz a quien claramente no lo merece; nada parecía que podía detener la escalada belicista de Obama en Siria.
Y sin embargo, bastaron unas pocas palabras cargadas de soberbia para abrir la puerta a la oferta que, según el Canciller ruso, tiene como fin evitar la posible intervención militar de Estados Unidos en Siria.
Velozmente el ministro sirio de Asuntos Exteriores ha respondido que la postura de Damasco acepta llevar a cabo una plena cooperación con Rusia, eliminando cualquier pretexto que conduzca a una agresión contra su país.
¿Qué harán ahora Kerry y su Presidente? ¿Comprenderán que la vía diplomática puede instalar las condiciones más favorables al desarme y a la eventual construcción de la paz? ¿Otorgarán el reconocimiento que se merece la obstinada posición rusa? ¿Asumirán el fracaso de su aislamiento? ¿Podrán los Estados Unidos optar, finalmente, por la vía del diálogo y del respeto a los acuerdos multilaterales?
De momento el mundo entero se alegra por la brillante y oportuna intervención de Lavrov.