El presidente estadounidense chocó con una creciente oposición de líderes mundiales a una intervención militar en Siria, durante una cumbre del G20 dominada por el conflicto en el país árabe. Cristina calificó como «nefasta» una intervención militar.
Los líderes de los países del G20, entre ellos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, iniciaron la cumbre anual en la ciudad rusa para discutir formas de reactivar la economía global, pero la crisis siria enseguida se metió en la agenda, y de inmediato quedó claro el rechazo mayoritario a un ataque militar.
Obama llegó a la cumbre del G20 con la intención de persuadir a los demás jefes de Estado y de Gobierno sobre la necesidad de apoyar una acción militar punitiva contra Siria por considerar probado que el gobierno del presidente Bashar Al Assad usó armas químicas en el marco de la guerra que se libra en su país.
El presidente estadounidense logró ayer una victoria en sus planes militares cuando una comisión del Senado de su país aprobó una resolución de autorización del uso de la fuerza contra Siria que ahora será sometida a votación en ambas cámaras del Congreso, cuya aval decidió pedir Obama antes de lanzar la ofensiva.
La cuestión de Siria inicialmente no estaba en el temario exclusivamente económico del encuentro del G20, pero el presidente anfitrión, el ruso Vladimir Putin, un aliado de Damasco que se opone a un ataque, propuso hoy debatir el tema durante la cena de trabajo privada de la primera jornada del encuentro.
En su discurso de bienvenida en el Palacio de Constantino, mandado construir por el zar Pedro I el Grande, Putin dijo a los demás gobernantes que había decidido ampliar el orden de día a Siria «por pedido de varios presidentes».
Con el correr de la primera jornada, las voces se inclinaron más hacia la postura de Rusia que hacia la de Obama, ya que China, la Unión Europea (UE), el bloque de los BRICS, la presidente Cristina Fernández y hasta el papa Francisco -en una carta- adviritieron de los riesgos de un ataque a Siria.
«Una clara mayoría (de los líderes) se muestra a favor de una solución del problema sirio por medios pacíficos», dijo a los periodistas Serguei Ivanov, jefe de gabinete de Putin, después de la primera sesión de trabajo.
Antes del inicio del encuentro, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo a medios argentinos que una eventual intervención militar en Siria «sería nefasta», al tiempo que reiteró su pedido de «trabajar para encontrar la paz y la cordura» en el marco de las Naciones Unidas.
Estados Unidos afirma que más de 1.400 personas murieron en el presunto ataque con armas químicas ocurrido el 21 de agosto en una zona del este de Damasco, controlada por la oposición armada que intenta derrocar a Al Assad desde 2011, en un conflicto que según la ONU ya causó más de 100.000 víctimas fatales.
El gobierno sirio niega las acusaciones y dice que las armas químicas fueron usadas por los insurgentes. Rusia, que ya acusó a los sublevados de otros ataques con armas químicas, dice que es más probable que haya sido la insurgencia, que está dominada por grupos islamistas, algunos vinculados a Al Qaeda.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, reiteró la posición rusa de que las pruebas presentadas la semana pasada por Washington de que el Ejército sirio usó armas químicas en el ataque del 21 de agosto «no convencen en absoluto».
El viceministro de Economía chino, Zhu Guangyao, dijo por su parte que «una acción militar tendría un impacto negativo sobre la economía global, especialmente sobre el precio del petróleo».
El bloque de los Brics -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- apoyó esta postura y alertó, además de las consecuencias humanitarias, sobre las negativas repercusiones económicas mundiales que podría tener una ataque a Siria de Estados Unidos y Francia, el único gran aliado de Washington en estos planes.
El papa Francisco, que encabeza una fuerte campaña para evitar un agravamiento de la crisis siria, llamó a los líderes del G20, en una carta enviada a Putin, a «dejar de lado la búsqueda inútil de una solución militar» para el conflicto en Siria, un país mayoritariamente musulmán pero con una gran comunidad cristiana.
En una señal de la febril actividad diplomática por Siria, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anunció hoy que su representante especial para Siria, Lakhdar Brahimi, viaja a San Petersburgo para sumarse a la reunión, que terminará mañana.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, también insistió hoy en que se debe esperar el informe de los inspectores de la ONU que investigaron sobre el terreno el uso de armas químicas en Siria.
El presidente europeo reconoció que, si bien algunos miembros de la UE comparten la necesidad de castigar al régimen sirio, «en estos momentos, sólo un país, Francia», estaría dispuesto a tomar parte en una acción militar.
Por su parte, 256 organizaciones humanitarias internacionales y árabes advirtieron contra los peligros de un ataque a Siria y pidieron a los líderes del G20 que lleguen a un acuerdo urgente para evitarlo.
En un documento publicado horas antes del inicio de la cumbre, las organizaciones dijeron que «la crisis siria amenaza con desestabilizar a toda la región de Medio Oriente», y con afectar a 13 o 14 millones de personas.
La ONU dice que el conflicto ya dejó dos millones de refugiados y casi tres millones de desplazados.