Parece ser que ya tenemos el último invento para poner fin a determinadas plagas en la agricultura. Se trata de la mosca transgénica. Y el primer lugar donde plantea utilizarse no es otro que en Catalunya. No en vano el Estado español resulta ser la principal entrada de transgénicos en Europa. Lástima que lo que se vende como la solución mágica a la plaga de la mosca del olivo genera más interrogantes que respuestas.

La información se ha dado este verano, y ha pasado bastante desapercibida si tenemos en cuenta las consecuencias que puede tener para el medio ambiente y para nuestra salud. La empresa biotecnológica inglesa Oxitec ha solicitado a la Generalitat de Catalunya permiso para liberar en el campo de Tarragona moscas transgénicas con el objetivo de combatir el problema de la mosca del olivo. De aprobarse, será la primera vez en Europa que se sueltan en el medio ambiente animales modificados genéticamente.

Aunque la empresa insiste en las virtudes de la medida, ésta plantea dudas importantes. ¿Cuál será la reacción de las moscas transgénicas una vez liberadas? ¿Cómo interactuarán con otros seres vivos? ¿Qué consecuencias puede tener su entrada en la cadena alimentaria al ser ingeridas por aves y roedores? Y, ¿en nuestra salud ? Hay que tener en cuenta que las moscas transgénicas sólo han sido probadas en el laboratorio. La naturaleza es un sistema muy complejo, en el que interaccionan varias especies, y no responde mecánicamente.

El principio de precaución es el que tendría que prevalecer. No se pueden poner en libertad insectos que tienen el ADN modificado con genes de otros organismos, sin estar seguros de las consecuencias que esto pueda tener y de si estas consecuencias serán reversibles o no. Una vez más, las empresas biotecnológicas apuestan por experimentar con la naturaleza, y con nosotros mismos, buscando el máximo beneficio económico. Y es que los insectos transgénicos son una de las nuevas fuentes de negocio para las multinacionales del sector.

El conflicto de intereses es otro de los problemas evidentes. Ningún país del mundo tiene una regulación específica para la introducción de insectos modificados genéticamente. ¿A quién, sin embargo, se está encargando la elaboración de directivas y marcos de trabajo? A los mismos empleados de la principal empresa que los provee, Oxitec . El informe Genetically-modified insects: under whose control? de GeneWatch no deja lugar a dudas. Oxitec, por cierto, cuenta con el apoyo activo del gigante de la industria biotecnológica Syngenta.

La ciencia y la tecnología son claves para conseguir mejoras sociales, pero éstas no pueden estar supeditadas, como a menudo sucede, a los intereses del capital privado. Necesitamos información y transparencia. ¿Dónde serán liberadas exactamente las moscas transgénicas en caso de aprobarse la solicitud? ¿En qué campos encontramos hoy cultivos experimentales con organismos genéticamente modificados? Estas informaciones no han querido hacerse públicas. Como sociedad, tenemos el derecho a decidir si queremos transgénicos o no, pero nunca nadie nos lo ha preguntado.

*Artículo publicado originalmente en catalán en Etselquemenges.cat, 03/09/2013.