La copresidenta del partido alemán Die Linke (La Izquierda), Katja Kipping, afirmó que su formación, gran sorpresa de la campaña y tercera en intención de voto para los comicios del domingo, pretende “cambiar la sociedad” de la primera potencia europea.
“Queremos cambiar la sociedad. No importa cuál sea la constelación, no importa si formamos parte de una coalición o seguimos en la oposición”, dijo Kipping en entrevista con Télam en Berlín.
“Sea cual sea el resultado seguiremos presionando, llevaremos al Parlamento nuestro reclamo por la instauración de un salario mínimo o que se deroguen las reformas laborales del gobierno de Gerhard Schröder» (1998-2005), agregó Kipping, de 35 años, que dirige Die Linke junto a Bernd Riexinger.
Fundado en 2007 de la fusión entre el ex partido comunista alemán (PDS), ex representantes socialdemócratas (entre ellos dos ministros del gobierno de Schröder) y sindicalistas del oeste del país, Die Linke se convirtió en la sorpresa de la campaña al convertirse esta semana en la tercera fuerza en los sondeos.
La agrupación tiene posturas que comparte con el histórico Partido Socialdemócrata (PDS) alemán, como la oposición a una intervención militar extranjera por la guerra civil en Siria, pero otras que inquietan a la centroizquierda, como la salida de Alemania de la OTAN o el fin de las exportaciones de armas.
Las diferentes encuestas dadas a conocer esta semana coinciden en situar a Die Linke (10% de intención de voto) por delante de los Los Verdes (9%), el partido ecologista más antiguo de Europa, en una situación inesperada que trae suspenso a la elección del domingo.
“Hace unos meses soñábamos con alcanzar el 8%, algo muy importante para un partido a la izquierda de los socialdemócratas. Ahora queremos llegar a los dos dígitos. Las encuestas muestran el impulso que hemos tomado en la recta final de la campaña”, señaló Kipping.
“Está claro que nuestras propuestas y nuestro ascenso irritan a los grandes partidos, por eso tratan de demonizarnos y nos hablan como si aún existiera el muro de Berlín” La única opción para impedir un nuevo mandato -el tercero consecutivo- de la canciller conservadora Angela Merkel sería una coalición entre los socialdemócratas (SPD), Los Verdes y Die Linke, quienes sumados acreditan el 44% de intención de voto, igualando a Merkel y a sus aliados liberales.
Sin embargo, si Merkel no logra la mayoría (los liberales podrían quedar fuera del Parlamento), los socialdemócratas optarían por aliarse –como en 2005- con la líder conservadora antes que con los ‘rojos’ de Die Linke.
“Nunca haría coalición con Die Linke. Los considero incapaces de gobernar”, repitió durante su campaña el candidato socialdemócrata a la cancillería, Peer Steinbrück.
«Si Die Linke forma parte de una coalición en el poder en Alemania, nuestro país dejará de ser un socio de confianza para sus vecinos», insistió Steinbrück.
“Está claro que nuestras propuestas y nuestro ascenso irritan a los grandes partidos, por eso tratan de demonizarnos y nos hablan como si aún existiera el muro de Berlín”, resaltó la joven líder de izquierda en su entrevista con Télam.
En el SPD estiman que son impracticables muchas de las propuestas de Die Linke, como no renovar los acuerdos militares exteriores, la salida de la OTAN, finalizar con la exportación de armamento, derogar la reforma laboral del socialdemócrata Schröder o el regreso de la jubilación a los 65 años (actualmente 67 años).
No obstante, existe un Estado federado donde socialdemócratas y neo comunistas gobiernan juntos: Brandeburgo, el «Land» más grande de la ex Alemania del Este y fronterizo con Polonia, pero el menos poblado y uno de los más pobres del país.
En Brandeburgo, que rodea a la capital-Estado Berlín, el SPD rompió el año pasado su alianza con los demócratas cristianos de Merkel (CDU) para pasar a gobernar junto a Die Linke.
En tanto, en la entrevista, la copresidenta de Die Linke criticó el silencio de Merkel en torno a Siria y coincidió con Steinbrück en su oposición a una intervención militar.
“Estados Unidos y Europa deben ayudar a los refugiados y dar asilo a más personas. No es una buena solución lanzar bombas, eso no ayudará a los sirios. Las bombas nunca trajeron la paz” . “Pareciera que el conflicto sirio hubiese comenzado el 21 de agosto”, ironizó Kipping, en alusión el día de un ataque con armas químicas cometido en Siria que desató una ola de reacciones políticas internacionales y volvió a poner el conflicto sirio al tope de la agenda mundial.
Estados Unidos acusó del ataque al gobierno sirio, y durante semanas preparó un ataque punitivo contra Damasco que finalmente decidió suspender por falta de apoyo político interno y externo.
Los gobiernos de Francia y el Reino Unido apoyaron estos planes de Washington, pero Alemania se mostró reticente.
“Estados Unidos y Europa deben ayudar a los refugiados y dar asilo a más personas. No es una buena solución lanzar bombas, eso no ayudará a los sirios. Las bombas nunca trajeron la paz”, finalizó.