Por Hernán Campaniello, enviado especial
La principal potencia europea cuenta con un desempleo excepcionalmente bajo (5,3%) y una economía que resiste a la crisis económica, sin embargo, la creciente pobreza y la precariedad laboral se transforman en la cara oculta del modelo alemán.
“Alemania va bien pero no es el caso de todos los alemanes”, repite en cada aparición pública el candidato socialdemócrata Peer Steinbrück.
A menudo evocada como ejemplo de competitividad ante sus socios del sur europeo, a dos días de la elección que determinará si continúa Angela Merkel o hay cambio en la jefatura de Estado, en Alemania crece el debate en torno a las contradicciones de un modelo económico.
“La competitividad mundial alemana tiene un precio, menos derechos y salarios para los trabajadores y enviar directamente a la pobreza a quienes no tienen trabajo”, le dijo a Télam Paul Ulrich, estudiante en la Universidad Libre de Berlín.
En 2003, el gobierno del socialdemócrata Gerhard Schröder dio lugar a una serie de reformas sociales inspiradas en la “Tercera vía”, del ex premier liberal británico Tony Blair.
Su reforma más emblemática es la denominada ley Hartz IV que flexibilizó profundamente el derecho laboral.
Desde entonces, Alemania se convirtió en la reina de todas las estadísticas, pese a que su economía solo creció un 3% en los últimos seis años.
Merkel, sin embargo, centra la campaña en sus «logros económicos», en la baja del desempleo que, asegura, se registró en su gestión y en lo que exporta el país (segundo detrás de China), y achaca todas las culpas a la crisis financiera de 2008.
Su lema de campaña, que puede leerse en cada afiche y escucharse de boca de la canciller en cada acto, es «Deutschland ist stark» (Alemania es fuerte y así debe seguir).
Diez años después de las reformas Schroder, el 16% de los alemanes son pobres en un sistema donde las pasantías y los contratos temporarios se convirtieron en la norma.
La Unión Europea considera pobre a una persona cuando sus ingresos (incluyendo las ayudas sociales) son inferiores al 60% del promedio de los ingresos del país.
En Alemania, ese caso se da cuando una persona gana menos de 952 euros por mes.
“Sea cual sea el gobierno, es necesario se aumente el impuesto sobre la fortuna y se instaure un salario mínimo. Es urgente, porque incluso si Alemania va bien las diferencias entre ricos y pobres son cada vez más grandes”, le dijo a Télam, Otto Ropke, albañil y militante de Die Linke (La Izquierda).
“Trabajo desde hace 20 años y gano 10 euros netos por hora. Cuando se gana tan poco no alcanza para alimentar a una familia”, agregó Ropke, quien restaura un antiguo edificio en el lado este de Berlín.
El 13 de agosto, la Oficina de la Estadística alemana anunció que el precio de los productos alimenticios aumentó el 5,7% durante el mes de julio.
El anuncio generó numerosas quejas de organismos no gubernamentales y caritativos para exigir al gobierno una ayuda económica para las familias pobres.
El diario Die Tageszeitung señala como ejemplo el vertiginoso aumento de la papa (44%) en el último semestre en un país donde la inflación no supera el 3%.
Esta semana, el semanario Die Zeit dedicó un informe a la pobreza, titulado: “Un drama se prepara”, en referencia a los millones de personas que con sus «mini-jobs» (trabajos temporarios a tiempo parcial remunerados con un máximo de 450 euros por mes, no imponibles y exonerados de cargas sociales) no tendrán acceso a la jubilación.
La multiplicación de los «mini-jobs» hizo descender rápidamente el nivel del desempleo, puesto que estos trabajadores no son tenidos en cuenta en las estadísticas oficiales.
En total, 7 millones de jóvenes o jubilados, a quienes la pensión no les alcanza para vivir, están obligados a aceptar estos trabajos precarios para poder vivir.
“Estamos generando pobreza de cara al futuro”, advirtió el semanario Die Zeit.
Oficialmente, Alemania cuenta con 3 millones de desocupados, pero 6 millones de personas cobran una ayuda estatal de 4,30 euros diarios.
“Schroder fue demasiado lejos, cometió errores graves que van a pagar varias generaciones”, manifestó Peter Klezmann, taxista de 52 años que el domingo no irá a votar.
“Lo paradójico es que esas reformas las llevó a cabo un socialdemócrata, que termino haciendo el trabajo sucio para que Merkel llegue y se instale en el poder”, agregó el taxista mientras nos acercaba hasta nuestro hotel.