Por Gonzalo Larenas.-
Se cumplió otro 11 de septiembre en Chile, fecha que nos recuerda que hasta el día de hoy muchos siguen con miedo, en la calle se habla bien bajito del tema, no vaya a ser cosa que un peatón contrario nos escuche, para que decir en los trabajos, el tema es un tabú, nadie quiere arriesgar su fuente laboral por estar contra de lo que piensa el jefe, quien podría pensarlo dos veces a la hora de reducir personal o darte ese anhelado contrato indefinido. Mejor me quedo callado, mejor me hago el huevón como dice el humorista nacional Coco Legrand quien bien nos retrata con sus chistes.
Chile país de huevones con miedo, eso es lo que somos, es que nacemos con temor, nos da miedo incluso cruzar la calle, nos da miedo alegar si nos sirven un café frío o si queremos opinar sobre cualquier tema que alguien presente. Claro que siempre vamos a contar con el curado de fonda que espera que alguien diga algo para decir que no, o el ignorante opinólogo, el que sin haberse leído ni el horóscopo piensa que sabe de lo que habla y sin vergüenza opina dejando de lado argumentos e inteligencia, el resto solo mira.
Somos una versión fea de Hello Kitty, ese producto japonés que muestra el ideal de mujer que quieren ellos, que se vea bonita pero sin boca, nosotros ni siquiera nos vemos bonitos y para peor también nos borraron la boca. Así nos formaron, como nación de cabeza gacha, la del gordito simpático e inculto que cae bien donde vaya. ¡Basta!
Somos un país que parece y merece estar cambiando, no gracias a sus gobernantes, tampoco a su visión de macroeconomía, el sumiso nacional se está transformando y no me refiero al que solo grita cuando se emborracha, me refiero al joven que se levanta, al que sin miedo despierta con ideas y convicciones, al que es atacado por la izquierda y por la derecha porque no pueden controlarlo, porque no pueden someterlo con miedo, es que no lo tienen en su ADN, como algunos nacen sin muelas del juicio, los jóvenes chilenos nacieron sin miedo, con boca.
Nos cuesta decir las cosas, no sabemos cómo decirlas para que nadie se vaya a enojar, para no hacer escándalo, para que “pase piola”, no sabemos decir las cosas por falta en nuestra comunicación, así como no sabemos comprender lo que leemos o lo que escuchamos, en cambio el joven de hoy está más y mejor preparado, no carga con el pasado marcado a fuego en el resto del país, donde no solo la dictadura nos enseñó a temerle al de arriba, lo hicieron antes con el patrón de fundo y se repetía hasta el día de hoy, donde las cosas comienzan a cambiar, donde ahora ni la policía genera autoridad, porque ahora no es tan fácil ser líder ni ser autoridad, ahora debes por lo menos estar a la altura cultural de quien enfrentas y ahí vemos una gran brecha, ese espacio muerto que hoy deben ocuparlo las nuevas generaciones, las que quieren caminar erguidos, las que mal criamos para que tengan una oportunidad de ser y sentirse mejores, porque ellos no se hacen los huevones, ellos nos dejan como huevones, como conformistas, incultos, miedosos y traumados.
Llegó la hora del fin de los huevones con miedo, llegó la hora de la voz sensata, de la frente en alto y la mirada al futuro, un futuro que se cimienta en la cabeza de los que se creen autoridad y ya no lo son. Se van a quedar cesantes los jefes prepotentes, los brutos con poder, hoy es la razón la que debe volver al control, claro que no será fácil, y en el caos que vemos hoy surgirán las nuevas formas de pensar, de enfrentar el pasado, comprendiéndolo, superándolo y jamás olvidándolo, dejando al sumiso simpaticón como un personaje pintoresco de lo que alguna vez fuimos.