“Rendición incondicional, Rendición Incondicional!!” se escucha la chillona pero macabra voz proveniente de Augusto Pinochet. Se trata de las comunicaciones radiales sostenidas por Pinochet durante el Golpe Militar del año 73, que se conocerían muchos años después gracias a la intercepción de un radioaficionado.
Casi en simultáneo, se escucha otra voz: “…les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente…”. Es la voz tranquila y profunda de Salvador Allende, quien nos obsequió su último discurso, en medio de un Palacio de La Moneda en llamas producto del bombardeo de tanques y aviones.
Las comunicaciones radiales de Pinochet prosiguen: “…Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país… pero el avión se cae, cuando vaya volando…” dice Pinochet con esa desagradable voz y continúa casi gritando: ”… hay que impedir la salida (de allende) entonces …hay que actuar sobre él… matando la perra se acaba la leva iñor!!”. Se escucha a Pinochet con dureza destemplada y exudando, cual mal oliente pus, odiosidad, resentimiento y tirria.
Por su parte Allende, sabiendo que serán sus últimas palabras, prosigue: “…Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos...”, se escucha un Allende con sapiencia milenaria, “…Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor…” Canta, pues no habla, su último poema, un Salvador Allende sabiendo que la tragedia está sobre él pero, no obstante la muerte y el horror que se ciernen sobre Chile, tiene la certeza casi profética que finalmente la fuerza bruta, la muerte y el horror serán derrotadas.
Es curioso, pero la palabra o el lenguaje usados por uno y otro, muestra – quizás con mayor crudeza que cualquier foto o vídeo – la lucha entre lo sublime y lo brutal, entre el terror y la poesía.
Es que el Lenguaje, aquel que usamos cotidianamente, es el mejor reflejo de quiénes somos cada uno de nosotros. “El adjetivo, cuando no da vida, mata”, nos señala Huidobro; “Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.», escribe el gran Neruda agradeciendo el lenguaje heredado a los conquistadores.
Es que la Palabra construye y destruye realidades. Y la palabra, ese soplo sonoro y mágico, también nos conecta con lo profundo de nuestro ser. Quizás por eso desde siempre, los antiguos escritos religiosos son escritos poéticos y, también desde siempre, a los escritos poéticos se les admira con actitud devocional.
“Al comienzo fue el Verbo” dice San Juan; “Cuando no existía la tierra en medio de la oscuridad antigua, cuando nada se conocía, hizo que se abriera la palabra fundamental” señala un Canto Guaraní; “Para el iniciado que todas las cosas crea y ninguna recibe en herencia, la luz es numen del Verbo” plantea el poeta español Ramón del Valle Inclán; mientras en un antiguo texto siloísta, insinuante y crípticamente leo “La Realidad habla por la boca del Poeta”.
Por todo lo anterior, cuando intente explicarles a mis futuros nietos, quien fue Pinochet y quien fue Allende, me bastará hacerles escuchar los audios terroríficos de Pinochet bombardeando La Moneda y aquel extraordinario último discurso de Salvador Allende.
Estoy seguro que la poesía hará suave y sutilmente la tarea pedagógica mejor que cualquier libro de historia e incluso que cualquier crudo vídeo de la época.
Por último, y quizás por algún extraño sortilegio de este lenguaje creador de realidades, no deja de ser una sorprendente coincidencia histórica, que en la trágica batalla del 11 de Septiembre, se enfrentaran un “Augusto”, armado de tanques y aviones, en contra de un prácticamente indefenso “Salvador”. Pero luego de cuarenta años, podemos afirmar con certeza (y con alegría) que la suave y sensible Poesía, finalmente se impuso a la barbarie de la bomba y la metralla.