Por Fernando Lira, ex-preso político humanista, publicado por www.liberar.cl

En nuestro país, se recuerda este día de distintas maneras. Distintas interpretaciones y distintas miradas para un mismo acontecimiento. Aquel día ganó la irracionalidad, la violencia y la brutalidad para resolver un episodio de nuestra historia, donde las diferencias desbordaron toda posibilidad de entendimiento. Aquel día la naturaleza humana equivocó el camino y abrió una herida profunda en la conciencia y en el corazón de todos los chilenos. También es recordado este día por muchas familias de compatriotas que emigraron a distintos países del mundo como resultado de la persecución y del exilio.
Nuestros hijos crecieron y se educaron en tiempos de silencio y solo fue años más tarde que comenzaron a conocer el hecho histórico y cómo sus familias lo tuvieron que enfrentar. Para algunos fue una enorme sorpresa enterarse que en sus familias hubo  presos políticos, desaparecidos o ejecutados por la Dictadura Militar, así como otros debieron enfrentarse al hecho de que sus padres, desde las filas del ejército, torturaron, violaron y dispararon contra civiles desarmados.
Aquel trauma social se proyectó dentro de las familias y se instaló hasta el día de hoy en el corazón de las personas. Así fue también como nuestros hijos comenzaron a entender a sus padres y familiares, algunos de ellos retraídos, otros temerosos, sombríos o esquivos.
Quiero dedicar mis más sinceras palabras de aliento y mi testimonio personal a quienes sobrevivieron a tan dura experiencia, pudiendo liberarse del sufrimiento y de las sombras del pasado. Pero sobre todo me dirijo a quienes aún no han podido recomponer sus vidas quedando atrapados y prisioneros de los recuerdos.  A aquellos que no volvieron a sentir alegría junto a los suyos y que vieron sus sueños frustrados.
A todos ellos les diría, que según mi experiencia, la libertad no llega cuando se abre la puerta de la celda, sino cuando llega la verdadera reconciliación interior, única llave para abrir la puerta de la verdadera libertad. Que el encierro interior puede llegar a ser mayor condena y que nace en el silencio de los recuerdos y de la violencia interna incubada. Este estado interno puede mantenernos cautivos del pasado, nublando el presente y condicionando el futuro.
Y no debemos confundir este acto valiente que surge de la comprensión interna, con la reconciliación de las religiones externas, que hablan de perdonar y olvidar. Olvidar no es posible mientras nos acompañe el recuerdo, y perdonar podría ser válido ante un agravio menor pero nunca ante crímenes de lesa humanidad.
La reconciliación interna surge como una alternativa válida para quienes aspiran verdaderamente a liberarse y a provocar un cambio importante en su vida.