El Carnaval de Oruro es el tercero más grande a nivel mundial, luego del gigantesco Carnaval de Río y el de Venecia en Italia. Es por lejos, el más grande y esperado en Bolivia y este año reunió a más de 650 mil visitantes, 30 mil bailarines y 10 mil músicos, es decir, tres veces el tamaño de la ciudad que está a 3.735 msnm.
Son dos días y tres noches de festividad, para conmemorar a la Virgen del Socavón, patrona de los mineros de esa zona andina.
La noche de la Verbena, el viernes por la noche, inaugura la celebración y desata la fiesta que se lleva adelante contra todo pronóstico: llueva, truene o tiemble. Y esto es literal, ya que son frecuentes los aguaceros en esta fecha en todo el país por el llamado “invierno boliviano”. Este 2013, por ejemplo, llovió dos noches seguidas, pero ninguna condición climática amilanó el espíritu festivo de los bolivianos ni de los visitantes extranjeros.
Y así como caen los goterones desde el cielo, caen las cervezas, singanis, vinos y todo tipo de licores al ritmo de las primeras bandas que musicalizan las calles y colman el aire con los tambores y trombones de las morenadas, tinkus, diabladas y otra docena de bailes andinos que desfilan interminablemente por las calles de Oruro, entre mares de gente alborotada que se mueven al compás del tambor vernáculo y ritual de las comparsas de medianoche.
El sábado, a las ocho de la mañana, es la inauguración oficial, con la presencia de autoridades e invitados en las gradas de la plaza principal. Este año, por ejemplo, bailó la joven esposa del vicepresidente, Álvaro García Linera y Evo Morales fue uno de los más solicitados bailarines. El carnaval, así como las más de 500 “entradas” folclóricas que hay en Bolivia durante todo el año, son rituales de gran complejidad sincrética. El de Oruro y su tradición de más de dos mil años le valió para ser considerado “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” por la Unesco en 2001 y, en 2012, el Parlamento Andino, declaró al Carnaval de Oruro como “Patrimonio Inmaterial” de la Comunidad Andina.
El festival comienza en la Avenida del Folclor y cada grupo, de diabladas, caporales o morenadas, tarda unas cuatro horas en llegar al Santuario de la Virgen del Socavón y tras casi cuatro kilómetros de peregrinaje, los devotos rinden pleitesía a su patrona. Así transcurren 48 horas ininterrumpidas de desfile carnavalero, comparsa tras comparsa, saludes con tragos para ch’allar la Pachamama y algarabía carnavalera.
Por sobre cualquier afán jaranero, el Carnaval es profundamente religioso, enraizado en la fe y las creencias del pueblo boliviano, por lo que los bailarines y las bandas que los acompañan, realizan este recorrido para renovar sus votos frente a la Virgen. Esta imagen occidental encuentra su símil indígena en “el Tío”, también considerado el dios Wari, dueño de las profundidades y las minas, venerado y respetado por los mineros que se sumergen en sus dominios.
Texto y fotografías: Leonel Retamal Muñoz
El Ciudadano Nº142, mayo 2013