El juez supremo Eugenio Zaffaroni declaró a un medio porteño que «Una de las cosas que, me parece, produce pánico es la re-reelección». El pasquín digital mendocino MDZ tituló: «Zaffaroni dijo que le causa pánico una re-reelección de Cristina».
Si esto que escribo fuera radio o televisión y estuviésemos a las 16,38, como estamos, trasmitiendo en vivo, no podría decir que lo relatado es un caso explícito de periodismo de mierda. Debería decir que es periodismo basura. Un eufemismo, doña Eufemia. Pero usted, que no es menor de edad, me entiende, ¿no?. Es apenas un ejemplo de ese estilo inmundo con que cierta lacra del oficio ha ensuciado este trabajo hermoso. No es, no llega a ser, ni remotamente, periodismo de oposición. Para alcanzar esa categoría le falta decencia, actitud moral compatible con su historia, «conjetural», como quiere Horacio González.
Otra. «Haciendo un análisis de conjunto, este gobierno no ha tomado medidas integrales en favor de la mayoría del pueblo trabajador». La «genialidad» conceptual es obra del pensamiento de Nicolás del Caño, primer candidato a diputado nacional por el Frente de Izquierda/PTS. ¿Qué es un «análisis de conjunto» para este mendocino que viene de un caño obsoleto, abstracto y declarativo? ¿Hace falta que escriba la lista de lo que él llama «medidas integrales en favor de la mayoría del pueblo trabajador»?. Cuando escucho, veo o leo las sabias elucubraciones de estos minúsculos dirigentes (izquierdistas a la bartola y seguramente buenas personas, tíos excelentes, maridos comprensivos, padres cariñosos, amigos leales y asadores consumados) entiendo el caudal electoral que logran, directamente proporcional a su temor al Poder. A ejercerlo, quiero decir.
No conozco a Nicolás, pero me recordó aquella charla con un taxista porteño (no, el de Aguinis no, otro) que me dijo que siempre votaba por los conservadores y que, por eso, había decidido que, a partir de ahora, siempre iba a meter la boleta del Partido Obrero o algún otro Frente trosko porque conservan el mismo discurso desde 1905. Y, por supuesto, ambos largamos la carcajada que semejante delirio merecía.
Parece lógico que escriba este tipo de textos en tiempos electorales, pero prefiero postergar, por un rato al menos, el intercambio de piruetas derechistas por vía de spots propagandísticos (algunos muy berretas, otros supuestamente ingeniosos, pero no mucho más).
Viajo a Obamalandia por obra y gracia de la literatura, de la mano de la colombiana Laura Restrepo. Siempre es un deleite leer sus trabajos. En «Hot sur» (pág. 143, Planeta, 2013), su más nueva novela publicada, describe Fresh Kills, el basurero a cielo abierto más grande de la Historia. Son 890 hectáreas ubicadas en Staten Island, New York. Allí se depositan, cuenta la escritora, 13.000 toneladas de basura diarias, desde 1947. Cleve Rose, uno de los personajes, dice que «Empujando el raciocinio al extremo, concluyes que esta gran porción de tierra, cielo y agua que llamamos América está sembrada hasta los tuétanos con nuestra basura, nuestra mierda, nuestros olores y desperdicios. Por eso es nuestra, más allá de los títulos de propiedad, de las invasiones y agresiones defensivas contra las demás naciones y de los operativos de los guardias de frontera.» Cabe aclarar que lo que él llama América es Estados Unidos y cuando dice nuestra, pues que se hagan cargo.
Anda por estas tierras sudamericanas Don Tubérculo, con sus ritos proselitistas y sus souvenires a buen precio. Estampitas, paraguas (porque llueve como si fuera Macondo, aunque no se sabe si el agua es bendita o no) y toda otra mercadería útil para mitigar los dolores del alma y darle ánimo y fuerzas a los millones de jóvenes que fueron a acompañarlo. A propósito, ¿cómo habrán hecho los 40.000 argentinos que cruzaron la frontera para burlar el cepo cambiario? Misterio y milagro celestial, pero allí están, meta canto, rezo, baile y capirinha.
Don Tubérculo ya ha actuado. Puso en escena «Generalidades», obra en varios actos y con escenografías móviles. Que «El narcotráfico…favorece la violencia y siembra dolor y muerte», dijo. Si hasta dan ganas de regalarle un chocolate por la noticia. Eso sí, cuando trató de bajar a la tierra, pisar suelo más o menos firme, cuando tenía que ensuciar su inmaculado disfraz blanco con el lodo de los dolidos, le escapó a la pelela. «No es la liberalización del consumo de drogas…lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química», pontificó el pontífice. O sea, que los magnates del negocio sigan, clandestinamente, asociados con políticos, banqueros, jueces, sacerdotes, dirigentes deportivos, policías y empresarios mientras Don Tubérculo le cuida las espaldas.
Usted, lectora de mis desvelos, se preguntará qué tienen que ver los dichos de un pasquín de provincia, el miedo de cierta izquierda a las urnas, un jesuita actor y su perorata con el mayor basurero del mundo. Y yo le contesto (o eso trato) que, desde este rincón luminoso del planeta podemos aportar nuestros granitos de mierda al estercolero yanqui. No sé, no me interesa saber, si alcanza para medirlos en tonelada, pero nos han llenado durante toda la existencia de tanto mal olor y mal sabor, nos han infectado con tanta bacteria ideológica en descomposición, que no les vendría mal darles de beber de su propia medicina. Como se puede apreciar, material hay.