En nuestra tierra hay una mayoría que no es nueva. Una mayoría postergada, explotada y oprimida durante siglos. Una mayoría traicionada y masacrada incontables veces a lo largo de la dura historia de nuestro pueblo. En esta mayoría están nuestros pueblos originarios, nuestros campesinos, nuestros trabajadores, nuestros estudiantes, nuestros jubilados, nuestros artistas e intelectuales, y todos los que padecen el mismo sistema de injusticia y exclusión a lo largo de toda nuestra geografía. Esta mayoría hoy agita su impaciencia con la injusticia y con las miserias a las que es sometida desde la imposición en 1973 de un modelo político, social y económico antipopular y antidemocrático. Pero también agita su esperanza.
Chile vive una encrucijada: permanecer atrapado en la institucionalidad heredada de la dictadura, con el ochenta por ciento de la población despojada de derechos fundamentales, como son el acceso a una educación de excelencia y sin costo directo para los estudiantes y sus familias; salud pública integral del más alto nivel, sin costo directo para todos los usuarios; arribo a una vejez digna y segura para todos; en suma, continuar padeciendo una vida sin derechos, hundida en la injusticia social, política y económica; o romper las cadena del pasado dictatorial de una vez para siempre y construir un país para todos, en el que imperen los derechos plenos inherentes a toda la humanidad. Construir un Chile en que la vida digna y la seguridad social sean consagradas a cabalidad por la norma suprema que rija a nuestra comunidad nacional.
La solución de esta encrucijada exige la realización de transformaciones profundas en todos los niveles de la estructura de nuestra sociedad. Transformaciones que pasan por contar con una nueva constitución de la república, que sea obra del pueblo soberano y garantice la renacionalización del cobre en conjunto con todas nuestras riquezas básicas; ponga fin al sistema de AFP y establezca la educación pública sin costo directo para estudiantes y sus grupos familiares, tal y como viene diciendo desde hace tiempo Marcel Claude.
En la actual contienda presidencial, Marcel ha instalado estas y otras medidas como fundamentos de su programa de gobierno. Para los Comités Comunistas esta propuesta incluye contenidos fundamentales de nuestra aspiración e ideas transformadoras para Chile y además generan una convocatoria que suma a vastos sectores de la diáspora popular producida tras la salida pactada del dictador desde La Moneda, incrementada en el curso de los últimos veintitrés años de coadministración del actual sistema de dominación por el duopolio derecha-Concertación.
Frente a la propuesta de forjar una asamblea constituyente desde y con el pueblo, para que elabore una nueva Constitución, sumada al ingente proceso de unificación de los ofendidos y marginados que ésta candidatura y proyecto de gobierno propician en el contexto de los movimientos sociales que remecen al país desde 2006, los Comités Comunistas respaldamos la postulación de Marcel Claude a la presidencia y nos sumamos bajo la premisa de que se cumpla el programa transformador, plenos de fervor revolucionario, a los esfuerzos de esta campaña que aspiramos se convierta en una campaña del pueblo chileno por romper definitivamente las cadenas económicas, el yugo político y las ataduras sociales, para instaurar un régimen de trabajo digno, acceder a la libertad real y al goce de todos los derechos establecidos por la humanidad a lo largo de su historia, mediante enormes y prolongadas luchas en todos los terrenos de la contienda social. En la hora actual, surgen las condiciones para la más amplia unidad del pueblo consciente y los sectores más avanzados de la sociedad, para que nuestro pueblo todo emprenda la marcha que le permita conquistar una nueva oportunidad de construir su propio destino sobre esta tierra.
¡Todos a La Moneda con Marcel!
¡El Pueblo de Chile no está vencido!
Coordinador de Comités Comunistas