Por Gonzalo Cuadra, Estudiante 3º Medicina UChile

Desde hace algún tiempo el aborto se ha ido instalando en el debate público, por supuesto como ya es costumbre, mediado por el sensacionalismo de los medios de comunicación en el contexto de ciertos casos polémicos y de la coyuntura electoral, alzándose voces sórdidas desde la Derecha y su gobierno. Por otro lado, diversas organizaciones, tal como viene ocurriendo hace algunos años, han levantado recientemente movilizaciones que reivindican el derecho al aborto.

El presente texto es,  en primer lugar,  un llamado a – y propuestas para – cambiar la situación de Chile en este asunto. Y en segundo lugar, la expresión de una postura ante la interrogante que se nos plantea en el aborto sobre  la vida humana a partir de un ejercicio reflexivo en el marco del Humanismo [i]

La inmensa sensibilidad y complejidad de este tema es innegable, pues en este debate están involucrados temas muy profundos y polémicos. En palabras de  Umberto Eco; “Definir qué es y dónde empieza la vida es una cuestión en la que nos jugamos la vida.”, es decir, es algo que nos compromete a un nivel en el que aspectos biográficos suelen condicionar e incluso cambiar nuestra postura [ii]. Así, cabe aclarar que quien escribe es hoy un estudiante de medicina, agnóstico, sin hijos.

Cualquier debate serio sobre el aborto debe ser multidimensional y debe tomar en cuenta debidamente a las mujeres y sus derechos, no puede reducirse a una discusión valórico-religiosa sobre el comienzo de la vida y los derechos sólo del que está por nacer, en desmedro de los primeros, en la que los sectores conservadores con sus vínculos de poder persiguen imponer su visión.

Preliminarmente, debe tenerse presente que cuando se legisla sobre el aborto no se fuerza a que toda vez que exista una situación que se encuentre dentro de las que la ley lo permita éste se lleve a cabo, sino que simplemente se permite – y se debe velar por – que la mujer decida.

Aborto Terapéutico

Es necesario hacer una distinción entre el aborto en general y el Aborto Terapéutico; este último se define como aquel que se realiza en caso de estar en riesgo la vida o salud de la madre o casos en que el feto es incompatible con la vida.  Otros casos que podrían incluirse en esta categoría  – dependiendo de la perspectiva del autor se incluyen o no dentro del concepto de terapéutico –  son los casos productos de violaciones e incesto y en general los que afecten considerablemente la salud mental de la madre. Frente a todos estos casos que no se cuentan dentro del ‘aborto a secas’, internacionalmente existe mucho mayor consenso; organizaciones como Amnistía Internacional –  en el marco de los derechos sexuales y reproductivos – considera que se vulneran los derechos de las mujeres al impedirles abortar en dichos casos [iii].  Sólo en 4 países del mundo (además del Estado Vaticano) está prohibido el Aborto bajo cualquier circunstancia y Chile está entre ellos, lo que es una muestra del grado de conservadurismo vigente en el tema [iv]

En nuestro país, el Aborto Terapéutico estuvo permitido desde 1931 hasta 1989 contando con la aprobación de la comisión de ética del Colegio Médico y de la Sociedad Chilena de Ginecología y Obstetricia, los únicos requisitos  eran que fuese con fines terapéuticos y el contar con la aprobación de dos médicos [v]. No es fortuito que se haya prohibido en el último año de la Dictadura Militar y que luego se haya fustigado con el discurso valórico-teológico; debe entenderse en el contexto de las múltiples maniobras en los años y meses finales del régimen – ante la inminente ‘transición a la democracia’ – orientados a consolidar una sociedad conservadora y Neoliberal.

En Chile, el 66,7% de la población está de acuerdo con el aborto en caso de violación, el 66,4% de acuerdo cuando esta en peligro la vida de la mujer, el 64% por malformación del feto y un 94,4% cree que debemos revisar nuestras leyes sobre el aborto [vi]. Se hace urgente reinstalar un debate sobre el Aborto Terapéutico  que lo vuelva a legalizar y defina sus términos. De esta manera podremos evitar la muerte de mujeres, reducir su sufrimiento y el de sus familias o al menos darles la oportunidad de escoger.

Despenalización del Aborto

Aquí es preciso hacer ciertas consideraciones iniciales, pues como ocurre habitualmente con las discusiones ‘valóricas’, reina la hipocresía:

1- Prohibir el aborto no impide que se realice: Se llevan a cabo 160.000 abortos clandestinos al año y las muertes provocadas por dichos abortos son una de las principales causas de mortalidad materna – en el 2000 representaban el 25%, siendo la primera causa de muerte [vii] -.

2- La penalización del Aborto actualmente implica una grave discriminación de clase: Tal como sucedió hace un tiempo al prohibirse la ‘píldora del día después’ en el sistema público en condiciones que podía seguir siendo adquirida en farmacias, quienes tienen dinero para  hacerlo, pueden practicarse un aborto inducido seguro en alguna clínica privada del país mientras que las mujeres pobres, que muchas veces cuentan con razones mucho más poderosas – dadas por su situación socioeconómica y las implicancias que tendría no interrumpir el embarazo para la vida del grupo familiar o la de un futuro niño – para tomar una determinación  por la que deben en ocasiones incluso arriesgar su vida en los ya referidos abortos clandestinos. Análogamente a lo que ocurría hasta hace un tiempo con la práctica ilegal del lucro en las universidades privadas, podemos evidenciar que esta realidad es conocida socialmente; un 87,4 % de los chilenos piensa que los pobres están más expuestos a abortos riesgosos vi pero ignorada forzosamente  por casi la totalidad de los que han estado en el poder (gobiernos y parlamentarios del duopolio Alianza-Concertación) y frente a la cual se hace muy poco. Por último, hay que hacerse cargo del profundo problema social y de Salud Pública que constituye hoy el embarazo adolescente, donde los riesgos para la salud y los perjuicios se manifiestan con más fuerza.

No debe perderse de vista que el aborto tiende a ser la última opción a la que se recurre, por lo que no tendría que aumentar dramáticamente al legislar al respecto, cuestión que todos deseamos al ser falsa la dicotomía de los ‘pro-vida’ y los’ pro-aborto’. La despenalización del aborto debe ir aparejada de programas de educación sexual – que formen en prevención  y aspectos básicos pero que también proporcionen herramientas a las personas para que puedan disfrutar su vida sexual -, los que paradójicamente son rehuidos por quienes pregonan ser ‘defensores de la vida’; de la disponibilidad  en el sistema público de métodos anticonceptivos incluyendo los de emergencia; asesoría psicológica a las mujeres en el proceso; programas de adopción integrales; políticas que verdaderamente combatan la desigualdad; acceso igualitario a la educación (en particular la superior), entre otras medidas que actúen sobre los determinantes sociales que hacen necesario el aborto, que reduzcan los embarazos no deseados y  enfermedades de transmisión sexual y que conduzcan a una sexualidad satisfactoria para tod@s. Debemos emplazarnos desde la prevención y promoción de la Salud, donde la Atención Primaria y la Salud Comunitaria pueden cumplir un rol protagónico, especialmente si los profesionales de la Salud lo promovemos activamente.

No avanzaremos desde el castigo, la prohibición ni la persecución, ni en este ni en otros aspectos, debemos avanzar en la resolución de las raíces de los problemas que aquejan a nuestro pueblo y al mundo.

Como no se trata de un tema donde se pueda arribar fácilmente a conclusiones universalmente válidas ante la diversidad de perspectivas de los grupos e individuos, como ya se ha apuntado, es preciso dar un proceso que posibilite llegar a acuerdos. En los países en que no está penalizado el aborto, se establecen distintos límites para su realización, siendo uno de los más comunes las 12 semanas de gestación [viii], entre otras razones porque hasta antes de ese momento existe una alta probabilidad de abortos espontáneos (y que en consecuencia independiente de nuestra intervención, ocurren continuamente) y porque desde ahí en adelante es también más riesgoso para la mujer. Lo anterior aparece como una alternativa sumamente razonable y que debe ser tomada en cuenta a la hora de legislar.

El consenso debe basarse en criterios comunes que respeten dicha diversidad y apelar a la consecuencia de las personas con sus ideas, valores y creencias en vez de forzarlas a seguir lo definido por unos pocos en función de ciertos grupos de influencia.

Ahora, buscando aportar a la reflexión colectiva compartiendo mi perspectiva personal, quisiera ingresar en un terreno algo árido: El debate sobre la vida humana.

El debate sobre la vida humana

La discusión no es sobre la vida en abstracto, sino sobre la vida humana, y no puede tampoco reducirse a una discusión cientificista pues hay creencias y puntos de vista fuertemente implicados, hay un vínculo con un debate epistemológico sobre la ontología del ser humano, de concepción antropológica, que condicionará nuestra posición ante un problema bioético central: ¿Cuándo nos encontramos frente a un sujeto de derecho y cuándo exclusivamente ante la decisión de una mujer sobre su propio cuerpo o su proyecto de vida?

El Humanismo plantea que el ser humano no es un ser biológico sino uno histórico-social que puede transformar incluso su propia ‘naturaleza’. Además, plantea que como una de sus  características propias es la ‘Apertura al mundo’; en términos de la  estructuración intersubjetiva de la conciencia y de las emociones y en cuanto a las relaciones recíprocas, por un lado con el mundo inmediato a través de la sensibilidad corporal, y por otro con lo social e histórico, que son transformados por nuestra acción y a la vez nos constituyen [ix]. Otros humanistas que han escrito acerca del aborto como A. Koryzma [x], F. Ruiz-Tagle [xi], entre otros, han afirmado  en sus artículos que por dicha apertura y por no constituir un ser meramente biológico no existiría vida humana propiamente tal sino desde el nacimiento en adelante,  debido a que sería recién entonces cuando pueden comenzar a expresarse las características fundamentales del ser humano. Aun compartiendo varias de sus premisas, tengo ciertas diferencias con las posiciones recién descritas.

De acuerdo a Sánchez  M. existen diversos tipos de criterios para conferir el carácter de persona moral a un individuo, dentro de las cuales se encuentran los graduales de potencialidad que en palabras sencillas consideran que el derecho a la protección aumenta a medida que se van actualizando las potencialidades y en general tienden a afirmar que la persona moral ‘plena’ se puede encontrar en algún momento entre la nidación y el parto [xii]. El ser humano nunca está completo, siempre se está descubriendo y desenvolviendo sus potencialidades, por lo que no deberíamos  esperar a que un individuo alcance un alto nivel de desarrollo de todas ellas para considerarlo una persona moral, sino que hacerlo mientras esté en condiciones de desplegar la mayoría de las fundamentales y ya manifieste suficientemente algunas de ellas.

Un aspecto crucial es la viabilidad del feto; aunque la vida humana no sea meramente biológica, una vez que se trata de un individuo viable podemos afirmar que está en condiciones de desarrollar todas las potencialidades humanas que trascienden aquello de la misma forma que otro que nace luego de un período de gestación completo, sólo requeriría para ello de un apoyo razonable de la sociedad. Lo anterior marca un cambio importante en cuanto a la dependencia de la madre desde cierto punto, lo que haría menos claro en ese momento el que sólo esté en juego el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo.

Cabe señalar que gran parte de los puntos a tratar en lo sucesivo están estrechamente asociados a la maduración del sistema nervioso, por lo que es esencial distinguir cuándo se han alcanzado los cambios cualitativos más importantes y propios de la gestación, puesto que posibilitan cuestiones trascendentes.

Se ha descrito la ‘Apertura al mundo’ y se ha señalado como una de las características fundamentales del ser humano, pero cabe preguntarse aquí en qué medida o si es que está presente previamente al parto; además del desarrollo – algo rudimentario – de los sentidos que por cierto originan un vínculo con el mundo,  es posible observar una apertura emocional al mundo, existiendo sensibilidad tanto ante los cambios en el ambiente físico como una conexión con los estados anímicos de la madre. Más aún, se ha demostrado que la afectividad en el embarazo puede ser relevante en la ontogenia de los individuos.

También en relación con el carácter de apertura histórico-social de la existencia humana, es preciso considerar la forma en que el mundo social, construido históricamente, condiciona las interacciones (simbólicas y concretas) madre-feto y sociedad-madre-feto que a su vez influyen en su proceso de construcción como ser humano, lo que nos sugiere que, al menos en algún grado, la vida intrauterina puede no ser puramente biológica.

Dado que uno de los objetivos del Humanismo es la superación del dolor y el sufrimiento humano, la capacidad de sentir dolor por parte del feto debería ser un elemento a atender, más allá incluso de la discusión de cuándo alcanza el ‘estatuto humano’, ya que lo que debemos hacer es construir una sociedad que se oponga al sufrimiento en general y por tanto establezca un sistema de vida, de relaciones sociales e incluso más allá, de relación con otras criaturas sintientes (como algunos animales) que busque evitarlo.

Existen aspectos constitutivos de lo humano que no se presentan en la vida embrionaria ni fetal: Por una parte la capacidad de comprensión  – en cuanto capacidad no sólo de análisis racional sino que también de dar sentido –  y la complejidad del lenguaje, que cumple un rol indispensable en la interpretación y construcción de la realidad y del ser humano en cuanto tal. Se presentan inevitablemente después del parto pero sus condiciones de realización sí alcanzan a producirse previo a él, al producirse el desarrollo del sistema nervioso central.  Ahora, también hay que tomar en cuenta que actualmente hay personas (por ejemplo con enfermedades neurológicas) que no desarrollan ampliamente estos aspectos y tienen la misma ‘calidad’ de sujetos de derecho. Esto nos indica que es posible distinguir entre un ser plenamente humano y una persona moral, siendo ambos iguales en valor para la sociedad pero cualitativamente diferentes. Por otra parte, están la intencionalidad de la conciencia y la libertad, que tampoco alcanzan a expresarse mayormente antes del nacimiento.

No obstante, si observamos cuidadosamente, podremos reconocer que en el sistema imperante, donde abunda la opresión, el autoritarismo solapado de la falsa democracia, el individualismo, la pasividad a la que somos domesticados, el embrutecimiento  por la desinformación de los medios de comunicación, el sometimiento del ser humano al mercado y otros vicios que nos acaban por deshumanizar, ni siquiera tenemos la certeza de poder alcanzar a desplegar en plenitud todas estas características ontológicas fundamentales, lo que agrega otro elemento que dificulta clasificaciones muy estrictas en esta materia.

Lo que acaba siendo clave en la práctica es que existe una desproporción en el grado de humanización entre la mujer y el feto que, durante gran parte de la gestación es suficiente como para que al entrar en conflicto sus derechos (aunque sean de distinto orden) sea justificado privilegiar los primeros, concretamente; poder decidir sobre el propio y cuerpo y más aún sobre el proyecto de vida personal y familiar. De la misma forma ocurre con la cualidad de persona moral, que no está en duda en el primer caso y en el segundo, muchas veces es al menos susceptible de ser relativizada.

En síntesis, de acuerdo a lo expuesto, es coherente sostener desde el Humanismo un respaldo al aborto, pero no necesariamente en cualquier punto previo al parto, pues no es un hito indefectiblemente determinante en el advenimiento de lo humano.

 Finalmente, sólo queda insistir en la urgencia de  deliberar tras un debate público amplio y serio sobre el aborto, donde las resoluciones se tomen de la forma más democrática posible y que a mi juicio deberían resultar en la despenalización del aborto terapéutico y del aborto en general definiéndose los términos de ambos sobre la base de información pertinente, de los derechos de la mujer y acompañándose de medidas que permitan la conformación de una política de salud sexual y reproductiva integral que garantice el acceso a un aborto seguro y gratuito.

 

 


[i] En particular hablo desde una corriente de surgimiento reciente; el Humanismo Verde y Popular. También se trabaja en este artículo con el Humanismo Universalista o Nuevo Humanismo, corriente de pensamiento a la que adscribe el movimiento humanista y los organismos que surgen de él, como el Partido Humanista. Uno de sus principales ideólogos fue Mario Rodríguez Cobos, más conocido como Silo.

[ii] Eco U y Martini  CM [et al.]. ¿En qué creen los que no creen?. Madrid: Temas de hoy; 1999.

[iii] Amnistía Internacional, Sección Española. Derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.http://www.es.amnesty.org/campanas/no-mas-violencia-contra-las-mujeres/la-campana/derechos-sexuales-y-reproductivos/

[iv] Estos países son Malta, El Salvador, Nicaragua y Chile. APROFA. Documento Final de Consenso Proyecto SAAF: ‘Generación de una Agenda Pública para la Despenalización del Aborto por Indicación Médica en Chile: formación de capacidades para una acción sostenible de instituciones privadas de interés público en aborto terapéutico’, 2008.

[v] Documento web de difusión del Observatorio de Políticas Públicas en Salud de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile (OPPS): “Aborto Terapéutico: ¿Decisión de Mujer o Estado?”. http://issuu.com/elvilches/docs/vilches21

[vi] FLACSO-Chile.Estudio de Opinión Pública sobre Aborto: Brasil, Chile, México y Nicaragua, 2010.

[vii] INE. Anuario de Estadísticas Vitales, 2000. Cálculo por Claudia Dides, FLACSO-Chile.http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/demografia_y_vitales/estadisticas_vitales/pdf/anuarios/vitales2000.zip

[ix] Silo. Obras Completas vol. I. 2ª ed. Buenos Aires: Magenta; 1998.

[x] Koryzma, A. La interrupción del embarazo y la concepción del ser humano, 2011.http://www.pressenza.com/es/2011/09/la-interrupcion-del-embarazo-y-la-concepcion-del-ser-humano/

[xi] Ruiz-Tagle, F. Naturaleza y Libertad, 2012.http://www.pressenza.com/es/2012/03/naturaleza-y-libertad/

[xii] Sánchez MA. Historia, teoría y método de la medicina. Barcelona: Masson; 1998.