En el marco del Foro Internacional Feminismos Populares, Modelo Económico y Extractivismo, organizado en la ciudad de Quito por la Fundación Rosa Luxemburg. Un espacio de encuentro, debate y reflexión entre mujeres feministas y luchadoras populares. Pressenza-Ecuador ha tenido la oportunidad de dialogar con Silvia Lipa, mujer indígena y miembro de la Central de Mujeres Indígenas del Norte La Paz. y con Raquel Gutiérrez, activista, académica y feminista mexicana.
Silvia Lipa: “Nosotras podemos decir lo que realmente está pasando”
Silvia es boliviana, de la región amazónica del Norte La Paz. De un modo suave y directo comentó que para ella venir al evento y encontrarse con “lo que dicen que es feminismo”, le resultó difícil. Como mujer de pueblos indígenas está arraigada a los usos y costumbres y desde allí, entender y aceptar el término mismo, es difícil. Sin embargo, dice, ha llegado a la conclusión de que están peleando por lo mismo: por las reivindicaciones de las mujeres. En nuestro mundo indígena no lo llamamos feminismo pero estamos luchando en ese entorno indígena también machista, patriarcal y colonial. A veces no entiendo nada, dice Silvia, pero se que son las mismas luchas, aunque para las mujeres indígenas, la lucha es doble.
P: ¿Cuáles son esas luchas?
S: Queremos la autonomía de nuestros pueblos. Que no se nos imponga lo que tenemos que hacer como mujeres y menos aún que servimos solo para la reproducción. Queremos dejar de estar cansadas y solo seguir pariendo, queremos aprender a cuidarnos. Nos hemos organizado siempre por una necesidad como mujeres, para tener un espacio y conquistarlo. Para nosotras todo es difícil Cuando el hombre nace ya tiene su espacio, ahí está. A nosotras nos toca pelearnos, pelear incluso el derecho a una maternidad segura, a decidir si queremos o no ser madres, a opinar y participar en las asambleas, porque siempre tenemos que cargar con los usos y costumbres.
P: ¿Y en cuanto a los espacios políticos institucionales?
S: Queremos tener una verdadera representatividad dentro de un municipio, en los espacios políticos de poder y decisión. En Bolivia hoy hay muchas leyes que favorecen a la mujer pero son cortinas, pura apariencia. Siempre vamos como suplentes y cuando queremos ejercer inventan pretextos o amenazan y acosas políticamente. Para las próximas elecciones queremos entrar como titulares, no como suplentes. No queremos que se nos use como pantalla para que ellos sigan decidiendo.
P: ¿ Qué piensas sobre la relación de las luchas populares femeninas, el extractivismo y el modelo económico, temas de de este Foro?
S: Hablando de megaproyectos, que son los que están en marcha en nuestro territorio, las mujeres siempre nos damos cuenta primero y ponemos resistencia.
Mi sector es minero, las consecuencias para el medio ambiente, la contaminación, la corrupción, los efectos en la dispersión familiar, en las dinámicas comunitarias, son terribles. Llega gente extraña y la vida comunitaria se limita. Es una invasión a nuestra vida, a nuestra cultura y es un peligro para nuestros hijos. Ya no podemos ir a lavar la ropa a los ríos porque están contaminados. Y el río es el lugar donde las mujeres nos encontramos y conversamos. Ya no podemos ir, dice Silvia.
Afirma que nada de esto se visibiliza y con mucho énfasis afirma también “nosotras las mujeres podemos hablar y escribir sobre esto, no permitir que sean ellos y siempre den su versión. Nosotras podemos decir lo que realmente está pasando”
Raquel Gutiérrez: “Es necesario nombrar al mundo como lo vemos”
Raquel es mexicana. Poblana para más señas y profesora-investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla. Comenta la importancia que tiene el hecho de que el Foro Internacional se haya planteado en términos de encuentro de feminismos populares, porque de entrada plantea la pregunta sobre qué es un feminismo popular. Es un encuentro planteado en términos de pregunta y esto es un acierto, dice Raquel.
P: Desde lo que se está compartiendo en el Foro ¿cuáles son los nuevos modos del feminismo en el continente?
R: El feminismo potente de los años sesenta y setenta quedó capturado durante los años neoliberales en la agenda de la equidad y la igualación de derechos, en el horizonte de la igualdad y, desde mi lectura, está agotado. Solamente tiene camino si nos inscribimos en un dispositivo ciudadano que nos mide con el rasero de una masculinidad dominante y desconoce todo lo demás o lo pone como agregación.
Entonces eso es lo que hemos estado discutiendo porque en América Latina hay una enorme cantidad de mujeres cuya masiva presencia en cada lucha, en cada intento de creación de algo nuevo, en cada defensa frente al despojo, está ampliamente identificada y documentada. Mujeres que protegen lo común, que mantienen visiones que garantizan mínimamente la reproducción de la vida y que, de una manera abigarrada y heterogénea, van tratando de protegerse de este extractivismo desarrollista y arrollador que nos están tratando de imponer sin diferencia en la gran mayoría de países, incluyendo el país en el que estamos.
Lo que hemos estado haciendo es un diálogo entre mujeres luchadoras y feministas de distintos orígenes y experiencias, tratando de ver qué podemos rescatar del naufragio del “género tecnocrático” que ahora ya no sirve para nada y cómo podemos articular una voz común con una líneas que nos permitan sintonizarnos.
P: ¿Cuál es la diferencia entre este momento histórico y otros, anteriores, considerando que las luchas de las mujeres de los sectores populares tienen una larga historia en América Latina, así como el extractivismo?
Hay una manera nueva y específica.. Creo que las mujeres, en las luchas anteriores, no han logrado tener protagonismo. Han tenido participación masiva y han hecho cosas decisivas pero protagonismo, entendido como el ejercicio de su propia voz, la discusión abierta de los documentos, la disputa por participar de modo determinante en las decisiones, no se había dado. No había autoridad femenina. Se ha ido construyendo.
P: ¿Cuál es la razón de esta nueva construcción?
S: La construcción de protagonismo y autoridad femenina popular pasa por la ruptura de la mediación que situaba a las mujeres populares como meros objetos de asistencia y enseñanza que es, insisto, una de las cosas que pasan cuando el feminismo pierde sus aristas más filosas, como el hecho de ser una lucha múltiple contra diferentes modos de dominio.
El horizonte de la igualdad era uno de los horizontes feministas, pero no el único. Conocimos la tensión entre las luchas feministas y las luchas populares o de izquierda. Esa historia de “matrimonio mal avenido”. Sin embargo, lo que ha tratado de hacer este encuentro es generar un lugar donde podemos dialogar feministas y luchadoras, intentar producir un momento de autoafirmación de mujeres luchadoras de nuevas generaciones que disputan protagonismo y a veces no tienen todas las herramientas para hacerlo.
Mi punto de vista particular es que es muy importante la cuestión de cómo nombramos el mundo, nombrarlo como lo vemos, descentrar el discursos que una y otra vez trata de capturar la palabra de las rebeldes. Nos interesa marcar los cómos y los qué de las luchas contemporáneas desde nosotras, pero no solo para nosotras, sino para todos. Es indispensable la reivindicación de la sabiduría femenina para transformar el mundo, la relación entre humanos y del humano con el cosmos.
P: ¿En confrontación con la matriz extractivista?
R: Si, porque está centrada en la acumulación de capital y en la concentración de la decisión en un Estado que monopoliza la prerrogativa de la decisión sobre lo público y lo común, en varones.
El desarrollo moderno del capital genera un tipo de masculinidad dominante que se condice con un modo de ejercicio del mando y de organización de lo económico bajo un patrón de acumulación de capital. Eso está pasando, con un barniz que lo pinta de colorcitos e incluso con mujeres administrando este modo de ejercer el mando.
Esta forma de Estado que no acaba de cambiar, que vuelve a expropiar a la sociedad y a ligarse con la acumulación de capital. Eso no genera paz. Es un tipo de masculinidad dominante. Extractivismo y patriarcado tienen una liga simbiótica. No son lo mismo, pero no puede ir el uno sin el otro.
P: ¿Y cuáles son algunos de esos nuevos términos?
R: Un aspecto que está en discusión y es muy interesante . El juego argumental de este extractivismo masculinizante parecer ser así: necesito ser extractivista porque necesito erario público, ampliación del dinero fiscal, yo controlo esa bolsa de dinero y yo redistribuyo. Ese es el argumento. Entonces todas las políticas se miden en ese “tono de voz”. Y cada vez que hay una impugnación se vuelve a plantear lo mismo como una especie de límite a lo que puede ser dicho.
Si nosotros notamos que esta es una forma arbitraria impuesta por el extractivismo masculino, aperturemos la pregunta sobre cómo queremos vivir y hagamos además nuevas preguntas. Por ejemplo, ¿en qué queremos gastar esa bolsa? ¿necesitamos una bolsa tan grande?, ¿el único modo de llenar la bolsa es ese? ¿ tienes que decidir tu solito, poder masculino concentrado? ¿conviene que decidas tu solito?
Si lo pensamos así podemos empezar a destrabar cierta discusión sobre democratización de temas públicos. No comprar los términos del juego dado, sentir en común , entre todas, incluso con lealtades a los proceso en marcha, pero no podemos comprarnos los términos en los que quieren situar las discusiones. Hay que construir otros lugares de enunciación. Es fundamental establecer términos nuevos de enunciación-.
P: La distinción entre el común y lo público ¿puede ser un ejemplo de esos nuevos términos, ese nuevo lugar de enunciación?
S: Desde mi punto de vista, sí. Lo público es una mediación. Es la mediación estatal de lo común. Lo común existe desde siempre, existía desde antes del Estado. Lo común se regenera una y otra vez. Es parte de la manera como podemos habitar el planeta. Hay una deformación de lo común que en la modernidad se llamó lo público. Hemos dado una disputa por lo público que ha sido importante y conveniente, hay una serie de derechos que queremos seguir exigiendo, pero es o no es lo único queremos.