Nos enteramos por las redes sociales que durante cinco días hay protestas en Estambul, Turquía, dado que la prensa oficial está silenciada por el gobierno. Solo queda Internet y el boca a boca para saber que miles de personas se reúnen en el Parque Gezi de esta ciudad. El motivo es muy sencillo: impedir la demolición de este parque para construir otro centro comercial en el centro mismo de la ciudad; de los que ya hay muchos, al menos uno por cada distrito importante. La tala de árboles estaba prevista para el jueves pasado por la mañana, pero la gente llegó al parque antes con sus frazadas y demás, para instalarse con familias y niños, en sus carpas, listos a pasar la noche bajo sus árboles… Al amanecer llegaron los buldóceres dispuestos a arrancar los árboles centenarios, pero la gente detuvo la operación, sólo haciendo frente a las maquinarias. Ningún periódico o canal de televisión estaba allí para informar, hubo pues un completo silencio informativo sobre una protesta nada frecuente en la Turquía: la demostración ecologista que derivó el viernes en una enorme manifestación contra la firmeza de Erdogan (comenta La Nación, Bs.As., el 2 de junio 2013).
Este país que parecía ser un lugar ajeno a las manifestaciones al estilo griego contra las medidas de austeridad y de las revueltas de los vecinos árabes contra la mano firme de sus gobernantes. Pero ahora, a Turquía – siempre en equilibrio entre Europa y Medio Oriente – pareciera que también le llega la hora de las turbulencias sociales: el centro de Estambul es, desde el viernes pasado, escenario de enormes manifestaciones y de choques con la policía, por un tema ecológico.
Por supuesto que la policía no se hizo esperar y llegaron con sus vehículos asediando a la gente desde fuera del parque, que fue reprimida con chorros de agua a presión, bastonazos y gases lacrimógenos. Hubo por lo menos 90 heridos y más de 900 detenidos. Aunque por la noche la cantidad de asistentes se había multiplicado como también las fuerzas policiales alrededor del parque, al tiempo que las autoridades locales cerraban todo el tránsito hacia la plaza Taksim, donde se encuentra el emblemático parque Gezi, como también se clausuró el metro, la llegada de ferris y todas las rutas. Algo nunca visto. A pesar de ello, cada vez más gente llegaba al centro de la ciudad caminando, procedían de todas partes de Estambul, son de diferentes estratos sociales, diversas ideologías y religiones, todos se reunían con un solo objetivo: impedir la demolición de su parque.
Hacían gala de su derecho a vivir como ciudadanos dignos del país, defendiendo su entorno frente a un atropello inconsulto.
La gente se reunión e inicio su marcha a pesar de la hostilidad policial con sus cañones de chorros de agua a presión y gases lacrimógenos y, ¿qué hicieron? a cambio ¡les ofrecieron comida! Hubo víctimas, dos jóvenes que corrían frente a los tanques murieron. Una mujer fue golpeada en la cabeza y era hospitalizada en estado crítico, sus amigos hicieron un blog en la red en su honor (İnsanlik Hali). Mientras, la policía seguía disparando a la multitud.
Es una multitud la que protesta, gente común y muchos estudiantes, jóvenes dispuestos a parar este intento, otro más, de vender el país a corporaciones que quieren construir centros comerciales, edificios de apartamentos lujosos, autopistas, diques y, cómo no, plantas nucleares. Todo sin consultar a nadie, por supuesto (además, el gobierno no deja de buscar excusas para atacar Siria…) Y todo se hace con un férreo control de la vida personal de la ciudadanía que últimamente resulta insoportable. Demasiadas leyes y reglamentos se están aplicando bajo el mandato de este gobierno conservador.
La gente que marcha por el centro de Estambul, explican en las redes sociales, pide el derecho a vivir en libertad y recibir protección, justicia y respeto por parte del Estado y quiere participar en el proceso de la toma de decisiones de todo lo que les concierne en donde habitan y viven. Pero reciben forzamientos, golpes y gases lacrimógenos. Un trato brutal.
Cientos de miles de ciudadanos siguieron uniéndose a estas marchas, se los ve llegar caminando por el Puente sobre el Bósforo en apoyo a la gente de Taksim.
Sin que se informe en periódicos ni TV y la policía no deja sus represiones.
Hay que destacar que hoteles, escuelas y hospitales alrededor de la plaza reciben abiertamente a los heridos en las confrontaciones policiales.
También en otras ciudades, como Ankara e İzmir se ha reunido en las calles la gente en apoyo a las marchas de Estambul.
Por otra parte, ha habido otras marchas con enfrentamientos policiales, como el 1 de mayo pasado, o la ciudad turca de Reyhanli, cerca de la frontera con Siria, con en 17 personas han sido detenidas.
Además, ya hubo choques entre policías y manifestantes en Estambul durante la celebración del 1 de Mayo pasado, que terminó con decenas de heridos, contando a siete agentes y dos periodistas, y unos veinte arrestados, de acuerdo a lo informado en su momento por CNN Türk, porque querían celebrar en su plaza de siempre.
La decisión de las autoridades de prohibir este año la tradicional celebración en la céntrica Plaza Taksim, que se encontraba en obras, choca con la insistencia de los sindicatos de acudir a este emblemático lugar, produciéndose los enfrentamientos originando el más violento 1 de Mayo de los últimos años.
Estos antecedentes quizás hayan estimulado a la población, harta de censura y restricciones a manifestarse por lo que quiere: libertad, buen trato y espacios abiertos.
Finalmente, en la prensa local leemos: «Después de dos días violentos vuelve la calma a Estambul». Se explica que el gobierno turco finalmente hizo concesiones el sábado pasado, segundo día violento, donde la policía se retiró de la plaza Taksim, centro de la revuelta. Después de haber actuado con extrema dureza contra los manifestantes, que se oponían al proyecto inmobiliario, inmediatamente después de esa retirada, miles de personas entraron a la plaza cantando consignas de victoria, secundados por fuegos artificiales. Tanto el primer ministro como el presidente del país lanzaron diversos mensajes pidiendo el cese de las protestas y llamado a la calma (mientras reprimían…).
El dueño de un café que resultó dañado, consultado por la prensa, decía estar orgulloso de la manifestación que había sido de una unión total de todos: izquierdistas, derechistas gentes partidarios del gobierno. Así, una vez más, la fuerza excesiva contra manifestantes pacíficos seguros de sus reclamos, fracasa. Menos mal.