Por Hugo Latorre Fuenzalida
Desde muchos años que no sentía una verdadera necesidad de votar en las presidenciales chilenas. Hoy lo estoy sintiendo. Hace muchos años que siento que soy un voto anulado. Hoy siento que mi voto es importante, imperdible.
No sé si Marcel alcanzará la presidencia esta vez, pero lo que tengo por cierto es que el pueblo joven de Chile se está movilizando en torno a un candidato. Y se está armando de impaciencia, de teoría, de práctica y sintonía transformadora. Pero no de cualquier pensamiento; lo está entendiendo y exigiendo como un proceso realmente democrático, nuevo, que está siendo elaborando por ellos mismos, que está siendo sancionado de manera participativa, que no admite iluminados ideológicos ni formulaciones taxativas, pues en este esquema nuevo, todo es revisable, todo es perfectible, todo es votable.
Pero hay cosas para la que este pueblo en marcha no está disponible: no está para aceptar los abusos de los poderes fácticos; no acepta la expoliación extranjera de nuestra riqueza minera; no acepta la evasión tributaria de los que más tienen; no acepta que se lucre con sus derechos a la educación y la salud; no acepta que se robe gruesa parte del capital acumulado por los trabajadores de Chile en las AFP.; no permite que los bancos acongojen a sus padres con intereses usureros, cuando el capital que usa la banca viene justamente del ahorro de esos mismos trabajadores. No está dispuesto a tolerar el engavillamiento de los comerciantes del área médica: isapres, laboratorios, farmacias y clínicas.
No permitirán tampoco que los parlamentarios se nieguen a hacer las reformas que son exigencia ciudadana y protejan con sus leyes los intereses fraudulentos de los megapoderes instalados. No aceptarán más que los partidos elijan a los representantes, cuando esos partidos ya no tienen en verdad arraigo social ni moral sustentable.
No aceptan ser gobernados por unas cúpulas que emanan su poder de una Constitución forjada por las mismas cúpulas, negociada entre cuatro paredes y maquillada también entre cuatro paredes.
Es decir, esta nueva égida de jóvenes, que conforman el Chile que se sueña, quiere cambios estructurales, tanto en lo moral, como en lo social y -como consecuencia necesaria-, también en lo económico.
¿Son estos cambios una revolución?
Si es moral, ya es revolucionario. Si es social, es estructural. Si es político, es democrático. Si es económica, es transformadora. Usted puede juzgar si es o no revolucionario, pero nos encamina a un Chile para los chilenos; para las mayorías, para las minorías, para los hombres en empatía con las mujeres; para los pueblos originarios, para los avecindados, para los extranjeros que aman Chile, para los latinoamericanos y para los hombres del mundo que amen el trabajo, la justicia y la decencia.
Marcel es el único candidato que veo levanta ese entusiasmo por una nueva dignidad de ciudadanos activos. No lo veo en ningún otro. Marcel concentra vigor, juventud, carisma, consecuencia y, por tanto, credibilidad, esa cualidad política que yace subsumida bajo los pies del abuso y la corrupción de los políticos actuales, y que esperamos sea exhumada para que levante su vuelo desde las cenizas, nuevamente, como ave Fénix.
Admiro esa fuerza, esa convicción y ese sacrificio de Marcel. Pues no es fácil retar a un lenguaje instalado, a un poder que domina todos los medios, a una sociedad a la que se ha intentado embrutecer con la liviandad publicitaria y el acoso crediticio. No es fácil y es casi sobrehumano llevar esta campaña por Chile sin recursos, sin medios, más que el voluntariado.
Pero así se forjó la política grande de los mejores tiempos de la historia republicana, con “saliva y suela”; hablando y caminando, con sed y con hambre, con poco sueño y mucho sudor o frío, que ambas cosas nos regala nuestro clima.
Yo no sé si Marcel será Presidente esta vez…sólo sé que merece serlo más que ninguno de los que se agigantan en sus retratos, porque esos otros se refugian en la gigantografía para tratar de suspender por un minuto la inteligencia de los chilenos y meter su mano en los bolsillos, arrebatándoles nuevamente su voto.
Esperamos en el voto joven, en los estudiantes, en los pobladores, en los trabajadores, en los sin trabajo, en los viejos estafados y empobrecidos, en las mujeres sufridas, en los pueblos originarios, en los chilenos comprometidos, en los que aman a Dios en diversas religiones y tienen fe en la humanidad; en los chilenos de a pie, en los padres endeudados, en los que son víctimas de los especuladores agremiados; en los que aún tienen el buen instinto de soñar; en quienes le han perdido el respeto a los poderosos y sus amenazas; en quienes desean mejor destino para sus hijos y nietos; en quienes quieren un Chile sin violencia, sin suicidios, sin toxicómanos, sin drogadictos.
Deseamos los votos conscientes de quienes – como dice Marcel – están dispuestos a ser protagonistas de su destino, que tienen ganas enormes de luchar, de ganarse los derechos en la calle, de vivir el momento épico de la reconquista; de asistir con la voz, la mirada y el pensamiento al nacimiento de otra historia, de otro Chile. De aquellos que desean construir un “hogar público” para todos y que no desean vivir como asilados en su propio país.
No sé si Marcel llegará a la presidencia esta vez….pero la marcha a La Moneda se ha iniciado y no ha de detenerse ya.