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Por José Fortique /@jfortique

La Guerra del Pacífico dejó una honda herida en las costas suramericanas. El Pacífico aledaño a la franja andina, adquirió un nivel estratégico para las compañías británicas en el siglo XIX. El avance de la re-colonización por el control del guano y el salitre, fue la causa velada en la crisis del tributo aplicado por el Estado boliviano a la compañía salitrera; la incursión militar de la oligarquía chilena consolidaría la expansión territorial a partir de la secesión del litoral.

Bolivia, Chile y Perú, comparte una historia de alianzas y rivalidades; en menos de un siglo se precipitaron a la guerra total. La ruptura de los vínculos alcanzado en la ofensiva contra España, se desdibujaron por la injerencia Europea que logró con el apoyo de las oligarquías locales reconfigurar el mapa político. En una región agotada por las guerras intestinas en la post-colonia, la utopía de Bolívar para construir un mundo multi-polar terminó a la deriva en el istmo de Panamá. La anfictionía fue saboteada, los “blancos criollos” sólo cambiaron el monopolio de un imperio decadente por el de uno nuevo; obviando cualquier contenido soberanista del proyecto republicano que inspiró la gesta independentista.

El guano o el salitre no mueven la economía del mundo en la actualidad, pero siguen teniendo un valor importante en ciertos segmentos del mercado. El antiguo departamento del litoral boliviano, es depósito de diversos recursos minerales; apreciados por la industria moderna. La ocupación chilena ha impedido el acceso boliviano a las potencialidades económicas del litoral, pero el efecto más devastador es de carácter geo-estratégico, al condenarla a no tener una salida al mar; vital para alcanzar el desarrollo económico de cualquier nación. 

La subordinación a los puertos chilenos ha enclaustrado el comercio boliviano y, las propuestas de facilidad “arancelaria” u otros puertos en países vecinos, tienden a diluirse entre los controles aduaneros y los elevados costos. Chile mantiene una ascendente dependencia de las importaciones del gas y petróleo, proveniente de los países vecinos o del mercado mundial. Los reservorios energéticos de Bolivia se hacen cada vez más lejanos a la hambruna chilena, ante la negativa para negociar una salida al conflicto que ponga fin al problema de la mediterraneidad.

La demanda boliviana para recuperar una salida soberana al mar, alcanzó en días reciente un nuevo destino: La Corte internacional de Justicia en la Haya. Colombia y Nicaragua también recurrieron en años reciente por el litigio en la delimitación marítima del Caribe, con un fallo favorable a los nicaragüenses. Rápidamente Santos vetó la sentencia desde Bogotá y reforzó la movilización militar en las zonas disputadas, evidenciando una endeble capacidad de “vincular” las decisiones de la corte con los intereses nacionales. Una sentencia en la Haya favorable a Bolivia, sería una importante victoria política; pero no significa una respuesta inmediata a la salida al mar.  

Chile y Perú también aguardan un fallo de la CIJ por un diferendo marítimo, desvinculado de la demanda boliviana en forma reiterada por la diplomacia peruana, para evitar fricciones con su aliado y socio del club neoliberal de la Alianza del Pacífico. Con un importante número de controversias territoriales, el tema se ha filtrado en la pre-campaña presidencial en Chile, con una posición similar entre los factores políticos más conservadores o la llamada concertación (Bachelet). Apelan al tratado de 1904 para evitar reconocer que la capitulación boliviana se logró por la fuerza; otorgar una legitima salida al mar a Bolivia, sólo ha sido bien vista por factores políticos de la izquierda que reconocen la importancia de la integración regional y, un puñado de académicos críticos de la historiografía oficial.

En la agenda de Evo Morales, el tema del litoral boliviano ha alcanzado su cenit en los últimos meses del gobierno de Piñera. Con un intercambio de palabras a través de los medios, ambos gobiernos han concurrido a la sala del Tribunal Internacional. Atrás quedaron las aspiraciones de REPSOL y BP de acceder al gas boliviano por tierras chilenas, motivo de las “guerra del gas” que terminó con el gobierno entreguista de Sánchez de Lozada en 2003 que aspiraba conceder a los Estados Unidos los recursos energéticos soslayando la demanda histórica de recuperar el mar por parte del pueblo boliviano.