En la República Argentina, en Córdoba para más datos, existe un funcionario, el gobernador para más datos, que pide a la sociedad ir al baño y para más datos nos invita a acompañarlo y que, juntos, nos demos una ducha con un jabón marca «Reconciliación», patentada en los noventa y bendecida por la cúpula eclesiástica nacional, con el beneplácito de su Casa Central. Es que ha propuesto tarifar la dignidad. Es decir, si los genocidas nos dicen poquito, les bajamos el castigo un poquito. Si dicen más, un poco más. O sea transa comercial, como si nuestros compañeros desaparecidos fuesen una mercadería y la Justicia un simple trueque..
Otros baños, otras duchas
- Mendoza -
Para más datos, el señor gobernador, don José Manuel, se manifiesta como un apasionado conocedor de las enseñanzas de Sócrates. Me explico. Ante la dignísima repulsa a su invitación por parte de los organismos de derechos humanos y demás bienparidos de esta matria, el tipo hizo suya la máxima «Conócete a ti mismo» y declaró, sin ponerse colorado y con el peluquín alborotado por los vientos del sur: «Se hace politiquería con los derechos humanos». Uno imagina que la inspiración le vino en su baño, luego de ducharse, precisamente, y mientras se secaba ante el espejo. Se puso autorreferencial el coso ese.
José Manuel es una de las «esperanzas blancas» de la derecha nacional que compite con el gerente general de la muy hecha pelota ciudad de Buenos Aires, don Maurizio. Más adelante se verá, por sorteo o licitación, quien se queda con el trofeo. Lo decidirá el capomafia, don Héctor Magnetto y su corte de asesores mediáticos.
Pero ni siquiera es original. Hay antecedentes. En agosto de 2009, Graciela Fernández Meijide había dicho algo parecido: «Hay que reconocer culpas, perdonar y rebajar penas a los genocidas». Clarito, clarito. Mejor volvamos al baño.
A diez años de comenzar a salir del subsuelo de este agujero en forma de mapa que era el país, el pueblo sabe «de qué se trata». Los «chisperos» de 1810 hoy usan pechera. Se arremangan y van en busca del otro, para sacarlo del lodo o para mirar y cuidarle el salario.
Como ya saben, soy oriundo y ciudadano de Mendoza. En nuestra provincia, en consonancia con las ideas del cordobés con apellido de naipe, existen dos Sanz. Un periodista (al menos eso dicen, ya que labura de Editor Responsable del diario digital MDZ)) y un senador nacional. El primero, Christian, ostenta dos perlas negras. Según él, a Jorge Julio López lo escondió el kirchnerismo y se esfumó. Y además, afirma que Marita Verón no fue víctima del delito de trata de personas sino que se dedicaba a la prostitución.
El segundo, en clara competencia con el anterior por conseguir la Medalla al Mérito del Dislate Perverso, afirmó, hace un tiempo, que la Asignación Universal por Hijo fomentaba el juego clandestino y el consumo ilegal de estupefacientes. No conforme, ahora desea que al país le vaya mal hasta el próximo mes de octubre para que a él le vaya bien en las elecciones legislativas de medio término.
Los tres tenemos en común pertenecer a la misma comunidad, pero confundirnos por eso es como creer que un cretino es lo mismo que un cretense.
Es que, desde que lo vi a Néstor bajar los cuadros genocidas y a la Morocha redoblar la apuesta luego de las elecciones de junio de 2009, me baño en las duchas de los más postergados, los beneficiados principales de la década, los marrones de piel y las madres de los suburbios del sistema. Y me sumo, a mis casi 67 julios, a los que enarbolan sus acnés, sus pasiones, sus hormonas, sus convicciones y su compromiso por la solidaridad, la inclusión y la equidad.
Si la Patria es el Otro y la Otra, pero con Memoria, Verdad y Justicia (y sí, claro que lo es), estos tipos no lo son. Son, apenas, el ombligo de sí mismos. Y no hay ducha ni baño que los limpie de los detritus que han acumulado en su inmunda trayectoria.