Por Livia Gracola
Durante el discurso realizado hoy por el Presidente chileno Sebastián Piñera, hizo anuncios espectaculares para las mujeres, bono para el tercer hijo, obligatoriedad de que los niños asistan al kinder y ni se les ocurra pedir legislación para el tema del aborto porque él y sus secuaces están por la vida.
Todo ello acompañado de vítores (de los mismos secuaces), aplausos, gritos y jolgorio.
Preocupación existe por la baja tasa de natalidad. ¿Pero, en qué quintiles se produce ese fenómeno? ¿Habrá visitado esos lugares donde los niños están al cuidado de su abuela porque su madre, de una edad entre 14 ó 15 años fue incapaz de asumir esa maternidad? ¿Sabrá que esa abuela desdentada sale a trabajar a las 04:00am y barre mi calle cuando nadie la ve y que su nieto la maltrata porque quiere comprar más pasta base? ¿Sabrá que a ese niño lo han echado de todos los colegios y vive en la más completa soledad cuando su abuela, recién como a las 10 am, con lluvia y frío toma un café como agua de calcetín en la plaza que miro desde mi ventana? ¡Qué vida dice defender este señor!
Bono para el tercer hijo. Qué irresponsabilidad, qué mediocridad. Fabriquen más niños, reprodúzcanse, necesitamos vendedores de AFP, vendedores de ISAPRES, vendedores callejeros, vendedores de helados, vendedores de “no vengo a vender vengo a regalar”, temporeras, barredoras, mano de obra barata.
Y ni hablar del cuerpo de la mujer. Un cuerpo atravesado por el capitalismo, una reproductora. Sacralizando la maternidad como un rol que debe ser anhelado por las mujeres. Arrastrando aún las escorias de la dictadura: “El hogar es como un Chile pequeño…la patria nace en familia, se debe unir los conceptos de hogar y patria identificando a la mujer dentro de su hogar, en su servicio al país y de esa manera dignificar la función femenina” (Augusto Pinochet-Mujeres Chilenas, Fragmentos de un Historia).
La mujer homologada con la naturaleza, porque sólo existe como objeto en función de otros en una contínua historia de apropiación.
Esta iniciativa tan loable, no considera las condiciones de las niñas, de las adolescentes, sumidas en la pobreza que provoca este sistema depredador. Sumidas en la violencia, el alcohol, el neoprén, el abuso sexual, la soledad. Lanzadas a ser madres como un espejismo de felicidad, constatando luego que no pueden, ni desean hacerse cargo de un ser que llegó a descalabrar sus vidas, abandonándolos a su propia suerte y así vuelve la rueda a girar.
Ojalá pronto queden archivados los bonos.