Por Max Murillo Mendoza.
El ex presidente Carlos de Mesa está desplegando una enorme propaganda, en los medios de comunicación tradicionales, sobre su nuevo libro a propósito de su defensa del mestizaje. La manipulación de los hechos por parte de este periodista e “historiador” sigue siendo el filón colonial más importante. Estos sectores de clase media que han fracasado en la conducción del estado republicano, intentan a como de lugar sobrevivir y ser actuales en las presentes circunstancias, donde ellos ya no son la clave de los movimientos ideológicos y políticos. Y ese fracaso ha sido contundente precisamente en el gobierno de Carlos de Mesa.
Las clases medias bolivianas, o clases a medias como les decía Zavaleta, lamentablemente no tienen identidad con este país. Tienen vergüenza de encontrarse en territorios aymaras, quechuas y guaraníes. Sus imaginarios son europeos o norteamericanos; pero no indígenas. Hacen folklor de lo indígena pero no identidad. Sus barrios, sus sistemas educativos privados, sobre todo eclesiales, alimentan estos imaginarios externos. Alimentan el desencuentro con la Bolivia profunda. Y sus intelectuales, como de Mesa, intentan utilizar la palabra mestizaje para diferenciarse de los indígenas, para seguir siendo no indígenas, para seguir en historias no indígenas. Para seguir en sus imaginarios europeos o norteamericanos. En el último censo hasta oligarcas blancos como Costas o Dabduod en Santa Cruz, se identificaron como mestizos. Se sienten “discriminados” por el “totalitarismo” indígena de este gobierno; pero es otra vez absolutamente racista, quizás inconsciente y ciertamente alimentados ideológicamente por fracasados como de Mesa.
En Bolivia no hubo mestizaje. Mestizaje entendido como mezcla cultural en diálogo, mezcla de iguales en reciprocidades culturales, como por ejemplo en Brasil o Venezuela. En Bolivia hubo más bien violencia e imposición sangrienta. Forzada y cruel. Racista y absolutamente pigmentocrática, es decir sin diálogo de iguales sino en imposición de una sola manera de ver y aceptar el mundo: occidental. Pues la mezcla de sangres y razas por sí mismas no garantizan nada. No hubo sincretismo en palabras de la antropología católica. En Bolivia la vergüenza y el odio hacia lo indígena es cotidiano. Lo indígena es identificado como atrasado, sub desarrollado, no civilizado, ignorante e inculto. Es decir no occidental. Epítetos muy cotidianos en las visiones de las clases medias, alimentadas cotidianamente por los sistemas educativos e ideológica y políticamente por los medios de incomunicación masivos y coloniales.
En Canadá, Australia y algunos países más las clases medias altas y burguesías pidieron perdón a sus poblaciones indígenas, por todas las tragedias ocasionadas en las corrientes coloniales y de conquistas. De esos actos y hechos iniciaron un verdadero diálogo cultural y democrático. En Bolivia no veo una actitud positiva de estos sectores, sino de defensa y de miedo de perder sus privilegios injustamente ganados, y de afrenta a las realidades indígenas: sobre sus miserias y su abandono y genocidio. Sería interesante que intelectuales como de Mesa más bien impulsen encuentros civilizatorios y culturales, sin buscar rencores y revanchas coyunturales. Pues el papel de las clases medias es importante. Su situación económica es estratégica, porque recrean con contundencia lo profesional, lo económico y también lo político. En Bolivia, a pesar de sus profundas contradicciones y debilidades, nuestras clases medias son claves e importantes. Pero tienen que encontrar un lugar cultural, su lugar, sin seguir siendo furgones de cola de las oligarquías y colonias extranjeras. Sin seguir imitando burdamente lo externo y extranjero. Sin perder lo suyo y sus identidades. Tienen que alimentar a nuestras culturas en todas las regiones y naciones. Si sólo siguen alimentando el rostro occidental, y su mentalidad, a la larga tienen la partida perdida, ya que seguirán siendo desagregados e islas en sus barrios y placitas de ciudad. Porque la recuperación territorial, ideológica, política y civilizatoria de nuestras culturas es inevitable e imparable. Por lo que las clases medias ahora sí necesitan realmente hacerse mestizos, y dialogar con nuestras culturas. Las clases medias bolivianas necesitan encontrar un lugar histórico, cultural y territorial. Su desarraigo e imitación a lo puramente occidental las alejan de nuestras realidades, necesitamos verdaderos diálogos culturales, no defensas de mentiras y manipulaciones históricas como las de Carlos de Mesa.