La presentación de la demanda contra Chile por el tema del mar en la Corte Internacional de Justicia, CIJ, despierta esperanzas,
pero también aprensiones.
La fuerza de las declaraciones del gobierno boliviano, parecen no corresponder con la tibieza de su objetivo legal. Aún no se
conocen los detalles del escrito, que serán hechos públicos por la propia CIJ una vez que Chile haya sido informado, pero lo
trascendido a través de las declaraciones oficiales bolivianas no nos parece fructuoso.
Bolivia parece señalada por un estilo de política cuyas realizaciones prácticas no corresponden con lo tronante de sus proclamaciones.
Se execra a los Estados Unidos, por ejemplo, pero no se rompen relaciones con ese país; se vilipendia al capitalismo, pero se mantienen cordiales —y jugosas— relaciones con el empresariado privado. Y ahora, se afrenta a Chile, mientras se corre el riesgo de ofrecerle mayores recursos para mantener su hegemonía en el tema marítimo.
Lo que correspondía con la altisonancia oficial era que Bolivia denunciase el Tratado de 1904. Pero, se ha presentado una demanda en la que se pide al tribunal internacional que obligue a Chile a “negociar de buena fe con Bolivia un acuerdo pronto y efectivo que le otorgue una salida plenamente soberana al océano Pacífico”.
No denunciar el Tratado de 1904 ha sido interpretado por voceros del gobierno chileno como un triunfo suyo, pues así nuestro país se encadena a los términos de ese compromiso. El haber suscrito Bolivia el Tratado de Bogotá de 1948, y el haber levando la reserva que tenía, lo coloca en un callejón cuya salida es difícil vislumbrar.
Parece que la estrategia del gobierno se reduce a ganar tiempo en base a consideraciones de política interna. El trámite en la CIJ
será largo; si esa instancia se declara competente durará de cuatro a seis años. Hubo casos de procesos que duraron catorce años.
Incluso si Bolivia resulta favorecida con dictamen, lo que se lograría sería volver a la mesa de negociaciones, terreno en que Chile ha demostrado repetidamente su inclemente supremacía distraccionista.
El panorama no es alentador, sobre todo si tomamos en cuenta las declaraciones de la ex presidenta y candidata chilena a la
presidencia Michelle Bachelet. La ingenuidad de nuestros gobernantes contaba con ella —por su aproximación ideológica— para
resolver este problema. Bachelet ha deseado lo mejor para Bolivia siempre y cuando ello no afecte los intereses chilenos, calificando de «serio error» la demanda boliviana ante la CIJ.