Cuando leí lo que leí me subió la espuma. Ahora, más tranquilo, puedo razonar y reaccionar como corresponde: Francisco, sos un hipócrita, un maleducado, un burgués asotanado con ADN multinacional y has humillado no sólo a las víctimas, excombatientes y a los familiares sino a todos los pueblos de Latinoamérica.
Ya está, ya descargué, hice catarsis. Hice, en síntesis, lo que no se debe hacer, periodísticamente hablando. Pues, me cago en eso.
Bergoglio, mutado en Francisco, ha dicho, refiriéndose a la fenecida Margaret Thatcher que cabe destacar «sus virtudes cristianas». Veamos algunas de esas virtudes, desarrolladas a lo largo de sus 87 largos años de vida. Demasiados para mi estómago.
Cuando fue ministra de Educación en Pirataland, entre 1970 y 1974, suprimió la copa de leche en las escuelas públicas y autorizó los castigos corporales a los alumnos. Primera enorme virtud cristiana.
Haciendo profesión de fe, cristiana por supuesto, privatizó todas las empresas públicas inglesas, redistribuyó los ingresos a favor de los poderosos, desreguló la economía y combatió a los sindicatos obreros. O sea, más cristianismo en estado puro.
Protegió a un demócrata y republicano chileno llamado Augusto. Es decir, tuvo amor por ese prójimo, asesino de Víctor Jara que, como era comunista, no merece la tristeza y la plegaria del jesuita.
El 2 de mayo de 1982, a las 16, el submarino nuclear inglés Conqueror, bombardeó y hundió el crucero argentino General Belgrano. Éste navegaba fuera de la zona de exclusión determinada por Gran Bretaña, durante la llamada Guerra de Malvinas. La orden partió del despacho de la, según Francisco, virtuosa cristiana señora Thatcher. El gesto caritativo se llevó 323 jóvenes argentinos al fondo del mar. Un detalle más que estadístico indica que, a abril de 2012, superan ya el número de 500 los suicidios de combatientes en las islas. Y como ratificación de su bondad declaró, muy oronda y bien peinada, que lo volvería a hacer.
Como en aquella célebre película española (Carlos Saura, 1976), crió cuervos: José María Aznar, Tony Blair, El imberbe David Cameron, los Bush, Sarkozy y nuestro nunca bien insultado Carlos Menem. Y ahora, después del pedido presidencial argentino para que interceda ante la terquedad del discípulo ingles de la finada, se suma el doblemente cuervo arzobispo de Roma y jefe vaticano global.
Pudo haber dicho tantas cosas, pero prefirió destacar esas «virtudes» que hacen de Margarita un verdadero ícono paradigmático del Consenso de Washington, el neoliberalismo y su cara más criminal y perversa.
Esta cristiana ejemplar, criada metódicamente metodista, amante de la libertad de mercado, baluarte mundial de la lucha contra el comunismo (junto a Woytila y Pinochet) es llorada por quien, nos quieren hacer creer, viene a reconciliar a la Iglesia católica con las buenas causas. Hasta ahora, minga. Ni Murias es beatificado, ni los archivos abiertos (hoy se supo, gracias a Assange y su equipo, que el Vaticano supo, cuatro días después, quién había asesinado a los curas palotinos en julio de 1976), ni von Wernich expulsado de su seno. Apenas el gesto del dedito índice levantado para retar a los curas pedófilos. Es que, como se sabe, producen gastos y la guita no sobra.
Para nosotros, sudamericanos, sólo la burla de despedir a una criminal de guerra como si hubiese pasado por esta Tierra como un hada buena.
Rápidamente, la prensa seria se ocupó de destacar los detalles del funeral de la baronesa. Suntuoso. Como otra virtud cristiana más.