Hola estimado amigo, ¿qué tal andan las cosas por allá, en nuestro querido mundo? Imagino que bien, como siempre. Yo acá, algo solo pero haciendo mi trabajo. Ya sabes que me han encargado observar durante un período a este pequeño planeta que se llama Tierra. Nuestros sabios encontraron un magnífico emplazamiento, desde el cual tengo acceso no solo a una completa visión espacial sobre esta esfera azul en la que habitan los terrícolas sino que además puedo emprender recorridos temporales a través de su historia. Espacio y tiempo simultáneamente, una ubicación privilegiada para abordar el trabajo de campo.
Bueno, sin más preámbulos, paso a compartir contigo algunas de mis observaciones preliminares sobre esta particular especie. Lo primero que debo advertirte es que estos tipos están siempre bordeando la locura. Son estructuralmente inestables, pero quizás ese rasgo forme parte también de su inmensa genialidad. Para ser justos, hay que decir que su proceso ha sido particularmente difícil pues tuvieron la fatalidad de emerger en un hábitat desastrosamente mal concebido y cuando leas el informe completo podrás enterarte de sus atroces peculiaridades. Esto es evidente hasta para los propios humanos, a tal punto que en algún momento de su historia surgió una corriente religiosa que postulaba la curiosa tesis de que un mundo tan imperfecto no podía haber sido creado por un dios infinitamente perfecto y bueno, así es que se lo achacaron sin más a una
divinidad secundaria llamada Demiurgo, entidad francamente torpe y perversa, que hizo todo mal.
De ahí en adelante, a estos muchachos les ha tocado lidiar con su propio desequilibrio y contra las adversidades de un ambiente hostil. Cada cierto tiempo, se producen explosiones de locura colectiva con altísimos niveles de violencia y destrucción. Una de las últimas ocurrió hace muy poco tiempo atrás y terminó en una masacre global, de cuyas consecuencias aún no terminan de reponerse. También el medio ha hecho su parte, dejando caer sobre sus cabezas epidemias, hambrunas y desgracias diversas. Por ejemplo, la llamada “peste negra” causó una muerte horrible y despiadada a casi 100 millones de personas, en un pasado no muy lejano.
Pero aún enfrentando un escenario tan adverso, la especie humana ha sabido salir adelante. Nadie habría apostado ni un peso por su éxito evolutivo, considerando las infames circunstancias iniciales que te he descrito y, sin embargo, ha logrado sortear todas aquellas innumerables dificultades con dignidad y hasta con una cierta elegancia, diría yo. Sin duda que esta apreciación responde a la mirada distanciada que me permite ejercer la ventaja de mi ubicación, pues es bien probable que inmerso en la lucha cotidiana que les toca afrontar, las cosas ya no se verían tan atractivas, hecho que me predispone a una infinita compasión.
Lo cierto es que aquella especie debilucha y torpe de los orígenes devino en especie dominante, sometiendo a todos sus compañeros de hábitat. Domesticó vegetales, esclavizó animales y fue capaz de contener gran parte de las feroces amenazas de su medio natural. En resumen, ha terminado por canalizar las energías del entorno a su favor gracias al inusitado poder que le otorgó el desarrollo reciente de una sofisticada tecnología, todo lo cual constituye una conquista mayúscula. Hoy las principales amenazas ya no provienen del medio sino que de la propia acción humana.
Porque has de saber que a medida que conseguían liberarse de la esclavitud biológica, sus miembros se dedicaban, cada vez con mayor ardor y esmero, a pelear unos con otros, como si no pudieran desprenderse del oscuro atavismo beligerante que arrastran desde su pasado animal. Si bien el genocidio es una conducta muy rara en los otros habitantes de este planeta, se tiende a volver recurrente entre los humanos, con el agravante de que ahora cuentan con armas poderosísimas capaces de destruir al planeta entero ¡varias veces! Aún hoy día, esta memoria tenaz se manifiesta en muchas de las soluciones que conciben para resolver los problemas que afectan a su vida colectiva.
Te pongo un ejemplo para ilustrar este punto: después de muchos y variados intentos, ahora último se les ha ocurrido la genial idea de organizar toda la actividad productiva y económica de la especie en base a un sistema que, en esencia, remeda su ambiente natural. Seguramente te vas a reír y con razón, puesto que parece una opción a todas luces delirante y absurda, considerando lo aberrante del modelito a imitar y el tremendo esfuerzo desplegado por innumerables generaciones humanas anteriores orientado justamente a… salir de lo natural humanizando su entorno. Se trata de una regresión totalmente incomprensible.
Y no solo eso: además le han entregado graciosamente el producto del trabajo colectivo al segmento más rapaz de su población, los llamados “especuladores”, quienes se aprovechan de esa tremenda ingenuidad para usufructuar en beneficio propio. En fin, solo los humanos son capaces de sostener tantas paradojas al mismo tiempo, pero este comportamiento extravagante tiende a confirmar mi hipótesis respecto de que si bien en lo material han progresado mucho, mentalmente siguen anclados en un estadio muy primitivo de su evolución.
Ahora parecen haber entrado en una nueva crisis, lo que no es raro ya que han vivido muchas otras antes. Solo que la actual es bastante más complicada porque tiene carácter global y amenaza con arrastrar a casi todos los pueblos del planeta. Pero a diferencia de las anteriores, la he llamado una “crisis de la abundancia” y por ello resulta menos comprensible. Nunca antes se habían producido y acumulado tantos bienes, nunca hubo tanta disponibilidad de alimentos, nunca su ciclo de vida fue tan largo. Sin embargo, los comportamientos humanos individuales continúan dominados por una obsesión compulsiva hacia la acumulación y sus estructuras sociales aún fomentan relaciones de poder en las que unos pocos someten al resto, tal como sucede en el mundo animal circundante.
De acuerdo a mi entender, la cuestión central consiste en que todavía no han logrado asimilar cabalmente el hecho de que esos problemas básicos que los asediaban originalmente, en su gran mayoría ya se encuentran resueltos. La trágica paradoja de la especie humana es que ha vencido, pero no alcanza a darse cuenta de su victoria. Y dicha ignorancia persiste, en gran medida, porque sus líderes solo pueden justificar su existencia atizando esos arcaicos temores colectivos. El hambre, las enfermedades y las carencias materiales que antes les imponían duras urgencias vitales, hoy han dejado de constituir una amenaza, de modo que aquellos instintos primarios que impulsaban sus respuestas hacia el mundo ya quedaron completamente obsoletos, junto con las estructuras sociales que intentan ajustarse a tales patrones. Pero el desfase no ha resultado fácil de corregir y siguen operando con los viejos hábitos mentales. De hecho, es bien probable que en el futuro cercano los seres humanos ya no necesiten ni siquiera trabajar para subsistir, porque las máquinas los irán reemplazando progresivamente en esas tareas ingratas, aún cuando en la sensibilidad colectiva y, por ende, en las proclamas de sus líderes el trabajo continúe perdurando
como un valor primordial.
Me atrevo a vaticinar que el momento que se avecina para esta especie pasará por una gran transformación interna. Dentro de poco quedará en evidencia lo grotesca que resulta su propensión a organizar las relaciones sociales en torno a unos pocos reflejos primitivos, cuando las condiciones ambientales que movilizaban tales automatismos ya no existen. La protección y defensa del territorio, la violencia, el poder, la superioridad étnica, racial o sexual, conductas que quizás puedan entenderse por su eficacia para sobrevivir en el medio natural característico de este planeta extraño, ya no tienen ninguna validez ni justificación en el ámbito humano: son resabios fantasmales del pasado que solo siguen operando por inercia. Cuando esta comprensión gane terreno en la mentalidad de los grandes conjuntos, probablemente todo cambiará a la velocidad de la luz y entonces se abrirá un espacio para ensayar otras formas de relación basadas en la colaboración y el entendimiento, no en burdos atavismos biológicos. Así es que espero estar todavía aquí para ser testigo de ese acontecimiento crucial.
Te envío un abrazo, desde este lejano rincón de la galaxia.