Por Bostjan Videmsek para periodismo humano
Fotos de Jure Erzen
Dos años después de la revolución egipcia, las mujeres se han tenido que organizar para poder manifestarse con guardaespaldas y evitar así sufrir agresiones sexuales.
«La cifra de agresiones sexuales ha aumentado enormemente, así como el número de violaciones colectivas. Pero las autoridades no hacen nada al respecto. Su única respuesta es el silencio», cuenta Heba Morayef, directora de la oficina de Human Rights Watch en Egipto.
bostjanvidemsek.com “En aquel momento no entendí nada… No tenía ni idea de lo que estaba pasando… Lo único que sabía era que había cientos de manos arrancándome la ropa y violándome brutalmente. ¿Quiénes eran esos hombres? No había escapatoria. Todo el mundo decía que me estaban protegiendo, incluso salvando, pero lo único que sentía eran sus dedos violándome, tanto por delante como por detrás. Alguno incluso intentaba besarme. Estaba completamente desnuda, la masa que me rodeaba me empujaba hacia un callejón cerca del restaurante Hardee… Así que me encontré en medio de ese círculo, y cada vez que intentaba gritar, defenderme, pedir ayuda, la violencia no hacía más que aumentar”.
Éste es sólo uno de los testimonios de las muchas mujeres egipcias violadas brutalmente durante las recientes protestas masivas contra el presidente Mohammed Mursi. Diecinueve de las víctimas decidieron contactar con la recientemente creada organización no gubernamental OpAntiSH (Operación contra el acoso sexual). Ninguna de ellas quiere hablar en público. Todas saben demasiado bien que en la patriarcal sociedad egipcia, eso supondría la peor humillación posible para ellas y para sus familias.
Otra de las mujeres violadas dice que todo pasó espantosamente rápido. De repente estaba rodeada: seis hombre venían hacia ella por un lado, seis por el otro. Con los ojos vidriosos, empezaron a tantearle, a arañarle, a arrancarle la ropa. En un suspiro estaba totalmente desnuda. Fue más allá de la violación. “Fue un acto para herirme intencionadamente en todos los niveles posibles”, dice la víctima.
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Política sistemática de violencia sexual
“El viernes 25 de enero fue uno de los peores días registrados. Todos los casos fueron muy malos. El peor de los que tuvimos que tratar incluía la introducción de un arma blanca en las partes íntimas de una mujer violada”, denuncia Leil Zahra Mortada, portavoz de OpAntiSH. En noviembre, esta organización fue fundada por un grupo de hombres y mujeres para frenar la marea de agresiones sexuales en todo Egipto.
Desde 2008 hasta ahora, un indignante 83 por ciento de las mujeres egipcias han sufrido algún tipo de agresión sexual, verbal o física dentro o fuera de sus hogares. La violencia contra las mujeres se ha convertido en un asunto político. La nueva Constitución egipcia, aprobada por la fuerza por los Hermanos Musulmanes a través del presidente Mohammed Mursi, contiene varios elementos de la Sharia e ignora completamente el tema de los derechos de la mujer. El Parlamento nacional, dos tercios del cual están controlados por islamistas, comprende 500 parlamentarios y sólo 8 parlamentarias. Cierto, todos los partidos que se presentaron a las últimas elecciones debían incluir al menos una candidata en sus listas. Pero era extremadamente raro que se encontrara en algún lugar cercano a la cabeza de las mismas.
La nueva legislatura electoral aprobada recientemente por el Consejo Shura (la cámara baja del parlamento egipcio) no abordó el asunto de ninguna manera relevante. “La nueva legislatura es meramente una extensión de nuestra nueva constitución”, me comentó uno de los activistas del Frente Nacional de Mujeres Egipcias, quien protestó amargamente durante semanas contra la aprobación de las nuevas leyes. “La constitución ha sido redactada por los Hermanos Musulmanes. Y la aprobación de esta nueva ley significa el fin de la participación de las mujeres en la política egipcia”.
Estos mismos activistas también se vieron enfurecidos cuando el ministro de educación ordenó recientemente eliminar a la renombrada feminista Doria Shafik de los libros escolares oficiales. Durante la ocupación británica, esta valiente dama estuvo en primera línea de la lucha por los derechos de las mujeres así como de su participación activa en política. Los islamistas recién llegados al cargo del ministerio decidieron quitar su foto de los libros escolares porque en ellas no lleva velo. “Quitar la foto de Doria bajo el pretexto de que no lleva el hijab es un enfoque inaceptable para tratar con los egipcios. Las mujeres egipcias defienden su derecho a mantener su estatus y no aceptarán ningún intento deliberado de falsificar la historia y reducir los derechos de las mujeres”, reza la declaración conjunta de la organización no gubernamental egipcia para la lucha por los derechos de las mujeres.
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¡Nos negamos a quedarnos en casa!
Engy Gozlan es una miembro de la Operación Anti-Acoso Sexual y una veterana luchadora por los derechos de la mujer. Niega que las recientes agresiones vaya a frenar a las mujeres en su lucha y por un Egipto libre. Al contrario: “¡No, nos negamos a quedarnos en casa! ¡Nada puede impedir que nos unamos a las protestas! Estas calles nos pertenecen a nosotras tanto como a los hombres. ¡Éste es nuestro país y nos negamos a quedarnos calladas! ¡Vamos a hablar claro sobre el acoso sexual! ¡No hay ninguna revolución egipcia sin participación femenina y sin seguridad!“.Según Gozlan, cada sórdido asalto ha sido pura política. “El objetivo es ahuyentarnos de la vida pública y sacarnos del espacio público. Todos los asaltos han sido de una naturaleza muy similar. ¡Estamos hablando de violencia organizada contra las mujeres!”.
La suya dista de ser la única voz que se alza contra la opresión.”La cifra de agresiones sexuales ha aumentado enormemente, así como el número de violaciones colectivas. Pero las autoridades no hacen nada al respecto. Su única respuesta es el silencio”, cuenta Heba Morayef, directora de la oficina de Human Rights Watch en Egipto. Esta ONG expone que las fuerzas de seguridad del país –refiriéndose tánto al Ejército como a la Policía- son responsables de la mayor parte de casos de violencia sexual. El alcance de semejante violencia no se limita a las mujeres: muchos periodistas y activistas masculinos también han sido agredidos.
“Nos negamos a que nos quiten nuestra libertad. Nos negamos a convertirnos en un califato o en un país gobernado por fascistas como Arabia Saudí. Nos negamos a que se humille a nuestras mujeres. Nos negamos a que el futuro de nuestros jóvenes sea dictado por unos viejos dementes. Nosotras, las mujeres de Egipto, tenemos un pasado del que sentirnos orgullosas. Ahora luchamos para poder decir lo mismo de nuestro futuro. Llevamos dos años manifestándonos en la calle. Puede que estemos cansadas, pero jamás nos echaremos atrás”, contaba la señora Noor durante la reciente marcha de los liberales egipcios hacia la plaza Tahrir.
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En un día normal, la señora Noor es profesora de inglés en un instituto local, pero aquel viernes encabezaba la protesta y pedía la dimisión del presidente Morsi. Me habló del aumento en la violencia contra las mujeres, del impactante nivel de desempleo, de la desesperación que se apodera de las generaciones más jóvenes, de la revolución dos veces robada. “Pero lo peor”, decía, “es lo que vemos que está ocurriendo ahora a las mujeres. Hace dos años, llenamos la plaza Tahrir. Ahora, muchas mujeres ni siquiera salen a la calle sin un acompañante masculino. Cada vez se ven más velos en las calles. Éste no es el Cairo en el que crecí. ¡Esto se parece cada vez más a los países del Golfo, o incluso a Irán!”.
Arrogancia y silencio
Farah Shash, psicóloga encargada de ayudar a las víctimas de violencia sexual, se muestra de acuerdo con que las autoridades son los primeros culpables. Al no condenar, e incluso a veces incitar abiertamente, a la violencia contra las mujeres, están transmitiendo el mensaje de que este tipo de actos constituyen un comportamiento normal.
La señora Shash, que trabaja en el centro Nadim de El Cairo, también se muestra preocupada por las organizaciones que han surgido con el propósito de impedir que las mujeres sean atacadas en la calle. Por muy puras y desinteresadas que sean sus razones, ella opina que tales grupos promueven el mensaje equivocado. “No es realista esperar que las mujeres tengan guardaespaldas disponibles siempre que lo necesiten. Deberíamos estar protegidas por el Estado, no por milicias locales. Estamos siendo testigos de algunos de los síntomas más alarmantes de un Estado fallido. Necesitamos saber que los hombres nos ven como algo más que meros objetos y blancos sexuales”.
Los empleadores de Shash no paran de alertar a los ministerios correspondientes. Pero por ahora los nuevos amos islámicos de Egipto sólo han respondido con arrogancia o silencio. “Cada vez que intentamos tener un debate en el Parlamento, nos dicen que los derechos y la seguridad de las mujeres no son un tema prioritario. ¡También nos dicen que piensan que esos asuntos nunca deberían ser una prioridad!”. Shash se encuentra profundamente preocupada por la nueva Constitución egipcia, que oficialmente ha convertido a las mujeres en ciudadanos de tercera clase.
“No debemos caer en la trampa de asumir que la violencia contra las mujeres es un fenómeno nuevo aquí”, cuenta esta valiente psicóloga. “En los últimos años del régimen de Mubarak, la policía empezó a acosar a las mujeres de manera muy organizada. También las violaciones, en público, se hicieron comunes. Además de las llamadas ‘pruebas de virginidad’ llevadas a cabo en las comisarías. La diferencia es que semejantes barbaridades solían ser cosa de la Policía, y ahora el Ejército también se ha unido. Otra diferencia es que esta violencia se ha incrementado severamente. Las cifras son dramáticas. Y la peor parte es que la mayoría de ataques no se denuncian. Si te violan, ¿acaso vas a denunciarlo al atacante, que es la Policía? En la cultura árabe, una mujer violada pierde automáticamente todo orgullo y estatus social. Se ve literalmente despojada de su futuro. Es repudiada por su familia. Según la mentalidad dominante, ella misma es la responsable de su violación. Me entristece ver cómo muchos hombres egipcios son ahora más tolerantes con la violencia sexual que antes. Podemos echar la culpa a los Hermanos Musulmanes y a su Constitución basada en la sharia. No os equivoquéis, saben exactamente lo que hacen. Es completamente aterrador”.
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Según la señora Shash, la mayor parte de decencia básica humana está desapareciendo lentamente de las calles del Cairo. La camaradería y la solidaridad tan características de los días de la revolución ya no son más que un amargo recuerdo. Desde su punto de vista, la violencia es una poderosa herramienta del régimen actual. “Las mujeres somos de hecho las víctimas de la revolución, sus daños colaterales”, dice Farah Shash, aunque añade que aún no ha perdido toda esperanza. Es plenamente consciente de que las revoluciones son conocidas por devorar a sus propios hijos, y de que los cambios políticos y económicos profundos siempre llevan tiempo.
“Sexualmente hace mucho que nos convertimos en una sociedad altamente reprimida, y el espejismo de libertad dio a muchos hombres licencia para abusar. Es una interpretación retorcida de la realidad, y a la vez un retrato simbólico del estado real de nuestra sociedad. Los islamistas, utilizando al Ejército y a la Policía, atacan constantemente nuestra forma de vida. Su mentalidad encajaría perfectamente en la Edad Media. Egipto entero se precipita al vacío. La presión también aumenta en los colegios. Pronto todas las niñas serán obligadas a llevar velo. En Luxor a muchas chicas les han cortado el pelo. Y la sociedad lo acepta mientras se ahoga en la apatía. Pero lucharemos contra esto hasta el final, sin importar las consecuencias. Estamos preparadas para sangrar por nuestra libertad”.
La necesidad de una revolución sexual
Tanto durante la época de Mubarak como en los últimos dos años, las mujeres egipcias han sido abandonadas a su suerte. Pocas organizaciones internacionales les han ayudado, y la mayoría de la ayuda que han recibido ha sido simbólica. Pero en los últimos días la comunidad internacional por fin ha comenzado a responder a las peticiones de ayuda, que se hacen cada vez más desesperadas. Michelle Bachelet, directora ejecutiva de ONU Mujeres, hizo una declaración expresando su profunda preocupación por el incremento de la violencia: “Como pieza clave de la sociedad civil, las mujeres siguen luchando por sus derechos, por la igualdad de participación en la toma de decisiones, y por el mantenimiento de los principios de la revolución por parte de las más altas esferas de Egipto. ONU Mujeres se encuentra profundamente consternada por la gravedad de los recientes ataques contra mujeres, incluidos los casos de agresión sexual, muchos de los cuales tuvieron lugar en la misma plaza Tahrir en la que las mujeres se manifestaron para contribuir a crear un futuro mejor para su país”.
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Bachelet instó tanto al gobierno como al pueblo de Egipto para detener inmediatamente todo tipo de agresiones a las mujeres y empezar a promover los derechos humanos para todos, incluyendo el derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y de participar plenamente en la vida social, económica y política. Subrayó en particular que, con el fin de salvaguardar los derechos fundamentales de las mujeres, “el gobierno egipcio debe adoptar nuevas leyes y tomar medidas adicionales que aseguren su protección y su capacidad para ejercer sus derechos”.
La activista Amira Mikhail asegura que la sociedad egipcia debe cambiar completamente: “La propia mentalidad de nuestros hombres y mujeres debe cambiar”, declaró a los periodistas en El Cairo. “Se debe revolucionar la política, criminalizar la agresión, proteger y respetar a las mujeres en vez de convertirlas en cabezas de turco. La policía y el ejército deben empezar a protegerlas en vez de acosarlas o violarlas, y todas las denuncias de violencia deben ser tratadas con firmeza y rapidez. Esto se puede conseguir a través de las leyes y los medios, así como de la reeducación de nuestras fuerzas de seguridad. Sin embargo, semejante proyecto requiere una ciudadanía educada, activa y motivada. Y simplemente no la tenemos”.
Según Amira, Egipto necesita otra revolución urgentemente. Sobre todo, necesita una revolución sexual. Mikhail es muy optimista porque, en las últimas semanas, los medios egipcios por fin empezaron a dar cuenta de la ola de violencia contra las mujeres. El Egypt Independent, un diario basado en El Cairo, fue el primero en derribar el muro de silencio y publicar descripciones muy gráficas sobre el abuso sexual en Tahrir. “Una mujer fue agredida sexualmente con arma blanca el viernes por la noche, provocándole cortes en los genitales”, escribió un reportero local, “en el centro de El Cairo, en medio de lo que supuestamente era una manifestación revolucionaria. Fue una de las 19 mujeres agredidas en Tahrir y sus alrededores durante la noche del viernes, según relatos recopilados por la Operación contra el Acoso Sexual, un grupo de activistas. Varias mujeres fueron desnudadas y violadas públicamente, mientras hombres les penetraban con los dedos. Seis de ellas necesitaron atención médica. Sin duda hubo más agresiones que no fueron denunciadas”.
Los guardaespaldas de Tahrir
Durante las dos últimas semanas, las mujeres que quieren formar parte de las protestas pueden contar con la ayuda de una organización llamada Guardaespaldas de Tahrir. En la calle sus miembros llevan a cabo lo que debería ser el trabajo del Ejército o la Policía. Una portavoz de la organización denuncia que la violencia sexual se ha convertido en una parte integral de la cultura egipcia. “Estos incidentes de ninguna manera están limitados a la plaza Tahrir. Los abusos están teniendo lugar en todo El Cairo y en todo Egipto. Es algo que debemos abordar, ¡y tenemos que hacerlo ahora! Los agresores sabe muy bien que tal y como están las cosas, nadie les va a perseguir por sus crímenes. Y eso en sí es un incentivo muy poderoso para llevar a cabo futuras agresiones.”
Durante la protesta masiva del viernes contra Mursi y los Hermanos Musulmanes, los miembros de Guardaespaldas de Tahrir fueron un sector bienvenido dentro de la multitud, protegiendo a las mujeres presentes de cualquier tipo de abuso. El grupo ha sido fundado por una activista llamada Soraya Baghat. Haciendo un uso inteligente de las redes sociales, distribuyó imágenes en video de agresiones organizadas a mujeres seguidas de sentidas llamadas de ayuda. La respuesta a su súplica fue extraordinaria.
Jehane Noujaim, directora de un documental llamado La Plaza, está convencida de que ninguna fuerza en este mundo será capaz de frenar a las mujeres de Egipto en su lucha. Según ella, la cada vez más frecuente violencia sexual es una especie de epidemia social. “Las mujeres continuarán yendo a la Plaza Tahrir a protestar lo más ruidosamente que puedan,” ella cree “que es algo que no cambiará. ¡La violencia contra las mujeres es contraproducente ya que lo único que hará es encender nuestra causa y motivarnos a protestar más contundentemente!”
Hay muchos casos registrados en los cuales, cuando los vigilantes intentaron intervenir a favor de la mujer agredida, los perpetradores los apartaban con cuchillos. También se registraron numerosas riñas multitudinarias.
“Los testimonies de las víctimas y de aquellos que han intentado salvarlas pintan una imagen espantosa. Decenas si no centenas de hombres rodeando a las víctimas con incontables manos arrancándoles la ropa y los velos, desabrochando pantalones y sobando pechos, pezones y traseros,” escribe la investigadora local para Amnistía Internacional Diana Eltahawy en su blog. Como muchos otros activistas, Elthawy culpa a la policía de la mayor parte de la violencia ya que mayoritariamente no hacen nada. Egipto se ha convertido en la tierra de la impunidad absoluta en lo que a la violencia contra las mujeres se refiere.
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En frente de la academia de arte Helvan en la isla Zamalek en el medio del Nilo, un grupo de universitarios están utilizando su día libre para debatir sobre los siguientes pasos de la revolución. Están enfadados y decepcionados porque primero los generales y luego los islamistas han intentado acabar con ellos. La violencia contra las mujeres es una especie de tema tabú, así que es difícil obtener algo de ellos de primeras. El ambiente aquí en este bastión de arte y urbanidad es escalofriantemente diferente al de aquellas embriagadoras primeras semanas de la revolución. Es difícil escapar al sentimiento de que una de las causas principales de la atmósfera pesimista es el aumento de la violencia sexual contra las mujeres.
Omar, quién se llama a sí mismo ‘un revolucionario de verdad’ y cree que Mohammed Mursi merece ser asesinado tarde o temprano, es uno de los fundadores de OpAntiSH. Durante las últimas tres protestas de los viernes estuvo allí para escudar a sus camaradas femeninas y fue herido en el proceso. “Estoy horrorizado,” me dijo: “Cada día es peor. La presión de los islamistas va en aumento. Este no es en absoluto el Egipto por el que luchamos. Los Hermanos Musulmanes están haciendo todo lo que pueden por consolidar su poder. Las agresiones a nuestras mujeres están organizadas cuidadosamente. El objetivo es intimidarlas y por tanto echarles de las calles. Dicen que lo hacen por razones religiosas. Pero no tienen nada, nada que ver con la religión. Es pura violencia.”
Omar me aseguraba que él y sus amigos tenían la determinación de seguir proporcionando asistencia a las mujeres de su ciudad. Las mujeres que trabajan con él intervinieron en la conversación en seguida. Una chica llamada Farida me dijo que ella aún iba a las protestas y que continuaría yendo hasta que hiciera falta. Eso no quería decir que no estuviera asustada, cada mujer que iba a las protestas corría el verdadero riesgo de ser agredida. “Personalmente, todavía no me han agredido – ‘todavía’ siendo aquí la palabra clave. Desafortunadamente, creo que las cosas irán mucho peor. Los islamistas están intentando que nos cubramos las caras y que nos vayamos de las calles. Pero de ninguna manera. A pesar de la presión, debemos continuar. En las calles, he tenido ya varios episodios en los que los hombres me gritaban, amenazándome sobre lo que me harían si no me cubría. Las cosas se están poniendo muy feas por aquí.”