Es probable que la invasión de Irak sea recordada como una de las más nefastas de la historia, no sólo por el costo en vidas humanas sino también por el desprestigio que causó a los Estados Unidos.
En Irak no hubo “gloria” para la Casa Blanca ni para una pequeña coalición internacional que se atrevió a seguir los pasos del ex presidente estadounidense, George W. Bush, quien justificó la invasión con el fin de destruir las presuntas armas de destrucción masiva de Saddam Hussein que jamás fueron encontradas.
Fue Bush quien anunció precipitadamente la victoria estadounidense, a bordo de un submarino, el 2 de mayo de 2003, tras tomar el control de Bagdad, cuando aún las tropas invasoras luchaban contra las dispersas y maltrechas fuerzas de Hussein.
Esas torpezas del ex presidente republicano catapultaron entonces a un desconocido senador de Illinois, llamado Barack Obama, que en la elecciones de noviembre de 2008 se convirtió en el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos.
Durante su primera presidencia, Obama cumplió con su promesa de retirar las tropas de Irak, el 15 de diciembre de 2011, pero aún quedan en ese país unos 5.500 soldados contra los 170.000 que había tras la invasión.
Si con la Guerra de Vietnam la Casa Blanca experimentó la mayor derrota bélica de la historia, con la invasión de Irak -iniciada el 20 de marzo de 2003- el prestigio militar de Washington se esfumó rápidamente luego de que se conocieran las denuncias sobre torturas y abusos contra prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib.
“Parafraseando a Gabriel García Márquez, podría decirse que era la `crónica de un desastre anunciado`. Todo fue negativo desde el punto vista interno: muertos iraquíes y norteamericanos. Un fracaso militar. Y además fortificó a Irán como nunca”, dijo a Télam Norberto Consani, director del Instituto de Relaciones Internacionales, de la Universidad Nacional de La Plata.
Durante el régimen de Hussein, que gobernaba con el apoyo del partido Baas y la minoría sunnita, la mayoría chiita estaba oprimida. Irak fue un respetado aliado de Estados Unidos durante la guerra que mantuvo Bagdad contra Irán entre 1980 y 1988.
“A diez años de la invasión norteamericana, Irak es la antología del desastre. Hay pocos ejemplos en el mundo de que una intervención extranjera haya sido tan nefasta como la de Estados Unidos en Irak”, opinó Consani.
La invasión causó la muerte de 4.500 soldados estadounidenses y un total de 112.000 iraquíes, en su mayoría civiles, con un costo de más de 800.000 millones de dólares del tesoro de Estados Unidos, según informes de prensa y de la organización Irak Body County.
Opinión Research Business (ORB), una encuestadora independiente con sede en Londres, afirma que “más de un 1 millón 200 mil iraquíes han tenido una muerte violenta como resultado de la invasión iniciada en 2003”. Pero no queda claro si tanta gente murió en Irak.
Según una encuesta de la consultora Gallup, el 53% de los estadounidenses creen que su país «cometió un error enviando tropas a luchar en Irak», encabezando una coalición que no contó con el apoyo de Francia y Alemania, países que en las Naciones abogaban por continuar con las negociaciones diplomáticas.
Esta semana se conoció una grabación de 40 segundos, publicada en la web del diario español El País, que muestra a tres soldados españoles pateando a dos prisioneros iraquíes en la base española de Diwaniya en los primeros meses de 2004.
El Ministerio de Defensa de España anunció que tratará de determinar la identidad de los agresores, luego de que la mayoría de los partidos políticos exigiera una investigación a fondo sobre más de cien mil militares españoles que cumplieron misiones en Irak.
Después de la invasión estadounidense muchas petroleras firmaron acuerdos de explotación en Irak, entre ellos ExxonMobil que consiguió la concesión de los yacimientos del sur del país, aunque el gobierno del presidente Nuri al Maliki bloqueo por el momento su acceso a los pozos más rentables de la zona del Kurdistán.
También operan en Irak -tercera reserva petrolera con 115.000 millones de petróleo- la holandesa Shell, la británica BP, la francesa Total, la rusa Lukoil o la china Petrochina, entre otras compañías.
Además varias empresas estadounidenses prestan soporte técnico a la petrolera Halliburton, relacionada con el ex vicepresidente Dick Cheney.
Diez años después de la invasión, la organización humanitaria Amnistía Internacional denuncia que Irak sigue sufriendo “graves violaciones” de los derechos humanos.
“En Irak no había -como nosotros repetidamente dijimos- armas de destrucción masiva, y si las hubiera habido tampoco había razones para invadir ese país”, señaló John A. Nagl, un oficial retirado del ejército estadounidense.
En una nota en el diario The New York Times, Nagl afirmó que “tampoco había conexión entre Al Qaeda y Saddam Hussein, ni operaban grupos fundamentalistas hasta que Estados Unidos invadió ese país”.
El supuesto objetivo de pacificar Irak que tenía Bush no fue cumplido. Por el contrario, diez años después ese país vive inmerso en la violencia, con fuerzas ligadas a los fundamentalistas de Al Qaeda y grupos sunnitas atacando objetivos chiitas.
Las heridas se trasladaron también al gobierno de Obama, aquel senador de Illinois que en octubre de 2002, preocupado por los preparativos para la invasión, pronunció un discurso en el que habló de una “guerra idiota».
Hasta el momento, Obama no pudo -o tal vez no quiso- cerrar la cárcel de prisioneros de Guantánamo, creada por Bush para mantener a sospechosos de terrorismo, que aún alberga a cientos de personas detenidas sin haber sido acusadas de ningún delito.