Por Stephen Leahy
El centro del distrito metropolitano de Manhattan está repleto de silenciosos automóviles, mientras miles de personas caminan por las calles escuchando cantar a los pájaros primaverales entre los rascacielos que relucen en el límpido aire matinal. Es la ciudad de Nueva York en abril de 2030.
Esto no es una fantasía. Es un objetivo perfectamente posible de cumplir, según el experto en energía Mark Jacobson, de la estadounidense Universidad de Stanford. De hecho, todo el nororiental estado de Nueva York podría obtener su energía del viento, el agua y la luz solar, en base a un detallado plan del que es coautor.
Hacer funcionar a Nueva York con energía verde no solo es posible, también es «sostenible y barato», y permitiría salvar vidas y ahorrar costos de salud, dijo Jacobson a IPS.
Cada año, la contaminación aérea mata a 4.000 personas en el estado de Nueva York, y le cuesta al público 33.000 millones de dólares por concepto de gastos de salud, según el estudio de Jacobson y otros expertos de todo Estados Unidos, que será publicado en la revista Energy Policy.
«Convertirse a fuentes eólicas, hídricas y solares es viable, estabilizará los costos de la energía y creará empleos, además de reducir los daños a la salud y al clima», señaló Jacobson.
En el marco del plan, 40 por ciento de la energía del estado de Nueva York procederá del viento, 38 por ciento del sol y, el resto de una combinación de fuentes hidroeléctricas, geotérmicas y mareomotrices.
Todos los vehículos serán impulsados eléctricamente mediante baterías y/o celdas de combustible de hidrógeno. El calefaccionamiento y la refrigeración para hogares y empresas se generarán con bombas aéreas y terrestres, geotérmicas, intercambiadores de calor y calentadores de resistencias eléctricas como respaldo, en reemplazo del gas natural y del petróleo.
Los calentadores de agua serán impulsados por las mismas bombas de calor, mientras que precalentadores solares brindarán agua caliente a los hogares.
Las altas temperaturas para los procesos industriales se obtendrían con electricidad y combustión de hidrógeno.
Todo esto puede lograrse con tecnología ya existente. Los más nuevos automóviles eléctricos pueden viajar 300 kilómetros entre cargas, dijo Jacobson.
Los significativos costos de construir centrales eléctricas en base a fuentes renovables, adquirir nuevos vehículos, bombas de calor y otros equipos se compensarán con creces con el tiempo a través del ahorro en gastos sanitarios y debido a que no habrá que comprar más carbón ni petróleo ni gas. El punto de equilibrio se producirá en entre 10 y 15 años, estima el estudio.
La investigación también concluye que, como la electricidad verde es más eficiente que la quema de combustibles fósiles, la demanda final de Nueva York será 37 por ciento más baja.
«Los vehículos eléctricos son cinco veces más eficientes desde el punto de vista energético que los que funcionan con gasolina», dijo Jacobson.
Y es que utilizan 90 por ciento de su energía eléctrica para hacer mover las ruedas, mientras que los vehículos convencionales a gasolina emplean solo entre 20 y 25 por ciento, y el resto se pierde bajo la forma de calor y ruido.
En promedio, las centrales eléctricas alimentadas a carbón y petróleo tienen una eficiencia de apenas 33 por ciento, y son importantes fuentes de contaminación aérea y recalentamiento planetario.
Los costos de contaminación derivados de la quema de combustibles fósiles se han subestimado ampliamente, según una investigación canadiense que concluyó que el costo para la salud pública que implica conducir un automóvil o un camión es de entre 300 y 800 dólares anuales por vehículo.
Las ideas del público y los costos oficiales de la contaminación pueden ser drásticamente subestimados, dijo Amir Hakami, de la canadiense Universidad de Carleton.
«Aunque reducir las emisiones de los vehículos y las centrales eléctricas es costoso, no reducirlas también cuesta dinero. Nuestra investigación sugiere que ignorar la contaminación costará mucho más a largo plazo», señaló Hakami en un comunicado.
Cuando el sol no brilla o el viento no sopla, hay muchas maneras de acompasar la oferta y la demanda de energía, según el estudio. Todas las redes eléctricas dependen de varias fuentes energéticas, y las centrales alimentadas a combustibles fósiles y las nucleares son retiradas de la red, a veces durante meses e incluso años, para someterlas a reparaciones.
Las fuentes renovables, geográficamente dispersas, pueden unirse a la energía hidroeléctrica para llenar los vacíos remanentes. La energía también puede almacenarse de varias maneras, por ejemplo como calor, agua bombeada y baterías.
Las mejoras en la eficiencia energética volverán más fácil la conversión de Nueva York a 100 por ciento de energía verde, de un modo más rápido y menos costoso, dijo Jacobson.
Los gobiernos han invertido muy poco en mejorar la eficiencia energética. La mayor parte de las inversiones destinadas a la investigación se dedican a generar más energía, dijo Charlie Wilson, científico del austríaco Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados.
Crear un refrigerador barato y de alta eficiencia hará mucho por reducir el consumo de energía y las emisiones de carbono, señaló Wilson.
«También hay un enorme potencial de ahorro energético en los edificios», explicó a IPS.
Pero los políticos no piensan que crear medidas de retroadaptación sea atractivo, así que los dineros públicos se destinan a nuevas plantas eléctricas. El mercado tampoco impulsará esas medidas porque el costo de la energía es demasiado bajo en la mayoría de los países, dijo.
Cambiar esto no será fácil. Por lejos, las mayores corporaciones del mundo son las productoras de energía a partir de combustibles fósiles, que tienen enorme influencia política, agregó.
Se requiere liderazgo para crear una ciudad de Nueva York saludable y sin contaminación para 2030, dijo Jacobson.
«Pienso que el público apoyará esto 100 por ciento, si lo conoce», planteó, refiriéndose al plan.
«La economía de este plan tiene sentido», dijo Anthony Ingraffea, profesor de ingeniería en la Universidad de Cornell y coautor del estudio. «Ahora está en manos de la esfera política».