Las Malvinas son argentinas. Es por la irrenunciable vocación de paz que nuestro país sigue y seguirá reclamando el diálogo en el marco de las resoluciones de Naciones Unidas para resolver el conflicto sobre Malvinas. Ni la monstruosidad de la guerra, ni la falsa libertad de elección, darán sustento al Reino Unido para cambiar el estatus jurídico de nuestras Islas Malvinas.
No hay norma del derecho internacional que recepte la pretensión británica de basarse en el resultado de un referéndum o plebiscito- orquestado hoy por el apropiador- cuyos sujetos no tienen legitimación alguna para ejercer dominios sobre el territorio malvinense. Esta acción ilegítima del Reino Unido tiene la intención de generar derechos de soberanía sobre el territorio de la Islas Malvinas.
La actitud de Gran Bretaña en esta nueva escalada por seguir eludiendo el necesario camino del diálogo es consecuencia de los resabios imperiales del colonialismo. Agregado a un total desprecio por parte de ese país a las soberanías de los demás países, a sus tradiciones de Paz, a su historia, a sus legítimos derechos y al sistema jurídico internacional.
Por nuestra parte, desde el humanismo aspiramos a que el mundo sea un conjunto de naciones en igualdad de condiciones. Consolidar la soberanía política, económica y cultural para que coloquemos a nuestro país en un nivel de paridad internacional. Paridad en terminos económicos, de decisión, de investigación, para que todas las naciones podamos tener las mismas condiciones. Eso es igualar hacia arriba. Esa es la concepción de igualdad a la que aspiramos. La cuestión Malvinas debe ser abordada desde esa mirada.