El heredero de los informes secretos sobre la corrupción en el Vaticano, las conexiones con las mafias locales e internacionales, el encubrimiento de los casos de pedofilia de la curia y el resto de temas candentes de la actualidad de la Santa Sede y de la Iglesia Católica en general, no es otro que el argentino Jorge Mario Bergoglio. Obispo de Buenos Aires, luego cardenal, para convertirse en el Obispo de Roma y, por lo tanto, en Papa del mundo.
En el planeta entero fue presentado como un ministro tercermundista o, cuando menos, un latinoamericanista, incluso llegó a declarársele heredero de la contestable deidad Diego Armando Maradona. Lo cierto es que su trayectoria no prueba ni su incondicional apoyo a los más necesitados ni un especial gusto por su tierra ni mucho menos una personalidad aglutinante y apasionada como la del astro futbolístico.
Rápidamente la prensa argentina se hizo eco de las diversas presentaciones que se han hecho del jesuita. Por un lado, el medio más representativo de la lucha por los derechos humanos, Página 12, exhumó las denuncias realizadas contra el párroco por su inacción o su complicidad con secuestros, desapariciones y apropiación ilegal de menores. Debemos resaltar, como hiciera el Vaticano en su primera declaración pública, que no ha estado imputado en ninguna de las causas en las que ha sido llamado a declarar en calidad de testigo. Pero no es posible considerar una persecución o una campaña difamatoria contra su persona, dar visibilidad a hechos repudiables, que no tienen todavía sentencia y donde su participación está más que probada.
El dictador Jorge Rafael Videla en declaraciones realizadas el año pasado fue concluyente: la iglesia formó parte de la dictadura cívico-militar. No sólo en el apoyo espiritual, sino también en cuestiones logísticas e ideológicas. El anticomunismo se combatió tanto en el ejército, sindicatos y en las universidades, como en las capillas y parroquias. Uno de los casos más emblemáticos fue el del secuestro y asesinato de los curas Gabriel Longueville y Carlos Dios Murias, en La Rioja. Que le costó también la vida al monseñor Angelelli que investigó estas desapariciones y contaba con pruebas contundentes. La justicia francesa quiso esclarecer este caso, puesto que Longueville era de nacionalidad francesa. Pero nunca hubo respuesta de la justicia argentina para un posible interrogatorio de Bergoglio.
Más sonado es el caso de los curas jesuitas y bajo la protección del obispo de Buenos Aires, Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes permanecieron 6 meses desaparecidos. No se ha podido llevar a juicio esta causa, Yorio murió en Uruguay en el 2000, antes de que la impunidad cediera y se retomaran los juicios a los represores. El húngaro Jalics, residente en Alemania, hizo unas declaraciones esta semana donde no echa luz sobre el asunto, aunque admite haberse reconciliado con lo sucedido y dijo no guardarle rencor al nuevo papa y ponerse a su disposición.
Los hermanos de Yorio en declaraciones radiales relataron que Orlando siempre culpó a Bergoglio de su secuestro y también contaron que no recibieron ninguna ayuda de su parte cuando buscaban a su hermano, de hecho, recomendó que a Jalics no se le facilitara pasaporte para que no pudiera irse del país. Graciela Yorio recuerda el dolor que fue para su madre que el padre le haya insinuado que “de su hijo no se hablaba más” como una forma de prepararla para su desaparición.
El obispo de los pobres
También su nominación aportó múltiples testimonios de apoyo y alegría. Desde referentes políticos del neoliberalismo o del gobierno de la Alianza, ese que abandonara la Casa Rosada en helicóptero mientras la represión policial dejaba un tendal de muertos en 2001, hasta dirigentes de movimientos sociales y víctimas de tragedias evitables como la de la discoteca Cromañón. En este caso el obispo dio refugio espiritual a los artistas acusados del incendio, como a los familiares de las víctimas de la catástrofe que causó más de un centenar de fallecidos.
Juan Grabois, del movimiento de trabajadores excluidos, habló del apoyo aportado por el papa Francisco y que de su boca escuchó denuncias al sistema económico que no había escuchado de otros curas. Otros curas “villeros” también hablaron del acompañamiento recibido y del amor que le tenía la gente.
Para Mauricio Macri, jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la llegada de Bergoglio al cargo superior de la Iglesia Católica se trata de “la noticia más importante de la historia argentina”, algo compartido por la senadora Elisa Carrió, quién gritaba por los pasillos del Congreso “¡Es mi confesor, es mi confesor!”.
El conservadurismo
Claro que sus sermones, homilías y declaraciones públicas en general, lejos de ser de templanza y reconciliación, eran bajadas de línea políticas e ideológicas de un conservadurismo exacerbado. Pese a que para el cura Eduardo de la Serna, referente de la teología de la liberación, de los candidatos argentinos para ser papas, Bergoglio fuera el menos retrógrado, sus dichos contra el presidente Kirchner, del cuál pidió “alejarse del diablo que siembra divisiones” y sus durísimas críticas a la ley de matrimonio igualitario o sus referencias al rol secundario de la mujer en la sociedad, lo pintan de reaccionario.
Los movimientos por la igualdad sexual no le perdonaron sus dichos que declaraban a la ley “como al diablo que metía la cola”. Fueron tan fuertes sus palabras que incluso opositores de la ley, repudiaron sus conceptos. Conceptos que fueron utilizados en cartas enviadas a senadores nacionales para que votasen en contra de la ley. Muchos arzobispos buscaron incidir en la elección, pero el fundamentalismo religioso terminó declinando la balanza a favor de la ley, ya que ponerse de ese lado de la disputa era un retroceso histórico.
Así que el papa que ocupa la plaza de sumo pontífice es un personaje controvertido en su país y del que no está claro que se puede esperar: si el conservadurismo a ultranza histórico del vaticano o si la entrada de un jesuita puede darle un toque de mayor terrenalidad a su dirección y deje de ser el Vaticano un conspirador contra la emancipación de los pueblos y se convierta en un referente de concordia entre culturas y propulse el diálogo y la justicia social.
A su disposición están todos los archivos y los informes que pidiera Benedicto XVI y que lo llevaron a renunciar a su cargo, algo nunca visto en la historia vaticana. Habrá que ver si tiene el coraje suficiente para sacar a la luz delitos de arzobispos, cardenales y obispos que siguen en sus cargos o si esperará a la muerte de éstos para pedir disculpas y dejar que sean juzgados ante Dios y de ese modo continuar la siembra de impunidad entre los hombres
Populismo papal
Al día siguiente del nombramiento del papa porteño, militares que debían participar de juicios por delitos de lesa humanidad llevaron en su solapa escarapelas con los colores del vaticano, un claro símbolo de satisfacción por la llegada de un miembro de la iglesia católica, cómplice de la dictadura argentina.
Pero los gestos de Bergoglio tuvieron mucho más del populismo latinoamericano: sacarse fotos pagando el hotel donde había dormido, viajar en coches normales y no en limusina al mejor estilo Pepe Mujica o hacerse bendecir por los creyentes congregados en la Plaza San Pedro antes de efectuar su primera bendición papal. Un gesto que recuerda al recientemente fallecido Hugo Chávez, al destituido por golpe de estado institucional Fernando Lugo, también obispo o a los entusiastas participantes de la ceremonia de asunción Rafael Correa o Cristina Fernández de Kirchner. Esperemos que no se trate sólo de gestos tribuneros y lleve adelante acciones que favorezcan a las mayorías, sean estas creyentes o no.