Por Stella Calloni
Es un año de elecciones en toda América Latina, momento clave para definir rumbos y afianzar procesos. Los casos de Paraguay y Honduras son los más sensibles porque serán oportunidades para revertir gobiernos dictatoriales. En Venezuela, si bien el triunfo de Nicolás Maduro es casi un hecho, la influencia de Estados Unidos sobrevuela demasiado cerca.
Un año electoral en la región tendrá seguras consecuencias en la integración, que se potencia especialmente en el Mercado Común del Sur, con la concreción del ingreso de Venezuela y cuando se habla de la incorporación de Bolivia como miembro pleno. Las elecciones de 2013 comenzaron en Ecuador con un sólido triunfo del presidente Rafael Correas, mientras que el próximo 14 de abril se augura un resultado similar en Venezuela, donde Nicolás Maduro, designado como su sucesor por el recientemente fallecido presidente Hugo Chávez, es señalado por encuestas propias y ajenas como indiscutible ganador.
Hay que esperar los resultados electorales en Honduras (noviembre) y Paraguay (21 de abril), países donde existe una continuidad dictatorial en los gobiernos. En la nación centroamericana el proceso es manejado por los propios golpistas que en junio de 2009 derrocaron con violencia al entonces presidente constitucional Manuel Zelaya, quien fue secuestrado por fuerzas especiales y trasladado fuera del país.
Paraguay, por su lado, se encuentra en una situación similar, ya que las estructuras de justicia, electorales, policiales y militares han permanecido intactas desde la pasada dictadura del ya fallecido presidente Alfredo Stroessner que gobernó el país sudamericano entre 1954 y 1989, imponiendo un terrorismo de Estado eternizado en un largo aislamiento paraguayo, donde el discurso de la muerte, la desaparición y el exilio fueron parte de la cotidianeidad de ese país sin salida al mar.
También habrá elecciones en noviembre en Chile, donde el movimiento estudiantil cambió el escenario abruptamente, aunque en tiempos del presidente derechista Sebastián Piñera se instaló una base militar de Estados Unidos en el sur del país sudamerica, estratégicamente ubicada. En Argentina habrá elecciones legislativas en octubre próximo. Y en todos los casos estos procesos electorales están bajo la mirada injerencista de Estados Unidos, lo que nadie debería ignorar.
El más amenazado por esas intromisiones externas es Venezuela. Pero también Honduras, donde Xiomara Castro de Zelaya, la esposa del ex presidente Zelaya, una mujer que estuvo al frente de su pueblo durante el golpe militar, se perfila como una candidata con posibilidades de triunfo.
La situación de Honduras es dramática, azotada por los crímenes de grupos parapoliciales y paramilitares, que han asolado las zonas campesinas del Bajo Aguán. Ya son 27 los periodistas asesinados sin que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) haya tomado medida alguna, mientras en cambio critica a países democráticos de la región.
Tanto Honduras como Paraguay han sido golpeados por golpes militares y civiles a los que se considera “golpes suaves” en los que participaron el Congreso, la Corte Suprema y la Justicia electoral con viejas dependencia y presencia militar estadounidenses; en ambos casos con poderosas bases militares estadounidenses, como la de Palmerola en Honduras, y la enorme infraestructura de bases, como la de Mariscal Estigarribia en Paraguay. Las tropas extranjeras están presentes en sus zonas campesinas y fronterizas, frente a un fuerte movimiento de los pueblos que intentan romper las raíces de eternos golpismos.
Pero, ¿será suficiente esta actividad popular en naciones que han burlado la voluntad democrática en pleno siglo XXI? La derecha en Paraguay amenaza con adherirse a la Alianza del Pacífico, abandonando Unasur y el Mercosur, a pesar de que solo con la ayuda de esta región, y especialmente de Venezuela, ha podido mantenerse en estos últimos años. Y el candidato del Partido Colorado, el empresario Horacio Cartes, advierte que «nuestro modelo no es Argentina ni Venezuela».
En Honduras, los comicios de 2009 que colocaron en el poder a Porfirio Lobo devolvieron cierta normalidad institucional al país centroamericano, pero es en realidad una fachada, porque la intromisión extranjera tan claramente marcada, intenta influir sobre los procesos electorales.
En Honduras y Paraguay no existe reelección continua, mientras que en Chile hay que esperar un período presidencial para volver a presentarse.
Paraguay es después de Venezuela el primero en celebrar elecciones el 21 de abril, poniendo fin a la presidencia golpista de Federico Franco, quien asumió tras la destitución de Fernando Lugo.
El retorno de la Asociación Nacional Republicana, el Partido Colorado, que gobernó hasta 2008, tras 61 años de gobierno ininterrumpido es casi una certeza.
En cambio en Honduras podría romperse la característica históricamente bipartidista: el Partido Liberal y el Nacional se han alternado violenta o pacíficamente en el poder por más de cien años, Pero en estos momentos la izquierda, nucleada en torno a Xiomara Castro, es una esperanza. De cualquier manera América Latina en su conjunto deberá enfrentar un año con intentos desestabilizadores y con una injerencia abierta de Washington, como han demostrado, por ejemplo, los casos de Venezuela y Cuba.