Por Oleg Yasinsky
Hugo Chávez, nunca quise escribirte y disculpa que te molesto ahora, cuando
parece que sólo correspondería desearte que en paz descances. Es que con tu
partida sucedió algo que todavía no encuentra sus palabras, que como un nudo
en la garganta trata pero no logra volcarse hacia fuera como la avalancha roja de
las calles de Caracas o como el petróleo, la sangre negra de Venezuela que trae la
vida y busca secretos caminos subterráneos para sentir su nuevo pulso en la venas
cicatrizadas de América Latina…
No me gustan los líderes, ni los militares y siempre creí que nada le hizo más daño
a Latinoamérica que el cristianismo. Tal vez simplemente porque no suelo creer
en la sinceridad de los primeros ni de los segundos y menos de los terceros. Pero
estos millones de tus compatriotas en las infinitas filas para despedir a un ser
tan querido por ellos, a tí, me hacen olvidar todo lo anterior y me hacen desear
ponerme al lado de ellos para compartir sus lágrimas y su esperanza despertada
por tí. Gracias, Hugo.
Dirigiéndote hacia tu pueblo, en el que acabas de convertirte, te gustaba decir que
el amor sólo con amor se paga. Hoy las calles rojas de Venezuela son ríos de este
amor, donde tu pueblo se inhunda en sus lágrimas. Sonríe Chávez, estas lágrimas
no son sólo de luto sino también de felicidad por lo que alcanzaste a entregar a la
gente. Solías decir también, que eres un soldado, pero creo que te equivocabas,
en primer lugar llegaste a ser maestro y médico. Mira desde el lugar donde estás
ahora a las escuelas y a los hospitales de tu patria. A los mercaderes de política y a
los falsos profetas del “fin de la historia” mostraste y demostraste que el verdadero
trabajo de un político verdadero es salvar las vidas humanas y defender el derecho
a la dignidad. ¿Con cuántas vidas y esperanzas salvadas cargas? Y no sólo en
Venezuela… Tuviste suficiente valor y consecuencia para sacar los dedos del
imperio del norte de la garganta de tu país. No prestaste aeródromos venezolanos
a sus bombarderos que iban hacia Afganistán y Yugoslavia. Tu gobierno enterró
la soga económica de los EEUU para América Latina, llamada ALCA. Reviviste a
la moribunda organización de los países exportadores de petróleo OPEC. Ellos
jamás perdonan estas cosas, Hugo, y tú no podías no saberlo. El favorito de la
políticamente correcta “izquierda democrática” Obama no leyó el libro de Galeano
que le regalaste y su poder no se arrepintió de nada y nada corrigió…, mientras
más grande el sueño más alto es el pago.
Después de despedir tu cuerpo, pasará lo de siempre, la prensa “libre y
democrática” escribirá sobre ti muchas tonteras, para mayor “objetividad”
reconociendo tus “grandes talentos” y tu “carisma”; liberados de tu presencia,
los políticos y personajes de la farándula se jactarán de tu “amistad” y durante
su tranquila y prospera vejez escribirán sobre esto en sus aburridas memorias.
Tus asesinos recibirán un secreto premio gubernamental, el Wikileaks del futuro
publicará sus nombres que entonces ya no importarán a nadie… Pero también
pasará otra cosa…, a los pueblos de Venezuela, América Latina y el mundo el viento
de la historia les secará sus lágrimas y ellos seguirán avanzando, tu nombre, como
ayer los nombres de Gandhi, Luther King, el Ché o Allende, se convertirá en una
antorcha más en su largo camino hacia la luz del mañana.
Oleg Yasinsky