Por Juan Carlos Pinov para Diagonal
Con un voto nulo, una abstención y 388 votos a favor, la Duma rusa aprobó el 26 de enero la primera lectura de una ley destinada a prohibir la “propaganda de la homosexualidad” entre los menores de edad. La Cámara de Diputados aprobó un proyecto por el que se sancionará con multas que van desde 5.000 rublos (125 euros) hasta 500.000 y que, en su exposición de motivos establece ese concepto de propaganda en función de “factores que influyen negativamente en su desarrollo físico, intelectual, psíquico, espiritual y moral”. Factores entre los que los diputados citan las marchas del Orgullo, prohibidas por la Justicia en 2012, y diversos programas de TV. Desde diversos grupos por los derechos humanos se critica que la interpretación de la norma se abre a la arbitrariedad en su aplicación.
La ley contra la propaganda homosexual ya está vigente en territorios del país como Novosibirsk, San Petersburgo, Ryazan, Arkhangelsk, y Kostroma. Esta polémica ley fue un proyecto que presentó el diputado por Rusia Unida (partido del Gobierno) Vitaly Milonov, conocido como uno de los más radicales dentro de la estructura de la Iglesia, con la cual ha colaborado estrechamente durante muchos años. El Gobierno de Rusia Unida utilizó a este diputado y San Petersburgo para lanzar ese proyecto de ley a nivel local, para después hacerlo a nivel regional y luego a nivel nacional. La idea de esta normativa es ahogar en Rusia la posibilidad de que los homosexuales tengan posibilidades legales de formalizar socialmente su vida de pareja. Tanto homosexuales como lesbianas u otras minorías sexuales son discriminados a través de la Justicia. Esto ha llevado a una ola de discriminación en Rusia entre los conservadores ortodoxos y nacionalistas contra los liberales y los grupos LGTB. Se han registrado multitud de casos de violencia contra el movimiento LGTB y personas con hábitos sexuales no tradicionales.
Con esta campaña de larga duración, el Kremlin está logrando desviar a la opinión pública y a los medios de sus múltiples casos de corrupción, tolerando e incluso gobernando los distintos brotes de violencia que se han registrado en distintas ciudades rusas, además de posicionar a la población una vez más en contra de Occidente y sus ideas de libertad sexual.