Meteoritos, armas nucleares y sobrevivencia humana: ¿una campana de alarma desde Oslo?
Pressenza cubrirá las noticias de la próxima conferencia de Oslo sobre el impacto humanitario de las armas nucleares entre el 4 y 5 de marzo y el foro de la sociedad civil que la precederà, comenzando el 1° de marzo. Como parte de la cobertura noticiosa, Pressenza invitó a Alyn Ware, coordinador mundial de los Parlamentarios por la No Proliferación nuclear y el Desarme, premiado con uno de los Awards 2009 por el Derecho a la Subsistencia, a escribir un artículo sobre la importancia de estos eventos.
Un meteorito explotó la semana pasada en la atmósfera sobre Siberia, hiriendo con sus residuos alrededor de 1000 personas, advirtiendo visiblemente sobre el riesgo de un meteorito más grande, o también de un asteroide, que podría caer sobre la Tierra. Más o menos contemporáneamente, junto a las 10 toneladas de meteorito que entraban a la atmósfera terrestre, un asteroide 15.000 veces más grande pasó silbando cerca del planeta Tierra. Si hubiese entrado el asteroide en vez del meteorito, habría podido terminar con la civilización, tal como sucedió con un asteroide que cayó sobre la Tierra 65 millones de años atrás, creando consecuencias climáticas tales como para hacer desaparecer a los dinosaurios.
La semana antes del impacto del meteorito, Donald Yeomans K., un investigador senior de la NASA, advirtió sobre la irresponsabilidad de la humanidad frente al riesgo de que un asteroide caiga sobre la Tierra (Atención con los Asteroides Errantes, International Herald Tribune, 9/2/2013). Es verdad que la probabilidad de que un asteroide caiga sobre la Tierra es más bien baja. Por otra parte, las consecuencias de un impacto de esa naturaleza son tan terribles que la humanidad no puede desentenderse. Como el autor de ciencia-ficción Larry Niven dijo una vez, los dinosaurios se extinguieron porque no contaban con un programa espacial. Nuestra incapacidad de mirar hacia los cielos es lo que podría causar la extinción de la humanidad.
Lo que probablemente es más notable es que la humanidad se ha olvidado también de mirar hacia abajo – hacia la amenaza equivalente de las armas nucleares al asecho en silos subterráneos y en submarinos escondidos bajo la superficie del océano.
Son alrededor de 19.000 las armas nucleares que se encuentran en los arsenales de los estados que cuentan con ellas, entre las que hay más de 2.000 en estado de alerta, listas para encenderse en pocos minutos en base a una política de ser disparadas por advertencia. La capacidad de construir armas nucleares se está difundiendo – al día de hoy nueve países han construido la bomba – así como la capacidad de adquirir materiales y tecnología para realizar bombas nucleares.
Estando así las cosas, es gracias a la buena suerte como a una adecuada gestión que no se ha producido un holocausto nuclear. Hemos estado cercanos por lo menos 20 veces. Una de estas ocasiones constituye el tema de una película cinematográfica, “El hombre que salvó al mundo”, que debería proyectarse en los cines hacia fines de este año.
Existe una cierta preocupación por parte de los medios y mucha atención política sobre los llamados ‘Estados canallas’ como Corea del Norte que hace sus pruebas nucleares, o Irán que se mueve hacia la posible adquisición. Sin embargo, existe bien poca atención política respecto del riesgo de las armas nucleares existentes y sus amenazas a las ciudades, a las poblaciones, a nuestra economía global, al medio ambiente y por cierto a la civilización humana, en el caso de una catástrofe nuclear causada por un accidente, por un error de calculo o por el uso deliberado en un conflicto.
La decisión de Noruega de hacer sonar las campanas de alarma en marzo es notable. El gobierno noruego ha invitado a los gobiernos y a la sociedad civil a Oslo para examinar el impacto humanitario de las armas nucleares. Además de 100 gobiernos y 500 representantes de la sociedad civil que ya se inscribieron para participar. También estarán las agencias internacionales comprometidas con la prevención de catástrofes y asistencia, así come el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
La conferencia apunta a delinear los “impactos inmediatos y a largo plazo de las explosiones debidas a armas nucleares” y a examinar el “grado de preparación y las necesidades de una adecuada respuesta humanitaria frente a la explosión de un arma nuclear” valiéndose de la opinión de los “expertos en protección nacional, autoridades responsables y organizaciones humanitarias”.
La conferencia forma parte de un enfoque establecido por estados no dotados de armas nucleares, de la sociedad civil y del CICR, que intenta evidenciar las consecuencias humanitarias de las armas nucleares come imperativo para su abolición. Esta acción nació de la frustración por la falta de progresos hechos por los estados que cuentan con armas nucleares (NWS) a fin de implementar la obligación de negociar un desarme nuclear completo.
Se espera que recordándole a la gente y a los responsables políticos las horribles consecuencias de las armas nucleares, logren despertar de su sueño generando suficiente osadía política como para llegar a un tratado global que permita abolir estos instrumentos de genocidio, ecocidio y homicidio (la destrucción de la civilización) .
Así el año pasado 34 países aprobaron una declaración conjunta, guiados por Suiza, para elevar la dimensión humanitaria de las armas nucleares en apoyo al desarme nuclear. El punto de vista humanitario intenta emular el éxito logrado con campañas similares, que han contribuido a las negociaciones y la adopción de tratados que prohiben las minas y las bombas de racimo.
El foro de la sociedad civil se abre simbólicamente el 1° de marzo – Bikini Day – aniversario del test nuclear de Bravo que eliminó el atolón de Bikini en las Islas Marshall y cuya radiación se difundió en todo el territorio del Pacifico, creando devastadores problemas ambientales y de salud. Esta experiencia ha hecho que los estados insulares del Pacifico sean los mayores sostenedores de la abolición nuclear, incluso en el caso histórico sobre armas nucleares de 1996 de la Corte Internacional de Justicia (World Court). La Corte Internacional estuvo de acuerdo, gracias al testimonio de las Islas Marshall, sobre el hecho que “los efectos de las armas nucleares son incontrolables en el tiempo y en el espacio”, afirmando que “la amenaza o el uso de armas nucleares sería generalmente contraria a las reglas del derecho internacional aplicables a los conflictos armados y especialmente a los principios y reglas del derecho humanitario”.
La mayor parte de los países ha apoyado la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas, que propone implementar la decisión de la Corte Internacional de Justicia mediante la negociación de un tratado global para la abolición de las armas nucleares.
La pregunta clave de la conferencia de Oslo es si tendrá algún impacto sobre los estados que cuentan con armas nucleares y sus aleados, que ya aceptan las consecuencias catastróficas humanitarias causadas por el uso de armas atómicas, pero que igualmente siguen poseyéndolas. Dicen que justamente es la destrucción masiva que pueden causar las armas nucleares lo que actúa como impedimento para que otros las usen.
No se sostiene entonces cualquier similitud que se quiera hacer con las bombas de racimo o las minas terrestres. Minas y bombas de racimo han sido usadas en el campo en operaciones militares, provocando con tal uso consecuencias humanitarias. Las armas nucleares, en cambio, no se usan en operaciones militares, no se hacen explotar en los conflictos. El rol que se les atribuye por parte de quienes las poseen es el de no ser usadas, un rol disuasivo.
Además, la posesión de armas nucleares está asociada a objetivos políticos, como el poder y la influencia. La adquisición de armas nucleares por parte de India, por ejemplo, puede probablemente ser atribuida a motivaciones de poder interno, poder regional y de influencia global, más que a cualquier amenaza militar que requiera de disuasión.
La reluctancia de Francia respecto de discutir sobre desarme nuclear ha sido atribuida al estatus internacional que mantiene como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las NU – cuyos cinco miembros son Estados Dotados de Armas Nucleares reconocidos en el ámbito del Tratado de No Proliferación.
Por lo tanto, a fin de llevar a los NWS y sus aleados a renunciar a las armas nucleares, debemos ir más allá de las consecuencia humanitarias y enfrentar los temas políticos relacionados con la seguridad, discutiendo especialmente acerca de cómo obtener seguridad sin armas nucleares.
Suiza, líder del enfoque humanitario de las armas nucleares, ha reconocido que este punto de vista tiene sus limitantes y por lo tanto está sosteniendo un proceso paralelo para explorar la disuasión en una seguridad sin armas nucleares.
Sobre este tema, Noruega parece esquizofrénica. Muy positivamente, además de tomar la iniciativa para evidenciar las consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares, ha apoyado una versión en noruego de un modelo de tratado para la abolición de las armas nucleares mientras el Fondo de Pensiones nacional eliminó a todas las empresas productoras de armas nucleares.
Por otra parte, sigue dentro de la OTAN, que el año pasado confirmó que “en tanto existan armas nucleares en el mundo, la OTAN sigue siendo una alianza nuclear”.
Además, Noruega declaró ante Corte Internacional de Justicia que la amenaza del uso de armas nucleares era legal (aunque esto haya sucedido en 1995 y su posición podría haber cambiado desde entonces) y mantiene una posición de abstención respecto de la resolución de las Naciones Unidas a favor de las negociaciones sobre un tratado global para abolir las armas nucleares.
La agenda de la conferencia de Oslo parece reflejar esta esquizofrenia. Las sesiones de apertura giran en torno a las inaceptables consecuencias de la explosión de armas nucleares, indicando el hecho obvio que el único modo de enfrentar este problema es el de abolir a nivel global. Sin embargo la sesión final de la conferencia sobre cómo enfrentar los riesgos detectados en las sesiones precedentes no examina al tema de la colaboración entre estados para lograr la abolición de lo nuclear, pero considera “el grado de preparación y las necesidades de una respuesta humanitaria adecuada para una explosión nuclear “.
Pensábamos que habíamos superado la absurda propaganda de los años Cincuenta-Setenta en Occidente, cuando se aseguraba que la población podría sobrevivir a un ataque nuclear refugiándose bajo las mesas o en refugios antiatómicos. Sin embargo, según un aviso publico de enero de este año emanado de la Protección Civil Jammu y Kashmir y de las Fuerzas de Estado sobre la Respuesta al Desastre respecto a cómo enfrentar una explosión nuclear, “la gente debería construir refugios en los que toda la familia pueda estar por una quincena,” apertrecharlos con alimentos no perecibles y agua, y “construirles servicios higiénicos, contar con una cantidad abundante de velas y baterías para la luz, retirar cualquier sustancia eventualmente inflamable, contar con transistor miniaturizados a baterías y televisores para escuchar las instrucciones anunciadas por las autoridades de protección civil.”
Otra preocupación sobre la conferencia de Oslo es que en la agenda no hay ninguna referencia a la importancia del derecho internacional, a la ilegitimidad de la amenaza o del uso de armas nucleares, al imperativo legal de lograr el desarme nuclear o a los mecanismos jurídicos disponibles y propuestos para la eliminación de las armas nucleares en base a un control internacional eficaz.
A pesar de ello es muy probable que el enfoque noruego no sea para nada esquizofrénico, sino más bien proyectado de modo que no resulte una amenaza hacia los estados que usan lo nuclear como disuación, para que estén presentes en la conferencia y sean estimulados, revisando sus propias resistencias a la abolición nuclear.
Si fuera así, le correspondería a la sociedad civil y a los estados no nucleares que participarán en la conferencia de Oslo la tarea de evidenciar el imperativo jurídico y los beneficios para la seguridad de dicha abolición de las armas nucleares. Aún más importante, la sociedad civil y los estados no dotados de tal armamento deberán garantizar que esta conferencia no sean promesas vanas, un evento que finalmente permita sentirse bien, que mejore la acción de los gobiernos a fin de comenzar los trabajos preparatorios y las negociaciones conducentes a una convención sobre armas nucleares – como ha sido propuesto por la resolución de la Asamblea General de la ONU y como lo ha sostenido el Secretario General de la ONU.
El año pasado la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó un foro en el que tales trabajos podrían comenzar – un grupo abierto de trabajo entre países que operaría en Ginebra. El grupo de trabajo fue propuesto por Austria, Chile, Costa Rica, Islandia, Irlanda, Liechtenstein, México, Nueva Zelanda, Nigeria, Noruega, Las Filipinas, Trinidad y Tobago y Uruguay, para desarrollar “propuestas para llevar adelante negociaciones multilaterales para la realización y el mantenimiento de un mundo sen armas nucleares.” Constituye por lo tanto el foro perfecto para desviar la atención política creada por la conferencia de Oslo hacia un trabajo constructivo para el logro de un tratado global para la abolición de las armas nucleares. Este grupo tiene un programa mucho más abierto respecto a la conferencia de Oslo, está todavía trabajando e debe exponer los progresos hechos a la Asamblea General de las Naciones Unidas. La medida del éxito en Oslo no serà por lo tanto el número de estados que concurrirán o la calidad de las intervenciones, sino el grado con que los estados se comprometerán a utilizar el proceso de las Naciones Unidas para impulsar las negociaciones a fin de lograr un mundo sin armas nucleares.
Si este proceso avanza con éxito, la humanidad estará en una mucho mejor posición para invertir de manera diferente los 100 mil millones de dólares que actualmente se gastan cada año para mantener las armas nucleares y enfrentar en vez las otras cuestiones centrales para la sobrevivencia humana – incluido el cambio climático y la posibilidad de evitar el impacto de un asteroide.